12. Un plan arriesgado

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Las horas pasaron, siendo las seis de la tarde. Para el príncipe SeokJin era sobrepasar el límite. Desde el almuerzo, que no recibía una llamada o mensaje de retorno del menor.

Por un momento, pensó que adoptó de nuevo su rebeldía en no atender a sus mayores. Negó con su cabeza, su hermano había pasado por esa etapa, sobre todo, lo descartó por el beta que le brindó el almuerzo horas atrás. Él sabía mantener su perfil, imagen y reputación intacto. De igual manera, no le parecía correcto estar varias horas fuera de casa.

Por primera vez en su vida, no sabía cómo sobrellevar la situación. Por si fuera poco, el jefe del local cada tanto le preguntaba si podría quitar sus cosas, los guardias esperando y vigilando la entrada.

—Príncipe Kim, recuerde que no todos los presentes podemos estar por mucho tiempo. Ya casi acaba nuestro turno.

El alfa asintió, pasó su mano hacia su cabello de tan estresado que estaba. Tenía a su hermano en celo y su amigo dentro de una tienda concurrida. Volvió a pensar qué podría hacer. En el proceso, se le ocurrió la brillante idea en llevarlos en la limosina y de ahí partir a su respectivo hogar.

Con la idea en mente, guardó su celular y miró el panorama actual. Llamó a su grupo, estos se acercaron y posicionaron a su lado.

—¿Sí, príncipe?

—Llama a todos los guardias betas, estamos en código rojo, Lee —musitó con voz serena. —. Los alfas que han terminado su turno, pueden irse a descansar.

Ellos agradecieron, hicieron una reverencia y salieron de su vista.

—¿Algo más?

—Preparen la limosina, neutralizadores y supresores.

Dicho lo último, quitó de su bolsillo una caja de neutralizador. Lo abrió, agarró y volvió a cerrar. Metió el comprimido en su boca, tomó agua y esperó que surja efecto. Necesitaba entrar al lugar para ver cómo realizar la mudanza.

Al momento de entrar, sintió el ambiente fuerte por la mezcla de ambas castas. Le resultó demasiado sofocante. Salió de la zona, pidió a un beta que entrara y decidió esperar afuera.

Con rapidez, el beta exploró cada parte de la tienda hasta encontrarse con el probador de ropa. El aroma provenía de allí. Apartó poco a poco la tela, la pequeña luz ayudó a visualizar al príncipe y a lado suyo un omega. Ambos durmiendo tranquilamente en un gran nido.

Hizo señas a sus compañeros. Para ayudar al dueño, hermano del otro príncipe y omega, decidieron apagar las luces de todo el sitio, incluso los que estaban cerca del probador. Con cuidado, entre dos empezaron a levantar a uno de los chicos. El breve quejido de uno de ellos se hizo presente, con la poca luz que disponían en su uniforme no tuvieron éxito en separarlos, por lo que optaron en tomar otra medida.

 El breve quejido de uno de ellos se hizo presente, con la poca luz que disponían en su uniforme no tuvieron éxito en separarlos, por lo que optaron en tomar otra medida

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A cabo de media hora, el alfa miró como su equipo salía con dificultad de la puerta. Allí, pudo notar a su hermano y su amigo dormir en los brazos de los guardias. No presenció ningún aroma en ellos. Por si aquello era poco, detrás de los betas había un gigantesco nido hecho por el omega. Se tapó la cara, negando con la cabeza y pidió disculpas al jefe del local. Ahora que estaba todo arreglado, solucionado y sin personas presentes, empezó a guiar a su grupo al estacionamiento.

—Es la plateada, Choi.

—Entendido.

Al llegar, los cuidadores de la limosina ayudando a los recién llegados. A lo lejos, observó a ambos seres acomodarse en los asientos. Cerró con cuidado la puerta del coche, se acomodó en el suyo y miró el tiempo. Grave error, había pasado más de media hora.

—Todo listo.

—¿Qué hicieron con el nido, Choi?

—Los del Sur se encargaron en ponerla en la furgoneta.

—Bien, pónganse en sus puestos —ordenó, arrancando el coche. —. Andando, el recorrido será largo, así que preparen suministros alimenticios para más tarde.

—Sí, príncipe Kim —dijeron al unísono, subiéndose y arrancando cada uno sus vehículos. —. Tenemos todo listo para este viaje.

—Excelente.

Finalmente, retrocedió y manejo su auto hacia la salida. Miró por su retrovisor a su personal, encontrándose a dos coches siguiéndole en la carretera. Para mayor seguridad, tocó el botón de llamada y se contactó con Kang, el conductor de la limosina.

—¿Sí?

—¿Cómo siguen los chicos?

—Siguen durmiendo, pero sus aromas característicos poco a poco se están revelando —comunicó, sin apartar la vista de la calle. —. ¿Insistimos con el neutralizador?

—Si es todavía adaptable al ambiente, no lo hagan. Cuando lleguemos al destino, asegúrense de que no se hayan despertado ni tengan ningún olor, ¿está claro, Kang?

—Sí, príncipe Kim.

Al finalizar, dio tres vueltas a la derecha y pudo supervisar el departamento donde dejaba a su omega casi todos los días de la semana. Estacionó lejos de la casa, se bajó y marcó a su novio.

Buenas noches, cariño.

—Buenas, bebé, ¿cómo has estado?

Muy bien, ¿y tú? —respondió, soltando una risa adorable. —¿A qué se debe esta hermosa llamada, alfa querido?

—Pues, no puedo decirte mucho por llamada... —se acarició su nuca. —. Bebé, ¿estás en casa de tu amigo?

No, ¿por qué, alfa?

—Creí que sí, ¿puedes venir aquí, por favor, amor?

Estoy en cinco allá, lindo. —replicó, colgando la llamada.

Guardó su celular en su bolsillo, caminó hacia el hombre haciendo guardia en la zona e intercambiaron palabras. Pronto, con la poca información dada, el sujeto fue a abrir la puerta de la casa y prosiguió a vigilar a los lados de la residencia. Bajo su alcance, era lo mínimo que podía hacer en esta extraña situación.

Estando a solas, el alfa indicó al conductor Lee bajar primero el nido, colocar y dejarlo en la habitación del chico. Brevemente, miró como tres betas llevaban con dificultad el objeto dentro de la casa.

Se sentó en el asiento de su coche, se estiró y esperó a su omega. Mientras, sin la vista del príncipe, de nuevo, entre cinco tuvieron que llevar a ambos seres.

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