Cap 1 🖤❤️

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Cuándo descubrió la verdad, Perth estaba sentado a la
mesa de un café, en Roma, cerca de su oficina.

Se le encogió el corazón al leer el artículo sobre dos
gemelos separados desde su nacimiento debido a un
proceso ilegal de adopción.

El artículo era periodismo
de alta calidad: un fascinante y conmovedor relato del
fortuito encuentro de los gemelos debido a que la
dependienta de una tienda de Sídney confundiera a
uno de ellos.

Perth se recostó en el respaldo del asiento y contempló
a los transeúntes: turistas y trabajadores, jóvenes y
mayores, casados y solteros... Todo el mundo
preocupado con sus cosas, completamente ignorantes
de la angustia que le consumía.

No era Saint el que aparecía en aquella película porno.

Tenía la garganta seca.
¿Por qué se había mostrado tan intransigente, tan
obstinado? No había creído en Saint al declarar su
inocencia.

Se había negado a escucharlo.

Saint le había rogado y había suplicado que le creyera,
pero él se había negado a hacerlo.

Saint había llorado y gritado, y él se había dado la vuelta
y lo había abandonado.

Había cortado toda comunicación con él.

Y había jurado no volver a hablar
con él ni a verlo en la vida.

Y se había equivocado por completo.

Su empresa casi se había venido abajo a causa del
escándalo, y había tenido que trabajar muy duro para
estar donde estaba ahora: dieciocho horas al día,
veinticuatro algunas veces, y viajes constantemente.

Había ido de proyecto en proyecto como un autómata,
había pagado sus deudas y, por fin, había empezado a
ganar millones y a disfrutar de un éxito sin límites.

Y todo el tiempo había culpado a Saint.

El sentimiento de culpa se le agarró al estómago.

Siempre se había enorgullecido de no cometer errores
de juicio.

Buscaba la perfección en todo.

El fracaso era anatema para él.

Y, sin embargo, se había equivocado por completo con Saint.

Perth clavó los ojos en el móvil.

Todavía tenía el teléfono de él en la lista de contactos; lo
había conservado para recordarse a sí mismo no bajar
nunca la guardia, no fiarse nunca de nadie.

Nunca se había considerado un sentimental, pero los dedos le
temblaron al rozar en la pantalla el nombre de él.

De repente, le pareció que llamarle para pedirle
disculpas por teléfono no era apropiado.

Tenía que decírselo cara a cara. Era lo menos que podía hacer.

En vez de a Saint , llamó a su secretaria.

–Carla, cancela todas las citas de la semana que viene y
consígueme un billete de avión para Sídney lo antes
posible –dijo Perth –. Tengo que ir allí por un asunto
urgente.

Saint estaba enseñándole a una madre primeriza el
faldón de bautismo que él mismo había bordado
cuando Perth Tanapon entró en la tienda.

Al verle, tan alto, tan fuera de lugar entre ropa de niño, el corazón le
dio un vuelco.

Había imaginado ese momento, por si a él se le ocurría
ir a disculparse si llegaba a enterarse de la existencia de
su hermano gemelo.

Se había imaginado reivindicado
por fin. Había imaginado que, al mirarle, no sentiría
nada, a excepción de un amargo odio y desprecio por su
crueldad e imperdonable falta de confianza en él.

Entre Diamantes Y Roma  (Adap. PerthSaint) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora