Cap 3 🖤❤️

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Saint caminaba rígido mientras perth lo conducía a su
suite.

Le llegaba el olor de la loción para después del
afeitado, despertando recuerdos que quería olvidar.


Era como viajar al pasado. ¿Cuántas veces había entrado
con él en el ascensor de algún hotel en Europa
acompañándole en sus viajes de negocios? El recuerdo
de imágenes eróticas le erizó la piel, y se mordió el labio
inferior para contenerlas.


Por aquel entonces, todo su deseo había sido
complacerle. Desde el principio, se había dado cuenta
de que era un hombre orgulloso y seguro de sí mismo, y
a él jamás se le había ocurrido enfrentarse a él; nunca le
había llevado la contraria y jamás se había opuesto a sus deseos.


Le había amado, completa y
desesperadamente.



Saint le había querido demasiado y Perth no lo había
querido a él en absoluto.




Y ahora, para Perth , que él volviera con él era una
cuestión de orgullo.



Sabía que no lo quería por sí mismo,
solo quería que el mundo se enterase de que estaba reparando un error.




Un hombre tan conocido como él
no podía permitirse el lujo de que le considerasen injusto.



La historia de Pete y él había salido en todos los periódicos.


Le sorprendía que Perth no hubiera
informado aún a los periodistas de su intención de reanudar la relación con él.



El ascensor se detuvo y Perth le cedió el paso.

Al pasar por su lado, el corazón le dio un vuelco. ¿Y si Perth
notaba que le estaba ocultando algo? ¿Y si Perth se
daba cuenta de que el dolor de él, reflejado en sus ojos,
no era solo por lo que él le había hecho, sino por la
pérdida de su hija? La hija cuya mantita color rosa, que
aún olía a la pequeña, estaba doblada en su maleta.


No había sido capaz de despojarse de ese lazo de unión con
la pequeña Lily. Su madre... No, no su madre, sino Hilary,
le había dicho que no era bueno aferrarse a ese
recuerdo; le había dicho que dejara atrás el pasado, que
se desprendiera de la manta y continuara haciéndole
frente a la vida.





Saint no estaba preparado para ello. En su opinión, no lo estaría nunca.



–Relájate, caro –dijo Perth mientras abría la puerta de la
suite–. Parece como si tuvieras miedo de que una bestia fuera a devorarte.




Saint entró por delante de él.
–Me duele la cabeza –dijo Saint , y no mentía.




Perth arrugó el ceño.

–¿Por qué no me lo has dicho antes? –preguntó Perth.



–No es nada serio –respondió Saint, humedeciéndose
los labios con la lengua–. Creo que no debería haber
tomado una segunda copa de vino.




El alcohol no me sienta bien.



–¿Cuándo ha sido la última vez que has comido? –le preguntó Perth.



Y a él no le pasó desapercibido que Saint tuviera que pensárselo.



–No me acuerdo –respondió Saint por fin–. Tenía tantas
cosas que hacer... No me has dado mucho tiempo.


Entre Diamantes Y Roma  (Adap. PerthSaint) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora