Cap 8 🖤❤️

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Perth permaneció despierto durante horas,
contemplando a Saint , que dormía acurrucado, pegado
a él, con un brazo encima de su pecho, igual que solía
hacer en el pasado. Le acarició la fina piel del brazo,
pensando en lo mucho que había echado de menos momentos como ese.

Saint era el primero con él que
había querido pasar la noche entera.

Nunca se había sentido cómodo durmiendo con ningún
otro de sus amantes.

Con Saint , la intimidad del sexo se
transformaba en algo más profundo.

Una de las cosas
que siempre le había atraído de Saint era su innata
sensualidad.

Cuando lo conoció, le había encantado que Saint fuera
virgen.

Quizá fuera algo retrógrado, pero admiraba el
hecho de que él no se hubiera acostado con cualquiera.

El resto de sus amantes habían sido personas con
experiencia.

Sin embargo, Saint le había dejado perplejo
al confesarle que, para entregarse, había esperado al
hombre adecuado.

Y él había sido ese hombre.

Saint había esperado a estar seguro de sentirse listo
para ese grado de intimidad.

Y a él le había encantado
iniciarle en el arte del amor.

Siempre le había parecido
algo excepcional que Saint se hubiera entregado a él.

Y no solo por que le hubiera entregado su cuerpo, sino
porque también había depositado en él su confianza.

Un regalo único, que había sabido reconocer... hasta el
escándalo del vídeo pornográfico.

Entonces él,
equivocadamente, había creído que lo de la virginidad
de Saint había sido una estrataga para ganarse su
confianza con el fin de que se casara con él y así hacerse con una sustanciosa cuenta bancaria.

Ni por un
momento había considerado la posibilidad de la
inocencia de Saint.

Eso era lo peor, que no había tratado de buscar alguna
otra explicación.

Se había dejado llevar por la opinión de los demás y, prácticamente, lo había acusado de ser un
cualquiera.

Lo que más le dolía era haberle decepcionado. ¿Llegaría
a perdonarle algún día? Saint , a su lado, estiró una
pierna y luego, muy despacio, abrió los ojos.

–¿Me he quedado dormido?

–preguntó Saint haciendo
un esfuerzo por incorporarse.

Perth sonrió y le apartó un
mechón de pelo de los ojos.
–Como un bebé –respondió él.

Un fugaz brillo asomó a los ojos de Saint , pero pronto
bajó los párpados y se subió la sábana para cubrirse el
pecho.

Se le veía entristecido, con el rostro
repentinamente lívido.

Perth se apoyó en un codo.
–¿Te pasa algo? –le preguntó él con preocupación.

–No, ¿por qué? –Saint adoptó un tono indiferente.

Perth le acarició la mejilla con la yema de un dedo.

–¿Estás dolorido? –preguntó él–. Anoche... fue bastante
intenso.

Las mejillas de Saint recuperaron el color al instante.

–No, no me duele nada.

Perth le alzó el rostro poniéndole los dedos en la barbilla.

Entre Diamantes Y Roma  (Adap. PerthSaint) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora