El delicioso aroma a café por las mañanas es sin duda uno de los mejores olores del mundo, y jamás lo cambiaría por nada. Me encontraba sentada en el borde de mi cama, terminando de prepararme para salir a trabajar.
Desde mi habitación, podía escuchar como mi mamá movía las ollas de la cocina. Aparte del buen olor a café, también llegaba el de un delicioso desayuno.
—Annie, sal de tú habitación ya. El desayuno está listo—Gritó mi madre desde la cocina.
De inmediato me puse de pie y antes de salir de mi cuarto, me mire unos cuantos segundos al espejo. Me sentía orgullosa de portar el uniforme que traía conmigo, me sentía orgullosa de ayudar a mi país, pero sobre todo, me sentía orgullosa de buscar la paz y vencer la injusticia.
Sonreí levemente para mí misma y luego salí de mi recamara. Vivía en una pequeña comunidad en donde las casas estaban pegadas entre sí, así que era fácil para mí poder escuchar como mis vecinos hablaban y hablan del otro lado de la pared. Parece que nadie adora los lunes.
Al salir de mi templo sagrado, caminé directamente hacia la cocina, y lo primero que pude ver fue a mi madre colocando el desayuno en la mesa de madera que había cercana al patio.
—Buenos días —Dije, para luego encaminarme a la mesa y tomar asiento en mi lugar.
Mamá simplemente me miró y sonrió, sin embargo, pude ver algo de tristeza en esa sonrisa.
—¿Ocurre algo? —Pregunté.
—No, es sólo que… no me cansaré de esperar a que un día salgas de tú habitación sin ese uniforme, y me digas que jamás regresarás a Aurora.
Baje la cabeza ante sus palabras.
Sabía que para mí mamá el hecho de que yo trabajará ahí era una tortura, ya que todos los días arriesgaba constantemente mi vida. Quería pasar más tiempo con mamá, quería ser una chica normal y hacer todo aquello que las chicas de mi edad hacen, no obstante, no podía hacerlo, ya que debía cumplir una promesa.
—Mamá, te prometo que en cuanto logre mi objetivo, dejaré este uniforme en lo más profundo de mi habitación y no lo sacare jamás —Mencioné, mientras le dedicaba una pequeña sonrisa a mi madre.
Ella simplemente me miró y me devolvió la sonrisa.
Luego de colocar algunos objetos más sobre la mesa, mamá tomó asiento, y posteriormente ambas comenzamos a desayunar.
—Mamá, antes de ir a Aurora pasaré a ver a Roberto —Ante mis palabras, mi madre me miró y posteriormente regresó la mirada a su comida.
—¿Y eso?. No pensé que hablaras con él.
—La verdad es que no lo hago, sin embargo, hace poco me comunique con él y quedamos de vernos hoy. Tengo algunas preguntas que hacerle con respecto a papá.
El gran Eduardo Smith, uno de los miembros más destacados de Aurora había muerto hace tan solo dos años, en manos de uno de los narcos más peligrosos de Italia. Eduardo había recibido muchos premios por su gran valor, era el mejor, sin embargo, cuando él murió aquel doce de mayo, todos sus compañeros se retiraron de la organización sin decir más. Ese día, los colegas de Eduardo perdieron a un gran amigo, Aurora perdió a uno de sus mejores hombres, y yo perdí a mi padre.
Cuando enterramos a papá, sobre su tumba yo le hice una promesa, y es que personalmente buscaré y llevaré ante la justicia al hombre que le arrebató la vida. Alessandro Rossi, hermano menor del llamado "Rey de la Mafia", era el culpable de la muerte de mi padre, el suicidio de mi hermana y la depresión de mi madre. No me importa cuanto tiempo me tomé, yo misma lo llevaré ante la ley y lo haré pagar.

ESTÁS LEYENDO
El Rey de la Mafia [En Pausa]
RastgeleEL REY DE LA MAFIA. El amor no es un buen ingrediente entre las drogas y la sangre.