—George, te puedes caer— advirtió Wilbur, mirando fijamente los movimientos del menor.
El niño parecía demasiado energético ese día, pues no paraba de correr por todos lados. No le molestaba, pero le preocupaba un poco que se hiciera daño.
Volteo los ojos cuando vio a Quackity correr detrás de él, siguiéndole el juego.
—Por favor, tengan cuidado.
El pelinegro casi se tropieza en una esquina, provocando que el castaño jadeara asustado.
—Ya, me hartaron.
Se dirigió a ellos con una mirada seria, causando que estos empezaran a huir despavoridos, mientras Wilbur los perseguía.
No tardo demasiado en alcanzarlos, apresándolos entre sus brazos para que detuvieran sus movimientos de una vez por todas.
Quackity y George no paraban de reír mientras intentaban zafarse del agarre, pero el castaño hizo más presión, impidiéndolo.
—¡Wilbur!— se quejó el de ojos negros, quedándose quieto al fin.
El pequeño heterocromatico tapó sus labios para dejar de reír.
—No podría soportar que mis dos amores se lastimaran— les confesó el castaño, dejando un ruidoso beso en la mejilla del niño y un corto beso en los labios de su pareja.
El pelinegro sonrió, sentándose en el suelo con delicadeza. Jalo a George hasta en medio de sus piernas, colocándolo en el hueco que se formo. Wilbur se acomodó a un lado de ellos.
Se acurrucaron los tres juntos, intentando descansar.
No duró mucho aquella paz.
—¡Código rojo, código rojo!
Los gritos en el pasillo de a lado los alertaron. Wilbur fue el primero en levantarse, reaccionando de inmediato. Tomó con cuidado la mano de su novio para levantarlo, mientras este cargaba al heterocromatico, quien se aferraba con fuerza a sus ropajes.
Vieron como varios enfermeros corrían sin parar hacia un lugar en específico, lucian desesperados y asustados. Incluso notaron a Eret, Foolish y Puffy yendo hacia la zona.
Cuando voltearon hacia la derecha divisaron también a Tina y Antfrost. Parecían idos de la realidad, revisando el papeleo entre todo el caos. Los pasos de varios doctores resonaban debido al eco.
Todo sonido se detuvo de la nada, dejando un silencio sepulcral. El tiempo pareció detenerse. La gente se quedó quieta, esperando alguna señal.
—Ya falleció.
Escucharon decir a Hannah, quien ya estaba apunto de llorar.
Los pasos se volvieron a escuchar, pero esta vez más lentos. Los ánimos se bajaron rápidamente y el ambiente se volvió tenso.
Ponk estaba caminando hacia el lado izquierdo revisando unos documentos, por lo que le detuvieron rápidamente cuando se cruzó por el pasillo donde se encontraban.
—¿¡Que fue lo qué pasó!?— pregunto Wilbur exaltado, mientras escondía a Quackity detrás de él para mantenerlos alejados de todo.
George alzo sus manitos con desespero, exigiendo que su enfermero le cargara. Ponk no dudó en hacerlo, apegándolo a su pecho con recelo.
No sabía si decirles la verdad o desviar el tema, pero de todas formas se enterarían, así que no valía la pena.
—Acaba de morir un paciente...— comenzó a decir, arrullando con cuidado al niño en sus brazos para calmarle, esperando que estuviera lo suficiente adormilado como para no comprender.
Quackity abrazo por la espalda a su amado, temblando ligeramente.
—¿Que paciente?— preguntó Wilbur directamente, sin querer andar con rodeos.
—Callahan...
George soltó un jadeo en completo pánico, removiéndose entre los brazos del mayor con desesperación. Ponk le retuvo lo más que pudo, intentando tranquilizarle.
Wilbur tuvo que sostener a Quackity para que no cayera de rodillas ante la noticia. Tenía que ser el fuerte de ambos, aunque su corazón estuviera rompiéndose en mil pedazos.
—¿Que fue lo qué pasó...?— cuestionó el castaño, dejando leves caricias en la espalda de su novio.
—Al parecer fue un infarto...— explicó con tristeza, soltando un suspiro —debo irme, lo siento.
Sostuvo con cariño al pequeño que cargaba, escuchando su llanto débil, y se marchó con rapidez. Seguramente iba a la habitación para intentar calmarlo.
Wilbur miro a Quackity con preocupación, viendo que estaba más pálido de lo normal.
—Si quieres llorar, hazlo.
—No... no puedo...
Eso lo hizo parpadear asustado, acercándolo aún más a él.
—Tápate los oídos, cariño— pidió el castaño, observando la mirada confundida del pelinegro —hazlo.
Quackity obedeció, poniendo sus manos sobre sus orejas.
Justo a tiempo, pensó Wilbur, pues enseguida escuchó un grito tan desgarrador y doloroso que seguramente todos pudieron oírlo a kilómetros de distancia.
Alyssa debía estar destrozada.
FELIZ AÑO NUEVO GENTE BONITA <3
se vienen tiempos oscuros...