—Quackity... debes comer algo— suplico Wilbur, removiendo un poco al pelinegro.
—No tengo hambre...— murmuró el chico, ocultándose más entre las mantas.
El castaño se arrodilló aún lado de la cama, mirándole con preocupación. Acaricio con cierta delicadeza algunos mechones negros que caían por el rostro del contrario, logrando así ver sus lindos ojos llorosos, lucian irritados y cansados. Su piel estaba pálida y fría, sin duda parecía un muerto con vida.
—Te sigues viendo tan hermoso— murmuro, tomando con cuidado una de las manos de Quackity para llevarla hasta sus labios, besando el dorso de esta con sumo cariño.
El menor soltó un sollozo lleno de dolor, cubriendo su rostro para que el adverso dejara de mirarlo. Pero Wilbur solo lo tomo por la cintura para alzarlo, sacando un jadeo asustado por parte de su novio, para luego acostarse en la cama y colocarlo encima de él.
Lo abrazo con amor y fuerza moderada, intentando no lastimarle, pero quería hacerle saber que estaba ahí. A su lado.
—Ahorita voy a ir a ver cómo está George, cariño— murmuró con calma, dejando leves caricias en la espalda del contrario —prometo no tardarme. Tommy, Tubbo y Ranboo quieren visitarte, así que no estarás solo.
Dejo un último beso en sus cabellos, volviendo a recostarlo en el colchón con delicadeza. Se levantó cansado, dándole un mirada final a su prometido, para luego marcharse de la habitación hacia el cuarto de George.
Mientras se dirigía con el niño, se puso a sobre pensar, quizás más de lo que debería. Ya no sabía que más hacer para hacerle sentir mejor.
No tardo demasiado en llegar a su destino.
—¡Wilbur!— saludó George, deteniendo su llanto cuando lo vio entrar.
El castaño no dijo nada respecto a eso. Sabe muy bien que todos la están pasando extremadamente mal, y aunque el niño batalle un poco en comprender sus sentimientos, aún así los tiene y sufre.
—Hey ¿cómo te sientes, corazón?— pregunto Wilbur, sentándose a un lado de él.
—Me duele un poco la cabeza, pero estoy sano, eso dijo Ponk— explicó el heterocromatico sin ser muy detallado.
Wilbur dejo un beso en su cabellera, cuidando de no lastimarle.
—Me alegra. ¿Donde está él?
Como si le hubiera invocado, la puerta fue abierta, dejando ver al enfermero del menor, quien le dio una sonrisa apenas lo noto.
—Hola, Wilbur.
—Hola, Ponk.
Ambos se saludaron de la mano, ciertamente eran buenos amigos, pero por las reglas del internado no solían hablarse demasiado.
—Bien, en ese caso, debo volver con Quackity. Cuida bien de él.
Salió de la habitación tras recibir una afirmación de parte de Ponk.
Iba a comenzar a caminar cuando un grito le detuvo.
—¿¡Wilbur!?
Volteó, encontrándose con Foolish. Se acercó a paso lento, algo curioso.
—¿Quien está con Quackity?— preguntó rápidamente el enfermero, como si le urgiera saber aquello.
—Mis hermanos. ¿Por qué?
—Ahora más que nunca no pueden dejarle solo. En la última sesión que tuvimos le diagnostiqué depresión. ¿No te lo dijo?
Wilbur se quedó sin palabras.
Ahora sin duda comprendía más las cosas.
—Bien, me encargare de cuidarle, no te preocupes— aclaró el castaño, asintiendo con la cabeza.
Foolish hizo una mueca de preocupación.
—¡Wilbur!
Ambos llevaron su mirada hasta Tommy, quien venía corriendo hacia su dirección. Eso hizo que Wilbur se pusiera alerta.
—¿Donde está Quackity?— cuestionó el rubio apenas llegó a su lado.
—¿Que...?
—Fuimos a su habitación, pero no hay nadie. Lo hemos estado buscando, pero tampoco lo encontramos en ningún lugar— le explico Tommy intranquilo —Tubbo y Ranboo le siguen buscando.
Las palabras de su hermano despertaron un horrible presentimiento en él. Ni siquiera espero otro segundo más, salió corriendo rápidamente con un solo objetivo en mente, encontrar a su prometido.
Busco en el comedor, en la cocina, en el hospital, en las oficinas, en los archiveros, en el jardín, pero no había rastros de su amado.
¡El almacén!
¿Cómo pudo olvidarlo?
Emprendió una carrera hacia ese lugar, yendo lo más rápido que podía, pero ya casi no le quedaban fuerzas. Su ánimo estaba por los suelos.
Al abrir la puerta, cayó de rodillas.
—¿Quackity...?
Sus ojos escocían, pero extrañamente no podía apartar la mirada de aquella imagen.
El amor de su vida... estaba colgado del techo.
Sintió ganas de vomitar, pero no lo hizo. Se mantuvo ahí, estático, mirando fijamente a su pareja.
Lloraba de manera silenciosa, sin atreverse a moverse ni un solo centímetro.
Solo habían sido cuestión de minutos para perderlo.
No podía más. Ya no podía más.
—¡Wilbur!
Foolish llegó hasta su lado, quedándose inmóvil también cuando noto lo que sucedía.
—Mierda...