3. Ristretto

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Después de esa primera semana, por fin mi amiga Bee y yo, tuvimos una videollamada. Ella me contó cómo seguía la vida después de mi partida y yo le relaté las historias de las cosas que habían pasado desde mi llegada.

Beatriz, esa morenaza hermosa de pelo rizado esponjoso y abundante, era mi mejor amiga; nos conocimos en la secundaria, cuando a ambas el portero de la escuela nos dejó fuera del colegio por llegar tarde. Desde ese día fuimos como uña y mugre.

-Ese imbécil de Cameron ya consiguió nueva víctima. -dejó caer luego de un rato.- Es Melissa, ¿la recuerdas?, esa que siempre fumaba la hierbita feliz debajo de las gradas de la escuela.
-En realidad, no quiero hablar de eso, Bee. No quiero volver a saber nada de él.
-¡Ay amiga!, tampoco te culpo, después de lo que pasó...

A lo que Bee se refería era como mi antiguo novio me drogó en una fiesta e intentó abusar de mí, mientras sus amigos lo instaban a hacerlo, justo frente a ellos.

Era virgen a los veinticuatro años, para mí eso no era un problema, seguro que había otras chicas en la misma situación. Yo era una orgullosa introvertida, centrada en mis cosas, en realidad aquello no era una prioridad para mí, sabía que tarde o temprano debía pensar en ese tipo de cosas, claro, pero simplemente la oportunidad no se había dado.

Durante mi adolescencia, creía que era una cuestión de sentirme lista, encontrar a la persona y el momento adecuado y todo se daría de forma natural, pero el tiempo seguía pasando y ya empezaba a sentir la presión social. Así que al final decidí empezar a salir con algún muchacho y Cameron estaba ahí.

Estábamos en la fiesta de la fraternidad, dónde se espera que los chicos se diviertan y pasara lo que tenía que pasar. Yo le confié mi situación, le dije que aún no había tenido relaciones sexuales con nadie y que necesitaba más tiempo para decidir estar íntimamente juntos. Ciertamente, no era lo que él esperaba y desde ese momento cambio conmigo por completo. Si no hubiera sido porque alguien llamó a la policía de forma anónima, por el ruido de la música, no sé qué hubiese sido de mí.

Luego de ese incidente mi hermana decidió llevarme con ella. Yo no había estado aguardando por alguien especial para perder la virginidad y no creía tampoco que esa persona indicada algún día aparecería, pero esa experiencia con Cameron me había hecho cambiar de opinión.

Ciertamente, perder la virginidad era un acontecimiento especial para una chica y ese privilegio debería ser entregado a alguien que supiera valorarlo, lo peor es que casi la pierdo de la peor forma posible, por eso... Por eso ahora no solo quería perder la virginidad más que nunca, sino que quería hacerlo bajo mis términos y condiciones, porque no permitiría que otra vez alguien intentara robarme ese derecho.

-¿Y ya encontraste a algún guapo italiano que te haga ese pequeño favor? -¡Bee! -a veces me avergonzaba su sinceridad.
-Bueno, algún día tienes que hacerlo y que mejor con un apuesto extranjero.
-No te negaré que aquí hay unos chicos extremadamente atractivos, incluso las chicas son increíbles, pero respondiendo a tu pregunta: no, aún no encuentro al caballero con la excalibur. "Guiño, guiño" -mi respuesta era un tanto ambigua, porque en realidad en ese momento no era que no tuviera una idea de a quien legar esa misión, solo que ese dichoso soltero codiciado aún no se presentaba ante mí.
-¡Ánimo Eli!, estoy segura de que lo encontrarás y luego podrás vivir tu vida como los conejos.
-¡Bee! -la regañé otra vez, pero me estaba riendo con sus ocurrencias.
-¡No he dicho nada! Solo digo que cuando estés lista podrás saltar de felicidad como un conejo.
-¿Sí?
-De zanahoria en zanahoria, guiño, guiño -concluyó otra vez con una de las suyas.
-¡Lo sabía! Eres una pequeña pervertida, Bee. -ambas reímos. Luego de un rato, ella volvió al ataque.
-Cambiando de tema, ¿Qué pasó con ese muchacho rumeno del que me hablaste? -Ahora que lo mencionas, no lo he vuelto a ver, al principio estaba aliviada, pero recordé cómo esos sujetos "lo acompañaron"
-Qué turbio, pero ¿te imaginas?
-¿Qué cosa?
-Elena, es obvio, ¿y si nunca volvió a su casa?

Il bel caffèDonde viven las historias. Descúbrelo ahora