6. Doppio II

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Dedicado a Brii: Porque tú ya sabes los acontecimientos este capítulo antes de leerlo.

Mi turno acabó al llegar el medio día. Ya empezaba a cambiar el clima, así que era un día hermoso con el sol en todo su esplendor. Tenía el resto de la tarde libre, por lo que Marianne me propuso dar un paseo para mostrarme la ciudad de Tivoli que estaba a media hora de nosotros en carro.

Durante todo el trayecto escuchamos música y charlamos de todo y nada. Al llegar, lo primero que hicimos fue pasarnos por lugares icónicos de Tivoli, como la Villa d'Este, un magnífico palacio renacentista que contaba con impresionantes jardines, fuentes y juegos de agua.

También vislumbramos las antiguas ruinas de la Villa de Adriano, un extenso complejo de lujosos palacios y templos que una vez pertenecieron al poderoso emperador romano.

Me tomé fotos en todas las esculturas y edificios que pude, mi hermana me hacía la segunda, ayudándome a tomarlas. Luego de eso, entramos al centro de la ciudad, aparcamos cerca del castello della Rocca Pia y bajamos a disfrutar del exterior.

—Este es el tipo de día que te hace sentir que todo va a estar bien, ¿no? —pregunto Maríanne, suspirando. Le devolví la sonrisa.
—¡Sí, lo es! Disfrutémoslo mientras podamos. —y así lo hicimos, saboreamos cada momento de nuestro relajante paseo por las pintorescas calles de Tívoli.

Caminamos por las calles adoquinadas de la hermosa ciudad. El aire estaba lleno de aromas de las flores que adornaban los espacios verdes. Los sonidos de la gente hablando en italiano llenaban el aire con otras lenguas extranjeras de los turistas, creando una sensación de vida y energía. El sol nos calentaba la piel, la brisa nos refrescaba la cara. La ciudad era una fiesta para los sentidos.

Las calles empedradas estaban llenas de coloridos edificios, cada uno más encantador que el anterior. El aroma de las flores llenó el aire, mezclado con el aroma del café italiano recién hecho y los pasteles. Al pasar por una pequeña floristería Marianne señaló un arreglo de rosas blancas.

—La rosa príncipe. —analicé sus pétalos gruesos y delicadamente esculpidos.
—Es el mismo tipo de las que tenemos en el bar.
—Asi es. —corroboró, con un aire de añoranza en su rostro.— Es mi flor favorita, porque fue la primera flor que me regalo Alessio cuando me conoció y fueron este mismo tipo de flores las que usó para pedirme matrimonio. —sonreí y me agaché para olerla, Era un aroma fresco, pero de un carácter romántico.

Nos detuvimos en un bar, su especialidad eran los postres y sándwiches diseñados. Marianne eligió el «procciuto» y yo Elegí el que tenía camarones y una deliciosa salsa blanca, de tomar ordenamos dos caliches de burbujeante proseco. Nos sentamos en la parte de afuera y vimos a la gente pasar, era una zona muy popular, había gente de muchas partes del mundo, haciendo turismo. La charla de los lugareños se mezcló con el sonido de la música que sonaba cerca, creando una alegre sinfonía que levantó aún más nuestro ánimo. Marianne se volvió hacia mí y sonrió.

Por un momento, los problemas del mundo se desvanecieron y todo lo que importaba era este idílico momento en el tiempo, disfrutando del calor del sol y de la compañía mutua, antes de regresar al pequeño paese. Pedimos otras dos copas de proseco y brindamos por un día maravilloso, esas dos copas se convirtieron en un par más, mi hermana tenía más resistencia al alcohol, pero yo desde la segunda estaba demasiado feliz.

Ya era hora de volver y mientras regresábamos al estacionamiento, sentí que me invadía una sensación de satisfacción. La belleza y tranquilidad de Tívoli me había dejado una impresión imborrable, aunque también pondría ser el efecto del burbujeante proseco que tomamos en el aperitivo, pero yo sabía que nunca olvidaría ese relajante paseo por esta encantadora ciudad de Italia.

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