Dedicado a Giss, gracias por estar siempre pendiente de mis libros y ser siempre un gran apoyo. Quién tiene personas como tú cómo amiga lo tiene todo. ❤️
—Deja de verme así, es molesto. —dije dejando un vaso de negroni sobre su mesa. Los ojos dorados de Mirke no se inmutaron y continuaron escrutándome. Yo respiré hastiada y continué con mi trabajo.
Desde que me había atrapado entrando en casa de Marcelo ese domingo pasado, no había dejado de ir cada uno de mis turnos y sentarse a analizar uno por uno mis movimientos. Incluso cuando iba con sus amigos ya no iba a su mesa habitual en la parte trasera, ahora se sentaban en una de las mesas del frente que tenían vista al bancone. Todo para mantenerme vigilada.
Cómo iba yo a saber que Mirke Donati era vecino inmediato de Marcelo, en una elegante casa que quedaba sobre una pequeña colina y que me había visto tranquilamente desde su porche.
Ese como los demás días había ido a echarme el ojo. Por suerte casi era el fin de mi turno y podría irme a casa de mi hermana y descansar de su no deseada atención. Al menos eso creía yo.
Cuando salí de los vestidores Mirke Donati había desaparecido del local, imaginé que se había dado por vencido y que se había ido, pero no fue así.
Me di cuenta de que el sol ya empezaba a ponerse, él estaba inclinado sobre su deportivo gris volcano y en cuanto salí me siguió con aquella punzante mirada. Estaba cansada de toda aquella inquisición, así que decidí enfrentarlo.
—¿Sabes qué? Si vas a decir o hacer algo con lo que viste, pues hazlo, no me interesa.
—¿Ah no? —No, tengo mi conciencia limpia, ese día solo comí con Marcelo y su familia, así que haz lo que quieras... —Él se quedó en silencio por un momento.
—¿De verdad piensas que soy el tipo de hombre que va arruinando la reputación de una mujer? ¿Qué clase de sabandijas te has topado hasta ahora?
—Es que... —recordé a Cameron, mi ex. aquella descripción iba perfectamente con él, pero no encajaba en nada con el heredero Donati. Volví a centrarme en lo que importaba.— ¿Pues qué rayos quieres? Por qué vienes al bar y te me quedas mirando como un psicópata todo el tiempo? —Mirke rió Tenía una sonrisa fragante y etérea, se veía que estaba disfrutando haciéndome sentir incómoda.Luego su expresión cambió. Se levantó de su auto y caminó hacia donde yo estaba. La Luz del sol desapareció y todo quedo en penumbra, coincidiendo con su avance hacia mí dándole un aire siniestro. Yo instintivamente eché hacia atrás, mientras las tenues luces de la calle empezaban a encenderse.
—Es que me da curiosidad...
—¿Curiosidad?
—Sí, es que no sé que te mueve... Porque si es poder y riqueza estás buscando en el lugar equivocado, —se acercó a mi arrinconándome contra la pared. —a quien deberías estar seduciendo... —se lamió los labios de una manera provocativa— ...es a mí.Traté de detener su avance colocando la mano en su pecho, lo cual solo fue peor, era como tocar una firme y bien moldeada escultura de mármol. El calor subió a por mejillas, tornandolas de rojo, su perfume fresco y embriagador me envolvió.
Acaricio mi cabello entre sus dedos, sentí su aliento sobre mi piel, me estaba provocando, yo no quería acobardarme y mostrarme débil, pero estaba demasiado cerca. Mis piernas temblaron al saberme vulnerable y que no tenía el control sobre aquella situación.
Cuando se acercó más un escalofrío me atravesó el cuerpo y dejé salir un suspiro, él primero se impresionó y luego esbozó una media sonrisa, siguió avanzando hasta que casi podía sentir el roce de sus labios sobre los míos y solo cerré los ojos.
Un ruido nos espantó a los dos, cuando alzamos la vista, Allegra Mancini nos miraba tan asombrada como nosotros a ella.
—No es lo que parece. —dije tratando de explicarle, pero ella solo se acercó al contenedor del reciclado y depositó en el conjunto de cajas.
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Il bel caffè
RomansaElena es una joven de veinticuatro años, que está decidida a perder su virginidad de una vez por todas, por razones personales se muda a italia y empieza a trabajar en el bar cafe de su hermana. Elena nunca se imaginaría que allí en aquel pueblito...