2. Cappuccino

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Me quedé en blanco por un momento, no me importaba mucho, en realidad si el segundo de los solteros codiciados, me encontraba o no atractiva, yo daba por hecho que no tenía la gracia ni belleza clásica de una mujer italiana, aun así, me pareció ofensivo que se expresara en frente de mí de una manera tan superficial y despectiva.

Miré a Leandro dispuesta a decir algo, pero no tuve tiempo de reaccionar a lo que acababa de escuchar, ya que Giovanni,  mi hermana y mi cuñado habían regresado.  Ginevra, los saludó como si nada y luego se levantó para ir  a la barra a hacer su pedido.

—Ya tengo que irme.  —dijo Gio mirándome apenado.
—Pero a penas si has probado tu copa de Champaña. —reclamé un poco contrariada.
—¿Le hablas de alcohol al abstemio de lacio? —intervino Leandro burlándose de él. Al principio Gio no le hizo caso, al parecer estaba acostumbrado a sus bromas pesadas.—Pero si este hombre es casi un santo, no ves que lleva su propia aureola. —le echó un brazo al cuello de manera brusca, haciendo que se inclinara hacia adelante y con la otra mano señaló su cabeza; hasta ese momento me di cuenta de que en la parte de arriba de la coronilla el pelo de Gio era más claro que el resto, dando un curioso efecto de luz. 
—Es una marca de nacimiento. —explicó rápidamente algo nervioso, soltándose del agarre de Leandro. Se sacudió y se acomodó otra vez el cabello.— Me retiro, debo ir a editar las fotografías de unas ruinas antiguas que he tomado hoy.
—¡Oh que bien!, me encantan tus fotos —dije genuinamente emocionada, a la vez que  intentaba cambiar de tema.
—¿En serio? —intervino Leandro alzando una ceja.
—Sí, en serio. —confirmé clavándole la mirada de forma acusadora, lo que él entendió.
—Gracias Elena. Si quieres te las puedo mostrar luego. —contestó Gio dudoso, mientras yo asentía.— o sea, puedo venir y mostrarte o si prefieres ir conmigo la próxima vez, así ves todo el proceso, aunque tal vez… 

En menos de un segundo, Gio empezó a hundirse en un mar de dudas solo por la posibilidad de invitarme a sacar fotos con él. Cada vez que proponía una cosa, luego proponía otra y dudaba sobre si sería buena idea, si haría buen tiempo o que haríamos si nos encontrábamos un lobo o un jabalí, luego se preocupó por si yo querría ir y me volvió a preguntar si de verdad me apetecía o solo estaba siendo amable. Comprendí en ese instante que el soltero número tres, era terriblemente paranoico e indeciso. 
—No tenemos que decidirlo ahora —interrumpí sus pensamientos.— podemos tomarlo con calma y planificarlo bien, ¿de acuerdo?
—Cierto, tienes razón. —luego de eso se retiró más tranquilo. Mientras tanto, Leandro estaba frente a mí mirándome con un “te lo dije” atascado entre los ojos. 

Mi cuñado sugirió que fuéramos a su casa a cenar y seguir brindando por mi llegada. Para mi sorpresa, Leandro estuvo de acuerdo y ofreció otras dos botellas de vino de las tantas que tenía en el baúl de su coche.

Durante la velada, el segundo de los solteros, se portó de manera agradable y risueña. No dejaba de tomar, me parecía increíble su resistencia al alcohol, pero también empecé a entender por qué mi hermana me había dicho que por algo aquellos hombres tan codiciados no habían encontrado esposa.

En el caso de Leandro era su amor por la bebida; Su familia poseía los viñedos más importantes de la región, que eran la fuente para la elaboración de uno de los vinos más antiguos de Lacio; también era un sommelier profesional y eso en manos de alguien como él, era como una licencia para matar.

Tres horas después yo trataba de mantenerme despierta, pero estaba agotada del viaje y anestesiada por el alcohol, sin mencionar que no me apetecía mucho seguir sirviendo de compañía para alguien a quien yo le resultaba visualmente tan desagradable. Mis ojos ya empezaban a cerrarse del cansancio, cuando él se dirigió a nosotros.

—Creo que es hora de irme —dijo finalmente— nuestra pequeña amiga está babeando sobre la mesa.
—Yo no estoy... —me tragué lo que iba a decir porque al tocar donde el muchacho estaba señalando en efecto tenía un hilo de baba.
—¿Vas a casa? —preguntó Alessio y Leandro negó con la cabeza.
—Me están esperando para seguir la fiesta en otro lado. —me pregunté cómo aquel sujeto podía llevar una vida como aquella, ¿De dónde rayos sacaba la energía?

Il bel caffèDonde viven las historias. Descúbrelo ahora