El aliento se le iba con cada segundo que pasaba, y con ello su vida. Había sido ultrajada por un grupo de bandidos mientras cruzaba el camino Real rumbo al río en busca de agua. Elvaria ya sólo esperaba el frío de la muerte, la sentía cada vez más cerca, sentía la sangre correr sobre su abdomen producto de la puñalada de uno de sus agresores. Tirada boca arriba se apretaba con ambas manos la herida que cada vez cubría de carmesí su vestido blanco semejante a la tinta derramada sobre una hoja blanca. Sabia que los gritos y las súplicas de ayuda no servirían de nada, sólo veía el cruzar de las nubes, las aves surcando la bóveda celeste, las copas de los frondosos árboles y los recuerdos cayendo como cascada, agonizaba. Contaba apenas con dieciséis veranos, <<estoy muriendo, no puedo morir, no quiero morir>>, se decía, pero se aferraba a la vida cómo una raíz a la tierra; escuchó a lo lejos el galope de caballos, no sabia si lo estaba alucinando por la debilidad de sus sentidos o si aquello era real, de pronto se dio cuenta que era tan real como la sangre que manaba de su vientre; era un grupo de caballeros, lo podía notar por la la fachada de sus armaduras y de los estandartes que portaban, banderas con la silueta azul carmesí, la figura de un pegaso azul extendiendo sus alas en un fondo blanco, el par de caballeros abanderados se hicieron a un lado en sus respectivos caballos cuando uno de los caballeros que montaba el equino más blanco que hubiera visto Elvarya en su vida, ella entre su visión borrosa miró cómo el caballero bajó ágilmente, era muy alto y delgado, se quito el casco dejando caer su largo cabello negro para examinar la herida. Atrás lo siguieron otros tres que hicieron lo mismo, pero sólo observaban la acción de él.—Señor Aren, no tenemos tiempo que perder su tío nos espera cuanto antes en el castillo, —indicó acelerado uno de los hombres de nombre sir Henry, que al parecer era el de mayor edad—. De seguro estarán cerca los ladrones que le hicieron esto a la pobre chica.
—Olsen, temo que se le olvida una de las primeras reglas de nuestro código, ayudar al herido y herir al enemigo. Si tenemos que realizar ambas acciones lo haremos, debemos de llevar a la chica con algún maestro de la salud,
—Pero primero debemos de parar la herida señor —dijo otro caballero que tenía la mirada de inocencia de nombre Keint—, de lo contrario no aguantará la mujer.
Elvarya con esfuerzo podía mantener los ojos abiertos, pero el aire se le escapaba, no importaba lo que costara pero deseaba otra oportunidad. De pronto vio como el caballero que le sujetaba la herida, con una manos desenfundó su filosa daga y la miro profundamente.
—Siento mucho lo que voy hacer -susurró el caballero.
Elvarya abrió los párpados al escuchar aquella palabras, se imagino la misericordia de aquel caballero y no esperaba más, tal vez era lo mejor, una muerte fugaz, sin tanto drama, sólo le atormentaba saber la reacción de su hermano Xandrey cuando la viera muerta, ultrajada y con un río de sangre a su alrededor, pero ya no tendría conciencia como para ver el dolor de su hermano, después de la muerte de sus padres él se había hecho la promesa de cuidarla, se había hecho soldado de Lillium para que a ella no le faltara nada, sin embargo Xandrey siempre se culpa por no haber podido hacer nada por salvar a sus padres, pese a ser un excelente guerrero, había hecho encontrado la redención en la cerveza y las mujeres, pero aún así Xandrey siempre la había cuidado <<hiciste lo mejor que pudiste hermano, tú no tienes la culpa>> pensó Elvarya mientras sentía el filo de la hoja acercarse a su cuerpo, o tal vez lo imaginó. Con mucha sutileza, el caballero perforó la tela del vestido y lo corto en dos, dejando al desnudo el suave cuerpo de Elvarya.
—Olsen, necesito que traigas agua y tú Keint enciende una fogata ¡rápido! —ordenó efusivamente Aren.
—Señor, no tenemos tiempo para eso, debemos de volver pronto a Arcadia —explicó sir Henry, el guardia más viejo.
Cuando Olsen llegó con un poco de agua en una ánfora Aren limpio la herida de Elvarya y puso la daga en la fogata que había hecho Keint, cuando estuvo al rojo vivo el filo, sin previo aviso lo puso sobre el orificio para que la herida quedara sellada. Elvarya lanzó un gritó de dolor y luego se desmayo.
—Disculpe señor —dijo sorprendido Keint—, ¿Dónde aprendió esto?
—Cuando participas en las batallas y viajas en los caminos aprendes muchas cosas Keint, —respondió con una sonrisa— bien, creo que funcionó, aunque quedó inconsciente, pero nos dará tiempo.
Escucharon las ramas tronar a la distancia, rápidamente con la espada desenvainada sir Henry, el viejo, avanzó para ver de quien se trataba, daba por hecho de que eran los bandidos que los estaban emboscando, sin embargo era una vieja que estaba juntando leña, al parecer no se había percatado de la presencia de ellos ya que unos árboles y arbustos tapaban la visibilidad. Sir Henry lanzó un bufido y con una señal indicó al resto de los hombres que no había peligro. Mientras caminaba hacia su caballo, y vio como Aren despojó a Elvarya de su vestido blanco teñido de sangre y le puso su propia capa, aunque el movimiento fue muy rápido, no pudo evitar que el joven Keint se ruborizada y volteará a otra parte después de observar los delineados pechos pálidos de Elvarya .
—¿Qué pasa muchacho? ¿nunca has visto a una mujer desnuda? —preguntó sorprendido Aren.
—Sí, una vez, entré por error a la letrina y estaba bañándose una de mis hermanas. —respondió tímidamente Keint.
—Eso no cuenta, pero es algo normal, algún día tendrás experiencia muchacho ahora hay que llevarla cuanto antes con algún maestro de la salud —indicó Aren mientras montaba su caballo—, ayúdame a subirla Keint.
El joven la levantó y la colocó en la parte de enfrente, Aren la agarró con fuerza con una brazo y con el otro dirigió a su caballo.
Pero al mismo tiempo un grito abrumador de varias voces se abalanzó contra ellos, eran los mismos ladrones que habían ultrajado a Elvarya que estaban esperando el momento adecuado para atacar.
—Te lo dije Aren —exclamó Henry mientras volvía a desenfundar su espada igual que sus compañeros.
—¡Defiendan a Aren en un círculo! —ordenó sir Henry—Vete con la mujer Aren, que te acompañe Keint.
—No puedo dejarlos, ellos nos multiplican en número. —dijo Aren indeciso, por un momento dudo si bajarse y combatir contra los ladrones.
—¿Ya olvidaste el código Aren? —preguntó sarcásticamente sir Henry ante la mirada de resignación de Aren quién frunció los labios y cabalgo a toda velocidad. Nadie notó que entre los matorrales, se encontraba la anciana que recogía leña, observó cómo Aren pasó a toda velocidad con Elvarya semidesnuda y agonizante.
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LA OSCURA PROFECIA DE RAPSODIA/SANGRE Y METAL
FantasyEn un lejano multiverso, existía el planeta Metalurgia, dónde reinaba la depravación, superstición, la magia, pasión y el honor. Metalurgia estaba llena de maravillas y horrores, dividida por tres grandes continentes, Valum la cuna de la magia...