La mazmorra sólo era iluminada por la tenue luz de las antorchas, en uno de tantas celdas se encontraba la reina Morrigan , la entrada estaba escoltada por seis guardias imperiales, los latigazos azotaban con fuerza la espalda de uno de los títeres de la reina, como no podía encadenarlo al no tener brazos le habían puesto una cadena en el cuello, gritaba pero ella cada vez lo azotaba más fuerte, en ocasiones el títere caía de rodillas pero al ahogarse volvía a incorporarse. El supremo hechicero Alexter Cromley la observaba, no le causaba gran asombro lo que la Morrigan le hacia al hombre sin brazos, lo que lo asombraba era el rostro de dicha de Morrigan y su mirada de maldad y belleza, como una alma tan oscura podía estar en un cuerpo tan hermoso.
—Mi señora, ¿no creé que ya ha sido suficiente castigo? —dijo el brujo.
—¿Acaso crees que una ofensa la perdonaré tan fácil? este imbécil se ha atrevido a insultarme, no me ha querido dar su agua de vida, ¿qué cree que soy? —replicó Morgana.
—Mi señora, ya deténgase, no fue mi intención, mi cuerpo ya no responde, perdóneme no fue mi intención...ofenderla, mi cuerpo no responde mi señora.
—¡Cállate imbécil! me detendré hasta que yo lo decida!, tu no me vas a dar órdenes. —contestó Morgana mientras seguía dando latigazos cada vez más rápido y más fuerte.
Morrigan más que odio lo hacia por satisfacción, el hechicero estaba acostumbrado a verla actuar de esa forma, no le extrañaba, pero notaba en ella algo diferente, la sentía nerviosa y alterada.
—Mi señora, —interrumpió Cromley — creo que ya te estás excediendo, con todo el respeto que te mereces, pero la gente ya empieza a decir rumores sobre tu conducta y todo esto es un hecho que llegará a oídos no sólo de tu esposa John Link, no hace falta recordarle que según las leyes de Rapsodia merece pena de muerte desonrar la imagen del esposo sea quién sea, y por otra parte mi señora usted es hermana del emperador de toda Rapsodia, creo que a usted se le ha olvidado el tipo de hombre que es su hermano su majestad Hagard, no es un hombre que toleré los escándalos de su familia.
—A mi no me importa lo que la gente diga, ni lo que digan ese par de imbéciles, ancianos decrépitos que ya no tienen pasión en su sangre, yo soy la hermana del emperador y cualquiera que me contradiga lo pagará muy caro ¿no es así mi títere? —dijo la reina mientras seguía azotando al títere, tenía mucha práctica con el látigo, adornado con pequeños pedazos de metal para causar un dolor mayor y que salpicaba de sangre tanto las paredes como las ropas de Morgana, razón por la cual Cromley no se acercaba más, Morgana le pegaba con todo su odio, le golpeaba más y más fuerte, la sangre recorría la espalda del indefenso hombre acompañada por gritos de dolor que emanaba de aquel débil cuerpo.
—Ya sé que le han llegado rumores a mi esposo y a mi hermano sobre mis placeres ¿no te parece razón para comportarme así? debes de ayudarme mi hechicero —explicó Morgana al momento de hacer una pausa para descansar su atlético brazo, se acercó al umbral de la puerta dónde se encontraba Cromley, ella se acercó lentamente, hasta el punto de rozar nariz con nariz.
—Pues usted no ha hecho nada para ocultarlo, los títeres se pasean por su castillo, aunque su esposo piensa que son parte de su harem, sospecha las cosas hace usted en el sótano pero no se imagina ni por un instante todo lo que realmente le ha hecho a estos hombres y los rituales paganos que hace, de saberlo la llevaría ante el tribunal de la misericordia sin dudarlo y si su hermano se entera, él mismo sería capaz de darle a mi señora la misericordia inmediatamente sin tribunal, lo conoce bien.
—Lo sé mi hechicero, pero también sé que tu no permitirás eso ¿verdad? —respondió Morgana mientras metía su mano abajo de la túnica de Cromley, resptando hasta encontrar su miembro, lo tomó con fuerzas, el aliento de Cromley se contuvo y su mirada se dilató— ¿Me vas ayudar?
—¿Alguna vez te he decepcionado mi señora?
—Desde que éramos niños, jamás mi hechicero, jamás me has traicionado, también tú recuerda, gracias a quién estás aquí con todos los privilegios, de lo contrario seguirías en el claustro con todos esos brujos y magos de aquel mugroso continente de Valum, sin poder siquiera tocar alguna mujer como lo has hecho aquí con todas esas niñitas ¿acasó crees que lo lo sé? —susurró en el oído de Cromley mientras que con otra mano bajaba su sostén dejando al descubierto un pecho exuberante y un sutíl pezón casi del mismo color de la piel de Morgana, ella tomó una de las manos del brujo para que lo acariciará.
El mago se ruborizó, en parte por las palabras de Morrigan, por otra debido a las caricias recibidas pero sobre todo al sentir la piel de pálido terciopelo de Morrigan; se quedó mudo, sin palabras y disfrutando de aquellos dedos ensortijados con rubís y gemas que se movían con agilidad y fuerzas empujando y jalando.
—Dime qué tienes planeado y te ayudaré sin dudarlo mi señora —respondió Cromley.
—¿Hiciste lo que te pedí? sobre convencer a mi hermano para que decida desaparecer a los viejos, esos malditos ancianos del concilio me detestan y si tienen la oportunidad me juzgarían dándome su piedad, tengo que deshacerme de ellos.
—Claro mi señora, su hermano, el emperador Haggard en estos momentos se encuentra en Solaris, seguramente hablando con su señor esposo, el rey de Solaris sobre el decreto imperial.
—Muy bien, entonces debes de esperar hechicero, sabrás cuando mi plan esté en marcha, sólo sigue con tu hechizo sobre mi hermano, que su voluntad se doblegue, y veremos el caos en toda Rapsodia y nosotros podremos estar juntos sin problema.
—Así era mi señora. —respondió automaticamente Cromley, mientras se daba la vuelta. La reina Morgana continuó azotando sin misericordia a su muñeco hasta que sus manos se llenaron de ampollas.
ESTÁS LEYENDO
LA OSCURA PROFECIA DE RAPSODIA/SANGRE Y METAL
FantasyEn un lejano multiverso, existía el planeta Metalurgia, dónde reinaba la depravación, superstición, la magia, pasión y el honor. Metalurgia estaba llena de maravillas y horrores, dividida por tres grandes continentes, Valum la cuna de la magia...