Polos Opuestos I

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_____'s PoV:

Estaba en el aeropuerto acurrucada en uno de esos asientos incómodos tapada con mi campera. Tenía sueño, no pude dormir durante todo el vuelo porque unos nenes no paraban de gritar. Había viajado por las fiestas a México con mi mejor amigo dejando a mi novio y familia en Córdoba ya que ellos no podían venir por motivos de trabajo o lo que fuese.
— ¿Hablaste con Bauti? —Preguntó mi mejor amigo cuando yo ya me estaba por dormir.
— Hijo de puta, justo que estaba cerrando los ojos. —El se rió y me abrazó.— No, sigue enojado. —Levanté mis hombros, se había puesto celoso porque elegí viajar con Ulises.
— Que tonto que es. —Negó haciendo una mueca y me volvió a ver. — ¿Por qué no le cortas? Todo el día estas renegando con el.
— Tenes razón pero si le corto ahora va a flashar que vos y yo...—Exagere una mueca lo que provocó que los dos nos riamos.— Aparte mi familia lo re quiere pero te juro que yo me re aburro.
— Porque no estas enamorada. —Finalizo apuntando con su índice en mi dirección.— Vos mereces una banda, negrita. Esta bien, es buen pibe, tu familia lo quiere pero a mi me parece que la que da el veredicto sos vos.
— Puede ser, ya cuando lleguemos al hotel hablo con el. —Suspiré y me levanté agarrando mi valija y mis cosas.
Nos habíamos sentado esperando que se descongestione el paso a los taxi. Ahora que estábamos más despejados Ulises entendió mi señal y me siguió.
Entrecerré los ojos al chocar con la fuerte luz del sol y levanté la mano para frenar un taxi.
Hicimos nuestra vuelta al hotel y al llegar, bajamos y nos metimos al lobby.
Mientras hacíamos el Check- In, sentí un dedo punzante en mi muslo, entonces volteé y pude ver a una nena pequeña que río cuando yo me di la vuelta.
— Hola, beba ¿Como te llamas? —Hice cuclillas y la mire a los ojos subiendo mis lentes de sol a mi cabeza.
— Olivia. —Dijo con dificultad, se notaba que no sabía hablar del todo.
— ¿Estas solita? —Le pregunté mirando al rededor. Ella asintió entonces yo le ofrecí mis brazos para cargarla, a lo que ella accedió.— Uli, me encontré una nena. Creo que esta perdida, voy a ver si encuentro a su mamá.
— Bancame, ya te ayudo. —Dijo tratando de apurar a la secretaria a lo que yo negué.
— No, tranqui. Vos termina eso rápido yo ya vengo.
— Pareces una princesa. —Me dijo la pequeña agarrando un mechón de mi pelo.
— Vos sos una princesa. Contame ¿Estás con mamá o papá? —Le pregunté sosteniéndola.
— Con papá. —Pareció caer en que estaba perdida y pude ver una brisa de preocupación asomándose por su cara.
— Tranquila, lo vamos a encontrar. Decime como se llama tu papá y como se ve. —Pregunté caminando por el lobby.
— Estaba en la playa. —Señaló hacia la puerta que tenía una clara vista directa a la playa.— Tiene pelo negro y muchos tatuajes. Se llama papá. —Sonreí, claro, era una nena chiquita.
¿Como puede ser tan descuidado? ¿Quien deja a una nena tan chiquita sola? Mira si se la encontraba alguien peligroso.
Vi a la gente correrse de repente y escuche unos gritos.
— ¡Oli! ¡Hija! ¿Donde estas? —Hablo el morocho a lo lejos e instantáneamente supe que el era el padre, eran iguales.
— ¡Papi! —Gritó la nena y el se acercó rápido hacia nosotras.
Me tomé un segundo para examinarlo. Era un morocho precioso, con ojitos chinitos y se tocó el pecho con alivio, vi sus músculos, estaba con el torso desnudo. No me culpen, cualquiera hubiese mirado igual. Algo en su cara se me hacía conocido.
— Hija, me asustaste. —Dijo y extendió sus brazos hacia ella para después alzarla.—Muchas gracias, me salvaste.
— Decir que no te tocó una secuestradora, tené cuidado. —Sonreí y pude darme cuenta de que me estaba mirando un poco de más diría yo.
— ¿Sos de Córdoba? —Preguntó con una sonrisa que me dejó embobada.
— Me delató el acento. —Reí.— ¿Ustedes? —El pareció extrañado lo que me hizo ponerme un poco nerviosa.
— De Buenos Aires. —Relajó su gesto lo que ahora me había dejado confundida.— Soy Enzo, un gusto. —Extendió su mano hacia mí y yo hice mi cabeza hacia un costado extrañada por la acción. Era una situación incomoda.
— ______. Un gusto. —Sonreí tomando su mano y la pequeña me miró.
— ¿Queres jugar a las muñecas? —Me mordí el labio de la ternura de su pregunta. Estaba cansadísima pero no me podía negar.
— Dale, mira como te mira ¿Le vas a decir que no? —Habló el morocho y reí un poco girando la cabeza para ver a Ulises.
Parecía haber terminado y cuando se da vuelta para verme alza las cejas sorprendido y yo lo miro frunciendo el ceño con gracia. Vuelvo mi vista a ellos que estaban esperando una respuesta. Enzo parecía haberse percatado de que estaba con compañía.
— Si es que te dan permiso. —Rió rascándose la nuca.
— Acabo de llegar, tengo que ir a dejar las cosas al cuarto, pero si van a estar en la playa, los veo ahí. —Dije no sin antes responder a su comentario levantando una ceja.
— No te desaparezcas. —Me guiño un ojo y se dió la vuelta dejándome totalmente confundida.
Ulises corrió hacia mi y me sacudió agarrándome de los hombros.
— Boluda, me jodes que te estaba chamuyando. —Dijo con emoción.
— ¿Qué? ¿Por qué? —Pregunté desconcertada.
— ¿Cómo que por qué? ¿Que no sos argentina vos? —Hablo incrédulo. Al ser que pareció entender que no estaba entendiéndolo, rodeo los ojos y se frotó el ceño. — No te la puedo creer. Es Enzo. —Fruncí el ceño todavía sin entender.— Enzo Fernandez. De la selección, boluda. Campeón del mundo. —Dijo con obviedad y ahí alce las cejas sorprendiéndome también.
—  ¿El veinticuatro? ¿Que había hecho gol? —Pregunté con curiosidad pero estaba tranquila. La verdad, el fútbol no es lo mío. Ulises sabía eso pero me había obligado a ver todos los partidos de todos modos.
— ¡Si, idiota! Veni, te amo. Acordate de mi cuando seas famosa y botinera. —Me rodeó el cuello con los brazos y beso mi cabeza. Yo me reí negando.
— Ni en pedo me hago botinera ¿Qué te pasa? Y aparte tiene una hija que supongo que debe ser su mujer. —El me empezó a guiar el camino que le habían indicado hacia nuestra habitación mientras hablábamos.
— Yo también creía que tenía mujer. Pero te estaba re presumiendo. No lo podes negar. —Me apuntó con el índice. La sonrisa no se le iba de la cara.
— No me gustan los gatos. —Ladee mi cabeza y alce los hombros con indiferencia.
Me insistió un rato en que le diera bola a Enzo hasta que llegamos a la habitación y nuestras valijas ya estaban ahí.
— Le conté a la chica del Lobby que cantas. —Me dijo Ulises y yo volteé a verlo con una mirada asesina. — ¡No me mires así! Me dijo que habían shows a la noche pero que estaban con falta de personal. Le mostré un video tuyo y dijo que fueras mas tarde cuando puedas a la oficina del Lobby.
— Sos un ridículo. —Protesté pero en realidad me agradaba la idea.
— Me amas. —Me canchereó y abrió la puerta de su cuarto.
— Te odio. —Canturree orgullosa y me metí a mi cuarto para ponerme la malla.— ¡Me voy a la playa! —Le grité para que me escuchara y salió con la malla puesta también.
— Me leíste la mente. —Reímos y fuimos hacia las sombrillas.
Ulises no paraba de hablarme de Sofia, su ex. Yo me limitaba a tomar sol haciendo de cuenta que me importaba lo que me hablaba y tiraba de vez en cuando un comentario como "Que yegua" o "Una culiada" como para que el pensara que lo estaba escuchando.
Me giré para que a mi espalda le diera el sol y sentí que Ulises se había callado. Sentí que algo me tapaba el sol y unas gotas de agua fría me hicieron estremecerme.
— ¿Qué? —Me levante los lentes de sol y giré al ver a Enzo. Moría por ver la cara de Ulises en este momento. — ¿Todo bien?
— Todo bien. —Respondió y miró a Ulises.— ¿Te puedo robar a tu novia un ratito? —Preguntó y aproveché que miraba hacía otro lado para examinar su cuerpo mojado.
— No es mi novia. —Respondió con asco y yo reí.— Llevatela nomas que ya me tiene harto.
— Callate hijo de puta. —Reí tirandole un poco de arena y me paré con la ayuda de Enzo que reía.— ¿Qué pasa?
— Oli te vio y no me para de joder para que vayas a jugar con ella. —Dijo mirándome a los ojos y relamió sus labios para después mirar a su hija.
— A ver, vamos. —Sonreí de lado y caminé junto a el hacia donde estaba su hija.
— Están re fachas tus lentes. —Dijo mirándome y me los sacó de la cabeza poniéndolos en su cara ahora.— ¿Qué tal me quedan? —Sonreí al ver esos lentes blancos retro en el.
— La verdad verdadera. Te quedan mejor que a mi. —No mentía. Pero el se río y se los saco devolviéndolos en mi mano.
— A vos te quedan mejor. —Vi que jugo con su lengua adentro de la boca. No pude evitar ponerme roja. El lo notó y sonrió.
La chiquita se acercó a mi y me abrazó. Me arrodille y sacudí su pelo.
— Hola, linda. Mira esos pelos. —Reí. La playa le había dejado el cabello inflado y Enzo se rió poniéndose de cuclillas.
— No se dejó peinar. —Dijo el padre.
— ¿Me peinas? —Me pregunto haciéndome cara de perrito y yo sonreí.
— ¿A ella si la dejas? Na, chau. —Dijo haciéndose el ofendido y ella le dió un beso en el cachete. El no tardo en agarrarla y llenarla de besos. Me quedé viéndolos con ternura. Ver a un hombre así es algo por lo que pagaría un millón de pesos.
Me puse a peinarla con los dedos una vez que había terminado de jugar y le hice una trenza. Enzo se reía de la cara que Oli ponía.
— Se esta por re dormir. —Dijo en un susurro burlón.— ¿Tan buenos son los mimos que haces?
Me puse roja y desvié la mirada. Pude ver que Oli cabeceó cuando le estaba atando la trenza y la acoste con cuidado en la reposera bajo la sombrilla.
Nos quedamos un rato en silencio hasta que ella se terminara de dormir y un rato después el habla.
— ¿Queres ir al agua?
— Re. —Dije muerta de calor y me levanté con su ayuda.
Caminamos hacia el agua y en el camino rompí el silencio.
— Así que campeón del mundo. —Sonreí inocente.
— ¿Yo? —Rió y me miro.— Pensé que no sabías.
— No soy muy del fútbol. Pero me costo un solo recordatorio, señor veinticuatro. —Dije provocando que el se ría.
Nos metimos y sumergí mi cabeza en el agua, al salir el desvió la mirada. Me estuvo mirando.
— ¿Su mamá? —Pregunté haciendo referencia a su hija y el hizo una mueca apretando sus labios pero respondió haciendo una seña como de cuernos. Yo asentí divertida ya que el quiso decirlo así para quitarle la incomodidad.— ¿Ella a vos? o ¿Vos a ella?
— Te gusta el chisme morocha, eh. —Rió y me miró a los ojos, yo estaba rojísima por su apodo.— Ella. —Respondió y yo finalicé asintiendo.— Sos re linda cuando te pones roja.






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24 [Enzo Fernandez]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora