'Mune: Dos'

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El día de la llegada de los nuevos conductores avatar finalmente había llegado, y Clementine sabía que también llegaban las máquinas de crío que traían los cuerpos de los avatares. Había componentes en esas máquinas que necesitaba para su proyecto secreto, y aunque se sentía emocionada, sabía que debía ser cuidadosa.

Después de desayunar rápidamente, se dirigió al departamento donde se llevaban a cabo los enlaces. Al entrar, saludó con energía.

—¡Buenos días! —varias personas le devolvieron el saludo mientras se acercaba a Max, que estaba concentrado en una pantalla.

—Hola, Clementine —dijo Max sin despegar la vista del monitor—. Tengo la máquina número cinco lista por si la vas a usar.

Clementine sonrió al escuchar eso, pero no estaba ahí solo por el enlace.

—Gracias, pero no vengo solo a eso... —respondió, algo nerviosa.

Max la miró con una mezcla de curiosidad y sospecha.

—¿Qué necesitas? —preguntó, mientras ella jugaba con sus dedos, dudando si debía decirle.

—Es que hoy llegan los nuevos conductores, ¿verdad? Y, bueno... necesito unas cosas —Clementine sonrió de manera traviesa—. Si pudieras conseguirme algunos componentes de las máquinas de crío, ya que tú vas a estar supervisando los avatares...

Max suspiró profundamente, como si ya supiera que esto iba a pasar.

—Ah, Clementine... sabes que esas cosas no son un juego. ¿Qué estás tramando esta vez? —dijo Max, con los brazos cruzados—. Te ayudaré, pero con una condición.

Antes de que terminara de hablar, Clementine ya lo abrazaba con entusiasmo.

—¡Sí! ¡Aceptaré cualquier condición! —respondió, riendo.

Max la separó suavemente y puso una mano sobre su hombro, mirándola con seriedad.

—Esta será la última vez que te ayudaré. No quiero que te metas en problemas, y menos con tu tía. ¿Me oíste bien, Clementine?

Clementine asintió con una sonrisa.

—Sí, Max, lo prometo. ¡Gracias! —dijo mientras se dirigía a la máquina de enlace.

—Espera, Clementine. No me has dicho lo que necesitas —dijo Max, recordándole su pedido.

Clementine se detuvo, se golpeó mentalmente por el olvido y sacó un papel arrugado del bolsillo de su chaqueta.

—Soy una tonta... —murmuró, entregándole la lista—. Aquí está, son componentes de la máquina de crío.

Max tomó el papel y lo leyó con detenimiento, luego la miró con una mezcla de incredulidad y preocupación.

—¿Por qué necesitas componentes de una máquina de crío? ¿En serio, Clementine? —preguntó, sabiendo que algo estaba tramando.

Ella se sentó en la máquina de enlace y le lanzó una sonrisa traviesa.

—¡Es un secreto! —respondió juguetonamente—. Te dejé los nombres y hasta dibujos por si no sabes lo que son.

Max rodó los ojos, acostumbrado a las ocurrencias de Clementine.

—Ya, Clementine. Ten un lindo día... pero espera —añadió, con una duda en su voz—. ¿No tienes que estar con los nuevos conductores?

Clementine sonrió, le sacó la lengua y respondió con ligereza.

—Todavía no llegan —dijo, y luego se recostó en la máquina, lista para entrar en el enlace—. Aquí vamos.

Mientras la máquina se activaba y el familiar proceso de conexión comenzaba, no podía evitar sentir la emoción de estar de nuevo en su avatar, libre en Pandora.

Avatar | Neteyam Sully |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora