Capítulo 36.

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El cuerpo inconsciente de Daniela cayó al piso luego de aquel golpe. El hombre causante de aquello subió su cuerpo a su hombro y la cargó hasta subirla a una camioneta junto a tres hombres más, desapareciendo inmediatamente del lugar. 

—¿No creen que nos precipitamos en actuar?—preguntó uno de los hombres. 

—Claro que no, era el momento justo. Estaba sola.—respondió el que traía a la chica. 

—¿Te vio la cara?—preguntó el líder de ellos. 

—No, estoy casi seguro que no. Era el momento adecuado y lo sabes.—respondió seguro. 

—Sí, ya cállense.—habló de nuevo el líder. 

Condujeron hasta llegar a un almacén alejado de la ciudad. Al llegar, entraron a una de las habitación y, en una cama bastante sucia y algo desgastada, acostaron a Daniela, la ataron y la dejaron sola en el lugar. 

En otro lado de la ciudad, Poché se miró al espejo y vio la sangre recorriendo su cara, ya que no traía cinturón de seguridad, su rostro había impactado fuerte contra el volante al momento de frenar por casi estrellarse contra un árbol. Condujo, cómo pudo, hasta un hospital cercano para que la curaran. 

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Poché's POV. 

—Buenas noches.—hablé cómo pude. 

—Buenas noches, ¿en qué podemos ayu...-oh por dios.—exclamó la recepcionista, poniéndose de pie.—¿Está bien? venga por aquí, por favor. 

Rápidamente dimos con una enfermera, qué apenas me vio, agarró mi brazo y me sentó en una silla de ruedas, por más que le dije que estaba completamente bien. Sólo quería que me curaran las pequeñas heridas para irme. 

—La doctora te atenderá en unos minutos.—me informó, dejándome sola en un consultorio. 

Me subí en una camilla y me senté en el borde de ésta, esperando a la doctora. A los minutos, escuché algunos murmuros provenientes de afuera y a los pocos segundos, la doctora entró. En un principio, sólo pedía que se apurara, pero aquella doctora me hizo querer quedarme por mucho más tiempo. 

—Buenas noches, primero que nada voy a curarte, mientras tú me vas contando que te pasó, ¿vale?—dijo poniéndose los guates y tomando todo lo necesario para curar aquella herida. 

—Bien, doctora...—ladeé mi cabeza, esperando su respuesta. Ella sonrió. 

—Hernández.—se acercó y se situó entre mis piernas para poder revisar mis heridas.—Pero puedes decirme Valeria. 

—Valeria, lo que pasó fue que iba a estrellarme, pero pude frenar a tiempo, por lo que terminé golpeándome contra el volante.—señalé mis heridas. 

—¿No te dijeron que al conducir debes usar el cinturón de seguridad?—bromeó. 

—Lo sé, es sólo que lo olvidé. Auch.—me quejé, sintiendo un ardor en mi rostro. 

—Lo siento.—murmuró.—Esto te va a doler un poco.—avisó, pero no pude evitar quejarme de nuevo.—¿Cómo te llamas?

—María José.

—¿Qué edad tienes, María José?

—Veintitrés. ¿Y usted?—pregunté devuelta, interesada. 

Ella sonrió brevemente. Sus labios estaban a la altura de mi rostro y su cercanía era bastante, aunque sé que lo hacía para realizar su trabajo, no podía quejarme. Era linda. 

Kilometraje. » caché. [adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora