Capítulo 51.

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Maratón 1/4. 

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Daniela's POV. 

Limpié las lágrimas de mis ojos y boté el vaso en el pote de basura. Caminé lentamente hasta llegar nuevamente al piso donde se encontraba Poché. 

Me sorprendió ver a mi padre ahí, hablando con Martha. 

—¿Qué haces aquí?—le pregunté, interrumpiendo su conversación. 

Él volteó a mirarme y sonrió débilmente. Extendió sus brazos y me rodeó, me sentí confundida, pero luego de reaccionar, le devolví el abrazo y algunas lágrimas volvían a bajar por mis mejillas. En sus brazos me sentía protegida, como cuando era una niña y él me abrazaba, sentía que todo estaba bien. Después de que crecí, pocas veces me abrazaba, pero cuando lo hacía, me sentía segura. 

Luego de unos minutos, me soltó y limpió mis lágrimas con una pequeña sonrisa reconfortante. 

—Vine a ver como estaba María José. 

—Gracias por venir. 

Él negó con la cabeza y besó mi mejilla. 

—Creo que deberíamos trasladarla a la mejor clínica de Miami. Quizás así sea mejor.—comentó él, volteando a ver a Martha. 

Yo asentí de acuerdo, y miré a Martha esperando su afirmación, pero ella se veía algo perdida. 

—Es una clínica muy costosa.—negó, comenzando a llorar. 

—No se preocupe.—mi padre se acercó a consolarla. Acarició su brazo, y Martha posó su mano sobre la de mi padre.—Todo estará a mi nombre, y no me va a deber nada.—él me miró.—Su hija me ayudó una vez, y eso no se olvida.

Le sonreí débilmente. 

—Gracias, señor Calle.—le dio un apretón en la mano. 

—Haré los trámites. Tú quédate aquí.—me dijo y yo asentí. 

Los amigos de Poché llegaron y pude ver a Louis bastante afectado por la situación. Aida no dejaba de caminar de un lado a otro. 

Suspiré y tomé mi teléfono. 

—Mamá.—hablé apenas contestó. 

—Hija. ¿Cómo está?—me preguntó, se notaba preocupada. Sonreí un poco. 

—Estable. ¿Cómo está Emma?—me senté en una de las sillas, alejadas de todo el ambiente pesado que había en la sala de espera. 

—Está bien. Se quedó dormida hace poco.

—Gracias por cuidarla.—suspiré, cubriendo mi rostro con mi mano libre. 

—No te preocupes. Para eso estoy, hija.—dijo ella tranquilamente. 

—Gracias, te amo, mamá.—le dije, sintiendo miles de emociones. Estaba tan cansada.—Te hablo en un rato, mándale mis saludos a Emma, dile que la amo.

—También te amo, hija. Y le diré a Emma apenas despierte.—soltó una pequeña risa.—Cuídate. Avísame si pasa algo con María José. 

—Claro, lo haré. Adiós.—me despedí y colgué. 

Alejé la vista de mi teléfono al sentir una mano en mi hombro. Al alzar la mirada me encontré con Amalia. 

—¿Quieres comer algo?—preguntó suavemente. 

—No, gracias. 

Ella asintió y no insistió más porque sabía que no lograría que yo comiera. 

Kilometraje. » caché. [adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora