Kilometraje. » caché. [adaptación]

Capítulo 53.

Maratón 3/4.

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Daniela's POV. 

El resplandor del sol que entraba por la ventana aquella mañana me despertó, miré a mi lado y, muy pegada a mí, estaba ella. Era muy incómodo dormir las dos en la camilla, pero era perfecto despertar a su lado. La miré, detallando cada rasgo de su rostro, sus ojos se abrieron lentamente. No pude evitar sonreír cuando sus ojos se fijaron en mí. 

—Buenos días.—susurré. 

—Buenos días, mi amor.—dijo con la voz ronca, profunda. 

Me acerqué y dejé un corto beso en sus labios. Luego me levanté y fui al baño para lavarme los dientes y la cara, cuando llegué a su lado de nuevo, ella veía su teléfono con el ceño fruncido. 

—¿Pasó algo?—pregunté curiosa. 

—¿Quién ganó la carrera?—preguntó de golpe. 

—Nadie, la suspendieron apenas notaron el accidente.—respondí lo que me habían dicho. 

—Oh—se sorprendió.—, entiendo. 

Me senté a su lado en la cama, tomando su mano y ella apoyó su cabeza en mi hombro, abrazándome. 

—¿Qué sucede?

—Nada.—agachó la mirada y dejó su teléfono a un lado. 

Yo la conocía, sabía que algo le pasaba, pero no quería insistir con el tema porque sabía también que ella no quería hablarlo. 

—¿Tienes hambre?—cambié el tema. 

—Mucha.—respondió. 

Sonreí, poniendo de pie para ir por el teléfono de la habitación. 

—Buenos días, le hablo de la habitación 120, quisiera por favor un desayuno completo. Sí, gracias. Lo espero.—colgué. 

—¿Estoy en un hotel o...?—bromeó. 

—Casi.—me reí.—La clínica es bastante buena con respecto a la atención al cliente, así que...—me encogí de hombros. 

—Genial.—sonrió. 

Tocaron la puerta y, pensando que era el desayuno, fui a abrir de lo más feliz, pero al ver al doctor frente a mí con papeles en sus manos el nerviosismo se apoderó de mí. 

—Buenos días, Daniela.

—Buenos días, doctor. Pase, por favor. 

—Gracias.—entró.—María José Garzón.—saludó a la pelinegra. 

—Doctor...—devolvió el saludo. 

Miré su rostro e inmediatamente noté que estaba tensa, nerviosa, por lo que caminé a su lado y tomé su mano, entrelazando sus dedos con los míos. 

—Primero que nada, voy a revisarte para confirmar lo que dicen estos estudios, ¿vale?

Poché asintió y el doctor removió la sábana dejando sus piernas descubiertas. Él se acomodó a su lado y comenzó a hacer presión en algunas partes, preguntándole si sentía algo y Poché negaba con la cabeza. Yo, suavemente, acariciaba su mano con mi pulgar. Tenía miedo, miedo de que ella no volviera a caminar, pero no por mí, sino por ella. Sabía que Poché entraría en una fase de negación como la de ayer y quizás eso podría dañar nuestra relación. 

—Bien. ¿De qué color es aquel edificio que se ve por la ventana?—preguntó, señalando a la ventana. Ambas volteamos, era un edificio normal; común y corriente.