DIEZ

1 0 0
                                    

El primer día de clases de la EPO fue un día de sinsabores para Liliana. Su madre antes de llevarla a la escuela la regañó.

-Liliana, maldita sea, ¿qué no te puedes poner algo desente? Pareces una jodida vagabunda.

-Me vale un grillo y mil cominos Mirna, yo me siento comoda así. No te atrevas a decirme como me debo vestir, que me arregle el pelo, o que no pierda el tiempo escuchando música.

-Agarra la mochila y sube al auto, antes de que me colmes mas la paciencia, niña malcriada.

-Yo sólo soy producto de las enseñanzas y tratos que me das Mirna- dijo con voz inocente.

A pesar que Lilí dijo no enojarse en lo que restaba del día, no logró su objetivo, pues apenas bajó del auto y se internó en el edificio de su escuela, se encontró con la hueca mayor en el pasillo.

-Vaya, miren, ya llegó la rara-dijo a su compinche. La otra chica rió exageradamente.

-Cinthya, déjame en paz de una puñetera vez, ¿que coños te hice para que estes fregando?

-Nada, simplemente ser tú- y la hueca le embarró un pastelito en la gabardina.

-La madre que te parió, ¿sabes que esta mancha no lograré sacarsela?

-De eso se trata cariño, además, te puedo dar el café para que tengas un desayuno completo. Hizo ademanes de arrojarselo, pero Liliana salió corriendo directo a los baños. A lo lejos escucho las risas de esas dos oxígenadas rubias.

Limpió la mancha de la gabardina como mejor pudo. Corrió a toda prisa a su salón, según su horario, le tocaba el profesor Martínez, el vejete gruñón de matemáticas.

-Señorita González, se le han quedado pegadas las sábanas-la clase entera se burló-Buen comienzo de año, pero no se quede ahí parada y pase a su lugar.

Liliana se sentó en un lugar del rincón. Despues de que sacara su cuaderno de notas, escuchó una voz familiar.

-Disculpe profesor, ¿me permite pasar?- era el chico tonto que había conocido en los primeros días de vacaciones, ¿qué hacía ahí?

-¿Usted debe ser el chico nuevo, verdad?

-Amm... Supongo que sí-masculló el chico rascandose la nuca.

-Pase joven, que sea la última vez que pasa esto, el hombre creó reglas y horarios para que se respetaran, tome su lugar por favor.

-Sí, pero también recuerde que las reglas se hicieron para romperse-murmuró en tono bajo mientras caminaba para su butaca.

Liliana evitó todo contacto visual con aquel chico, incluso se volteó a mirar por la ventana, el chico se sentó a su lado sin darse cuenta de ella. Comenzó el profesor a dar la escala de evaluación. Después habló de un examen diagnóstico.

El chico nuevo rebuscaba en su mochila, parecía no encontrar lo que buscaba.

-Disculpa...¿tendrás un sacapuntas que me prestes-dijo a Liliana.

Ella asomó la vista a su lápicera, tomó el objeto y se lo extendió, pero cuando se lo devolvió, ella giro la cara, para después ser interrogada.

-¿Tú aquí?- pronunció con cara de tonto felíz.

-Chicos, ya tendran todo un ciclo escolar para conocerse, ahora silencio, dediquense a su prueba cada quien.

Pero para Lucas fue imposible concentrarse al cien, ahora había encontrado a la chica de los ojos  tristes.

Nunca más en SoledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora