DOS

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Llegando a casa, como siempre, el silencio reinaba, con poco impétu y arrastrando su mochila, subió las escaleras. Entró a su habitación, abrió un poco las cortínas, aunque a ella no le gustaba tanto que entrara la luz, pero si no lo hacia, su habitación apestaría a humedad. Se quitó su gabardina negra, la dejó en la silla frente al computador. Tomó el mando de el aparato de sonido, le dió al play, al instante se escuchó St. Anger de Metallica. Y con esa música, comenzó los deberes. Era su última semana de clases y debía entregar un puñetero trabajo final.

Hacer los deberes era la única forma de entretenerse, eso no quería decir que ella era una ñoña o algo por el estílo. No tenía las notas más altas, pero tampoco unas notas malas, simple y sencillamente a ella no le importaba la cantidad que tuviera de calificación, simplemente ella estudiaba y le gustaba la calidad que tenía.

En los últimos seis años, ella se había desentendido del mundo exterior, para ella todo su mundo era:

•Música
•Libros
•Estudio

Y nada más.

Hacia las 4:30 de la tarde, su estómago comenzó a gruñir. No le dió importancia y siguió con los deberes. Una vez los hubo terminado, se dirigió a la cocina, para prepararse un sandwich. Encendio el televisor, y estaba una de sus películas de terror preferidas, se acomodó en el sillón, sin darse cuenta se durmió.

Sintió unos golpecitos en su brazo, cuando abrió los ojos, notó que era Francisco, el novio de su madre. Al parecer la relación de ellos era en serio, porque ya llevaban 2 años saliendo.

-Preciosa, despierta, tu madre te está hablando-le dijo Francisco casi en un tono paternal.

Liliana se sobresaltó, al instante lo miró, para despues levantarse del sillón y caminar hacia la cocina, sin dirigirle una palabra a Francisco. No le caía mal, sino que ella sentía que nadie, absolutamente nadie, podría ocupar el lugar de su padre.

-Liliana, ¿cuántas veces te he dicho que no te quedes dormida en los sillones? ¿Qué no tienes una cama en tu habitación? Dime para que por lo menos te compre periódicos y los pongas en el suelo.

Siempre era la misma rutína. Desde que su madre se quedó al frente de la empresa, regresaba de mal humor del trabajo, y se desquitaba con ella.

-¡Contéstame tonta! No nada más veas al piso.

Cualquiera en la situación de Liliana se hubiese puesto a llorar, pero ella no. Ella desde la última vez que lloró se prometió a sí misma jamás volver hacerlo, y menos por las palabras de su madre, desde la vez que dijo a Liliana que ella era la causante de todo...

*-¡Mamita! Que bueno que ya regresaste, ¿sabes? En la escuela me dierón un sobresaliente en la clase de algebra y... Mami ¿qué tienes?- dijo poniendose a la altura de la cara de su madre que estaba sentada en el comedor.

-¿Crees que me importa? Me da igual que tengas o no sobresalientes escuincla del demonio. Por tu culpa estamos así...

-Pero mamí...

-No me vuelvas a decir mamí, yo no soy madre de una asesina, eso es lo que eres, porque si no hubiesemos discutido tu padre y yo, Aarón y él estarían aquí.*

Desde esa fecha Liliana no volvió a decirle mamá a su madre, le decía por su nombre Mirna. A sus doce años en aquella época, tuvo que aprender que no contaba con nadie.

-Si Mirna ya sé, pero no me dí cuenta- le contestó y se dió la vuelta.

-Liliana... No se te olvide recoger tu plato de la mesa de la sala, que siempre me dejas tu tiradero y te da lo mismo- Liliana hizo lo que su madre le pidió. En la sala estaba Francisco mirando el televisor algo divertido.

-¿Qué te dijo tu madre?

-Ah... Mirna, pues nada, además ¿qué te importa?- tomó los trastos de la mesa y se fue a la cocina, se cruzó con su madre en la puerta, pero no le dió importancia. Lavó su plato y su vaso, mientras lo hacia alcanzó a escuchar la conversación de los dos:

-¿Por qué te dice por tu nombre?

-No sé. Al parecer mi hija me odia.

«No sé, no sé, mi hija me odia. No te hagas tonta, si tú me lo pediste, yo solamente obedecí»

Terminó y se dirigió a su habitación. Ya en ese lugar se puso la ropa de dormir. Tomó el celular, los auriculares, le dió al play, para meterse en sus cobijas y dormir tranquilamente al ritmo de Sweet Dreams pero la versión de Marilyn Manson.

Nunca más en SoledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora