Los siete pecados capitales

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El olor a café mezclado con el olor a ebrio del día anterior entraba por las narices de los tres hermanos presmant, quienes sentados en una de las mesas de aquel café-bar estaban hablando sobre el tema que más los estaba preocupando: su madre.

— ¿Cómo es posible que mamá desaparezca de esa forma?—Jorge miraba la mesa pensativo mientras su mano derecha sostenía su barbilla

—mamá estaba buscando la espada de las mil puntas, mejor conocida como la espada de Dante, pero ya todos sabemos que fue robada—Samanta toma un sorbo de café para luego arreglarse en su asiento

—sí, robada por una persona que no sabemos—Steven se recuesta de su asiento colocando sus manos detrás de su nuca

—en realidad si lo sabemos, por lo que veo están muy faltantes de información—Sam cruza sus brazos mirando seriamente a sus hermanos

— ¿Tú sabes quién ha robado la espada de Dante?—Steven se inclina en la mesa tratando de abrir un ambiente de confidencialidad entre los tres

Sam no responde a la confidencialidad, simplemente seguía de brazos cruzados recostada de su asiento.

—ha sido una mujer, una mujer que sabía perfectamente lo que estaba robando, mejor conocida como verónica Humboldt, una ladrona de objetos sobrenaturales—dice Sam llevando un nuevo sorbo de café a su boca

—entonces mamá está buscando a esa tal verónica—Jorge se responde a si mismo desviando su mirada de la mesa

— ¿se puede saber por qué estás aquí?, ¿o tal vez buscando a mamá? Que yo recuerde dijiste que nunca volverías a llamar, o que jamás volverías—Sam se dirige a su hermano recordando un poco lo que había sucedido tiempo antes, con gestos de reproche y desaprobación a la nueva actitud de su hermano menor.

—larga historia, mejor que te la cuente en el camino, pero respóndeme esto Sam: ¿Por qué mamá necesita encontrar la espada de Dante, precisamente justo ahora?, ¿y qué es eso del apocalipsis?—Steven hace gestos de curiosidad ante su hermana

Sam suspira, presiona sus labios y luego los lame, estaba un poco nerviosa de dar la respuesta.

—la cosa que mató a papá, eso es lo que está buscando mamá, quiere matar a esa cosa, es un demonio, un demonio muy poderoso, el cual está tratando además de liberar al infierno de las profundidades de la tierra—responde Sam muy lentamente, pero además mostrando que no se trata de ningún juego pesado

— ¿el infierno?, ¿demonio?, creí que papá murió en un incendio—Jorge estaba confundido

—fue así, pero quien provocó el incendio fue esa criatura, en la habitación había algo mas, cuando tu naciste, y mamá es la única que sabe por qué te atacó a ti precisamente esa cosa—Sam se levanta, toma su casco y entonces coloca unos cuantos billetes sobre la mesa—vamos, creo que a Jorge le toca venir conmigo en la moto si quiere contarme por qué está aquí, además, tengo que mostrarles lo que se viene

Steven y Jorge se miran mutuamente antes de levantarse y seguir a su hermana hasta la salida, empujan la puerta y los tres se colocan frente a sus vehículos, Jorge estira sus brazos en muestra de que le falta algo una vez que ve a su hermana subirse a la motocicleta.

— ¿Y mi casco?—pregunta el joven inocente para ser callado por su hermana

—no esperaba tener compañía, a si que te toca ir a la buena de dios, Steven sígueme, tengo que mostrarles lo que he encontrado siguiendo la pista de mamá.

Fue media hora de camino, Jorge le estaba contando a su hermana todo lo que había sucedido, pero Sam sabía que había algo mas, solamente callaba.

Se detienen frente una antigua y abandonada Abadía, con paredes cubiertas por el musgo y una gran selva dentro de sus instalaciones, estructuras destruidas y uno que otro grafiti en sus paredes, rodeada por un ambiente un tanto sombrío y también espeluznante que ayudaban a mejorar su apariencia terrorífica era la Abadía de saint Joseph.

Infernal [volumen 1: la creación]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora