10.

996 81 67
                                    

RED







-Es sumamente importante que no realices actividades peligrosas con la muñeca, logramos sanar tu fractura en unas horas pero aún así no significa que puedas volver a hacer cosas como si no hubieras roto tú hueso. -Alego con seriedad la señorita de Erudicion que me ha estado revisando desde la mañana.

Limpió mi rostro con cansancio.

-Mañana puede que luche, ¿Enserio no puedo hacerlo?

Esta me mira severamente.

-Si quieres una mano sana, pues sí, no puedes hacerlo.

Gruñó y Cuatro niega por mi rabieta.

-Ya está Red, ya escuchaste. -Mira a la señorita y asiente amable. -Gracias.

Está se limita a asentir fríamente para tomar sus cosas y darse la vuelta elegantemente mientras se escucha como llega a murmurar algo sobre los osados tercos y sus locuras.

Me levanto de la camilla lentamente aún sintiendo mi cuerpo temblar, pero estar tantas horas recostada en esta dura camilla me tiene harta y tengo que empezar a moverme, no por que me haya roto la muñeca significa que no pueda caminar. Cuatro trata de ayudarme al ver cómo tambaleó al levantarme pero le doy un manotazo a su mano viéndolo con mala cara.

Esté levanta sus manos y se aleja dándome espacio para moverme.

Arrastró mis pies aún sintiendo el adormecimiento de ambas, me veo en un pequeño espejo que hay colgado en una pared frente mío y mi estómago se revuelve, por suerte mi cuello ya no está hinchado y puedo hablar un poco mejor, pero aún las marcas siguen en mi piel haciéndome sentir pequeña.

Con mi mano sana sacudo mi cabello dejando más en vista mis moretones. Suspiró débilmente y aparto furiosa mi vista del reflejo. Volteo y encuentro a Cuatro con una expresión digna de lástima observandome.

-Deja de mirarme así.- Suelto harta.

-No te estoy mirando de ninguna manera, Red.

-Sí, si lo haces... Y estoy segura que todos lo harán encuanto me vean.

Tomó la ropa que me trajo y recorro la cortina con enojó para comenzar a quitarme la ropa que tenía ayer que luche, a pesar de que no me pusieron ningún aparato en la muñeca para evitar que la mueva de más siento como si tuviera una piedra en lugar de una mano por lo que ni siquiera puedo intentar bajarme los pantalones o mover los dedos.

Pataleo frustrada, como puedo con una sola mano, me quitó el pantalón para tomar el limpio y me recargo en la camilla para ponerme lo.

-¿Necesitas ayuda?

-¡No soy una maldita niña de cinco años, Cuatro! -Grito enojada. -Puedo ponerme un estúpido pantalón yo sola.

Escuchó como suspira profundamente.

-Se que estás enojada, Red. Pero lo hiciste bien...

-Sí, tan malditamente bien que termine siendo atendida por doctores eruditos por la "pequeña" lesión que tuve.

-La ironía y las rabietas no te sirven de nada.

𝗥𝗘𝗗. | 𝗗𝗶𝘃𝗲𝗿𝗴𝗲𝗻𝘁𝗲.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora