Capítulo 13 | Easton

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Easton

Intento llamar una y otra vez al número de Daniel, pero el imbécil decide no responderme. Termino rindiéndome al séptimo intento, suelto un enorme bufido lleno de frustración mientras me muevo de un lado a otro por mi departamento.

Dios, me cuesta creer que Daniel haya buscado a Hazel, de todas las personas ha tenido que escoger a ella, eso suma un nuevo problema a mi vida porque estoy seguro de que por mucho que le diga que debe de mantenerse alejado de Hazel, dudo que lo haga, Daniel no es la clase de persona que se detiene cuando hay una advertencia, lo contrario, él las desafía y trata de demostrar que él lo puede todo.

Decirle que se mantenga alejado de Hazel no me servirá de mucho, pero tengo que asegurarme de que no la buscara.

Pienso en que puedo ir a buscarlo y aclarar las cosas en persona, pero no tengo la menor idea de dónde podría estar por lo que me hago la idea de que mañana volveré a hablarle.

Resignado y con rotunda determinación en distraerme, pongo manos a la obra para practicar alguno de mis platillos para la fiesta que ofrecerá Marshall, recuerdos los canapés de Hazel y se me ocurre hacer canapés de solomillo de cerdo con piña, ya que al principio tengo pensado hacer solomillo Wellington solo que sé que me demorará demasiado tiempo y prefiero dejarlo para después.

Saco todos los ingredientes, el solomillo de cerdo, un cuarto de piña que me aseguro picar, media granada, veinte gramos de berro, azúcar moreno, el pan que horneé días atrás pero no he consumido y parece estar en perfecto estado, mantequilla, pimienta negra molida, aceite de oliva, sal en escamas y sal blanca.

Para mi mala suerte, me doy cuenta tarde de que me he quedado sin vino blanco, sé que podría usar otro vino que no sea vino blanco, pero no voy a quedarme conforme con la receta, lamentablemente, no me gusta cambiarlas.

Veo la hora en el reloj que hay en la pared de la cocina y me doy cuenta de que es tarde, son casi las ocho e ir a comprar mi vino me demoraría una hora probablemente ya que no siempre suelo conseguirlo fácilmente.

Pienso en que puedo hacer otra receta, pero la idea no me convence para nada porque ya tengo todo preparado, un bufido se me escapa y me veo negando, un tanto decepcionado.

Cuando menos me lo espero, ya estoy frente a la puerta del departamento de Hazel, tocando. Sería más fácil pedirle a una de mis otras vecinas si podría darme un poco de vino para terminar mi receta, pero la mayoría aquí, dudo que tengan vino blanco y Hazel, al igual que yo, suele ser chef, lo más probable es que haya utilizado ese vino antes para alguna receta y tenga un poco en casa. Al menos, eso es lo que espero cuando ella me abre su puerta.

Por alguna razón, me es imposible no notar que mi compañera de trabajo recién a salido de la ducha, pues lleva el cabello un poco ondulado y mojado, además de leggins y una blusa blanca que se le ciñe perfectamente al cuerpo dejando ver una cintura marcada y lo que me es imposible pasar por desapercibido es que no trae brasier, puedo ver que sus pezones se marcan por la tela de su blusa, y su dios mío, su pecho se ve firme, lo que me hace pensar que debe tener unos senos demasiado redondos.

Tan rápido como soy consciente de mis pensamientos, me aclaro la garganta y veo directo a sus ojos marrones.

─Hola ─saludo y ella me da una pequeña sonrisa. De pronto me siento nervioso, quizás es por culpa de mis pensamientos inapropiados─. ¿Me preguntaba si tenías un poco de vino de uvas blancas?

─¿Vino de uvas blancas? ─Me pregunta alzando las cejas y asiento con una mueca─. ¿Preparas algo?

Decide preguntarme cruzándose un poco de brazos, lamentablemente, sus brazos tapan mi vista.

Chef KissesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora