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Las siguientes dos semanas no cambiaron mucho. Iba a sus clases, pero prácticamente me ignoró. Muy rara vez podía atrapar su mirada y no podía leer nada en ella.

También me esforzaba al máximo en los cursos, aprendía intensamente para sacar buenas notas y en sus clases de dibujo me esforzaba mucho para que mis dibujos quedaran perfectos. Obtenía excelentes calificaciones de él, pero trabajé para lograrlo de verdad, asegurándome de que no fuera algún tipo de favoritismo oculto.

Noté algunos cambios muy pequeños y sutiles en su comportamiento. Lo observé paseando por la clase del taller, estaba haciendo círculos deliberadamente que lo ponían cerca de mí la mayoría de las veces. Parecía detenerse con frecuencia junto a personas que tenían sus caballetes más cerca de mí. ¿Coincidencia?

Nuestras miradas se encontraban de una manera sutil, pero notoria. No fue solo al azar. Sabía que me estaba mirando conscientemente, solo sabía que en algún nivel estaba, en cierto modo, interesado en mí, pero ambos estábamos en una situación imposible.

Yo simplemente no podía dejar de estar pensando o fijándome en él.

Una situación inesperada sucedió aproximadamente una semana y media después de eso. Hubo una intensa nevada, lo cual fue extraño a fines de octubre.

Salí del edificio principal después de la última clase y tenía la intención de comprar algo para comer, pero de repente noté cierta conmoción en el estacionamiento de la universidad.

Un automóvil trató de moverse de su lugar, pero las ruedas estaban hundidas en la nieve y el barro. El motor casi se ahogó por el esfuerzo, pero el auto no se movía.

Me acerqué al coche y... ¡me di cuenta de que era el mismísimo profesor Krist Perawat!

El giró la cabeza, me vio de pie detrás de la ventana y sus ojos se abrieron un poco.

-¿Necesita ayuda, profesor? Puedo empujar el auto - ofrecí.

El profesor vaciló pero asintió con la cabeza. Así que presioné mis manos en la parte trasera de su auto y encendió el motor de nuevo. Puse toda mi fuerza en empujar el vehículo y... se movió un poco... y un poco más y... saltó hacia el frente, salpicándome la cara con la mezcla de nieve, arena y suciedad.

Maldije por lo bajo. Eso es lo que obtuve por ser un buen samaritano.

Detuvo el auto a veinte pies del lugar salvaje y fangoso cuando él salió del auto. Estaba tratando de limpiarme la cara con la manga, pero estaba mal.

-Espera - dijo -tengo algunas servilletas -y me las dió.

-Gracias por ayudarme -agregó escuetamente, mirando a un lado. -Lo siento si te ensucié.

-No hay problema - respondí de manera similar y concisa.

Me observó, mientras me limpiaba la cara, y de repente dijo...

-¿Necesitas un aventón? ¿Puedo dejarte en algún lugar si quieres?

La proposición la hizo con una voz bastante tensa, no me miraba a los ojos.

-En realidad iba por algo para comer.

Sus labios se apretaron. Por un momento, luchó con algo.

-Está bien. Va por mi cuenta. Como agradecimiento por tu ayuda.

Me quedé helado. -¿Vienes conmigo?

Hizo una especie de mueca. -Mejor date prisa, antes de que cambie de opinión...

Bueno, no iba a desperdiciar esa oportunidad. Asentí y caminé alrededor de su auto.

En el momento en que ambos estuvimos adentro, la atmósfera cambió. Volviéndose más... densa, casi íntima. Como era un poco más alto, ocupé mucho espacio en su auto. Mi presencia parecía ser abrumadora.

Cαყҽɳԃσ ҽɳ ʅα ɳιҽʋҽ SKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora