Capítulo 9

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Media hora después estamos en la Universidad, hay filas enormes por doquier, tengo que buscar la de ingeniería química

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Media hora después estamos en la Universidad, hay filas enormes por doquier, tengo que buscar la de ingeniería química. No entiendo la necesidad de hacer todas las inscripciones en un solo lugar, ¿por qué no hacer cada una en su correspondiente facultad? Tantas personas me ponen nerviosa, dejo atrás a mi mamá, mientras busco con la mirada un cartel donde se lea lo que busco. En cambio veo algo no deseado, Alejandro se encuentra frente a una mesa con una carpeta, al parecer se encarga, junto con otros dos tipos, de las inscripciones para la facultad de psicología. Volteo hacia atrás para ver a mi mamá, ella se dirige hacia Alejandro. Permanezco en mi lugar, ellos se estrechan la mano en lo que supongo debe ser un saludo e intercambian algunas palabras, ella seña en mi dirección y Alejandro me ve. Desvío la mirada apenada. Después de algunos minutos mi madre regresa.

—¿Por qué no te has acercado a saludar? Alejandro ya me dijo donde es.


—Porque no he querido, él ni siquiera es mi amigo, ¿dónde es?


—Ven, ahora te toca seguirme a mí.

Se adelanta y la sigo, pasamos entre un río de personas para llegar a la fila. Pronto seré universitaria. Con suerte tardaremos dos horas, me formo en la fila.

—Estaré sentada por allá, cuando vea que estás más cerca vendré. —Señala una de las jardineras.

Me cruzo de brazos y veo como se aleja, hace un calor del demonio, y eso que el sol aún no está en pleno esplendor. En la fila que se encuentra frente a mí hay un par de chicas que me observan, siguen hablando por un rato mientras me ven y luego empiezan a reír, vuelvo la mirada al frente. Hay una señora y un niño pequeño que la toma de la mano, le sonrío al pequeño y éste empieza a llorar.

«Eres un monstruo.» Susurra una voz en mi cabeza.

Muerdo mis uñas, ¿acaso es normal que alguien extraño hable dentro de mi cabeza? Limpio el sudor que se acumula en mi frente, vuelvo la mirada hacia las chicas que comienzan a reír cada vez más fuerte, me señalan con el dedo y se retuercen de la risa.

¿En verdad soy un monstruo?

Siento mi respiración acelerarse y mis piernas temblar. En un momento todas las personas que se encuentran a mí alrededor me observan, necesito huir, me alejo de la fila, estoy mareada. Alguien se acerca y me toma del brazo, miro a la persona con confusión, pero sólo veo un rostro borroso.

—¡Mamá! —grito antes de desplomarme en el suelo.

Más personas sin rostro se acercan a mí, intento hablar pero las palabras no salen.

—Evolet, hija, ¿qué tienes?

Reconozco la voz de mi madre entre toda esa oscuridad.

Me desespero ante mi inmovilidad, ¿qué me pasa?

—¡Llamen a la ambulancia! —grita alguien.

—Hija, cálmate todo estará bien.

Una mano acaricia mi frente. Tengo miedo. No puedo respirar.

Más allá de las palabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora