Entramos a la cabaña, es pequeña pero acogedora. La mayoría de las cosas están empacadas o cubiertas con bolsas de plástico.
-¿Qué pasó aquí? -pregunto.
-Mi madre venderá la cabaña, por eso quería que traerte, aquí pasé la mayor parte de mi niñez. -Suspira y pasa la mano por un escritorio lleno de polvo-. Aquí trabajaba mi padre, además de ser contador escribía historias, nunca las publicó así que no tengo idea de qué pasó con ellas.
-¿En verdad crees que algún día te conozca del todo? Es decir, ¿en verdad crees que se pueda llegar a conocer todo de una persona? Porque, a veces ni siquiera yo me entiendo, ¿cómo habrías de entenderme tú?
-Demasiadas preguntas, Evolet. -Pasa al lado de mí y revuelve mi cabello, después quita el plástico de un sillón y se sienta en él.
-¿Qué vamos a comer? Aquí no hay nada y tengo hambre. -Me cruzo de brazos y me dejo caer en el sillón.
-¿Qué tal una pizza? -pregunta.
-Sí, hace mucho que no como pizza. Me gustaría, ¿crees que la traigan hasta acá?
Él se ríe.
-Lo dudo, estamos un poco lejos de la civilización. Pero tengo una moto rápida y puedo ir por ella, ¿no te parece?
-¿Me dejarás aquí sola? -Frunzo el ceño-. ¿Y si entra alguien y me violan o me asesinan?
-No seas paranoica, no te pasará nada. -Me da un beso en la frente y se levanta del sillón. -Mientras tanto puedes nadar, ¿no? En aquél armario hay un poco de ropa de mi hermana, es de hace años, espero que te quede.
-Vale -digo.
-Bueno, pequeña. Debo ir por la pizza para volver rápido, espero no tardar más de una hora. -Se pone en cuclillas frente a mí y me da un rápido beso en la boca.
-Ten cuidado, no vayas tan rápido, podría pasarte algo, ¿está bien?
-Tendré cuidado, cariño.
Se incorpora y sale de la cabaña, no sin antes despedirse con la mano. Sonrío pero ya no me ve. Busco en el armario que señaló y encuentro un vestido de playa, me quito la blusa y el pantalón y me pongo el vestido. Me queda un poco grande, pero sirve.
Se escucha como la motocicleta arranca. Investigo en el armario y encuentro algunas fotos viejas, las tomo y voy al sillón. En una de ellas está sólo él, lo reconozco por esos ojos color miel y ese cabello negro despeinado, en la foto está sonriendo mientras sostiene un caballo de juguete, asumo que tendría al menos nueve años. En la siguiente foto están los padres de Alejandro, eso creo, se miran a los ojos y lucen muy enamorados.
En la última foto está toda la familia, parecen tan felices, lástima que no les duró tanto. La hermana de Alejandro luce muy tierna, ¿será que habrá cambiado tanto? Estoy segura de que podemos ser amigas.
Suspiro y me levanto, dejo las fotos donde las encontré.
Salgo de la cabaña y me dirijo al lago. No sé nadar, pero puedo estar en la orilla. El aire choca con mi rostro y revuelve mi cabello, sonrío, es como estar en el paraíso. Sin nadie a kilómetros. Corro hasta el lago, al estar a la orilla me detengo y doy vueltas, es liberador, como si el aire se llevara todo lo malo que hay en mí.
Me siento en la orilla del lago y meto mis pies al agua, los muevo, como cualquier niña pequeña lo haría; como yo debí hacerlo hace años. Sacudo la cabeza, como si así fueran a salir volando todos los malos recuerdos, no es momento de ponerse triste. Pero lo hago, de un momento a otro me encuentro llorando, ¿por qué soy tan frágil? Quisiera disfrutar de la vida como lo hacen todas las personas, quisiera poder ser feliz.
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Más allá de las palabras
Fiksi RemajaA sus tan sólo 17 años de vida Evolet ha atravesado por el intento de suicidio en dos ocasiones, ambas en un lapso de menos de seis meses. Esta vez la tercera no será la vencida, ya que en su vida aparecerá Alejandro, un chico que entorpecerá las co...