Capítulo 16

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Me levanto de la cama, hoy es la segunda cita con la psiquiatra. No quiero ir. Me acerco al buró y tomo mi celular, marco el número de Alejandro. Me manda al buzón inmediatamente.

—Debe seguir con su familia...

Suspiro y estiro los brazos, me acerco al nuevo espejo que compró mi madre, observo mi reflejo en él. Soy un desastre.

—¡Evolet, apúrate, ya es tarde! —grita mi madre.

Bostezo, tomo una toalla y voy a la ducha. Al terminar voy a mi habitación. Kira está echado en su cama.

—Veamos, qué me voy a poner... ¡Ajá!

Encuentro mi vestido azul favorito y me visto, termino el atuendo con unos zapatos negros. Cepillo mi cabello y lo dejo suelto.

—¡Más te vale que ya estés lista! —grita y golpea la puerta.

—¡Ya voy!

Me miro de perfil en el espejo, creo que a Dios se le olvidó darme cuerpo de mujer, busco un suéter negro y me lo pongo.

Mis tatuajes aún deben estar cubiertos, espero no sudar mucho, no quiero una infección en el cuello.

Bajo corriendo las escaleras, como siempre. Mi madre me observa y sonríe.

—Te ves linda.

—Gracias. —Sonrío.

—Bueno, ya vámonos —dice.

Salimos de la casa.

.

.

Le comentas a la psiquiatra sobre el incidente con Samantha.

¿Qué?pregunto, mientras observo la ventana.

—Lo que pasó el lunes, quizá te hizo daño el medicamento que te dio. —Se estaciona frente al hospital.

—Bah, no creo que haya sido eso. —Subo la ventanilla del coche y salgo.

Espero a que mi madre baje, después caminamos hacia la entrada del hospital.

—Oh, ¿entonces que habrá sido?

No respondo.

Llegamos al consultorio, éste se encuentra abierto.

—Te espero aquí afuera, Evolet. —Mi madre se sienta en una de las sillas de espera.

—Vale.

Entro al consultorio.

—Buenas tardes, Evolet —dice Andrea.

—Buenas tardes —respondo.

—No te preocupes, puedes salir, necesito hablar con tu madre hoy.

La miro confundida.

—¿No se supone que la terapia es para mí?

—Lo es, claro que lo es. Pero necesito hablar con tu madre. —Señala la puerta y salgo.

—La psiquiatra debe hablar contigo —digo.

Mi madre frunce el ceño y se levanta.

Ocupo el lugar en el que ella estaba sentada y muerdo mis uñas, ¿de qué estarán hablando?

Un chico llega y toca la puerta del consultorio.

—Está hablando con alguien —digo.

—Oh, gracias. Supongo que tendré que esperar. —Se sienta al lado de mí.

Más allá de las palabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora