Solo tengo que esperar un poco más, cualquier descuido por parte de mi madre y entonces finalmente lo lograré.
Nadie entiende porque hago esto, me piden que intente ser feliz pero no me dan razones para serlo. Mi madre no me quiere, sus acciones lo demuestran, y mi padre... ni siquiera se ha dignado a aparecer por aquí.
Ella quiere que no intente acabar con mi vida de nuevo, pero no lo logrará, tantos años de descuido e indiferencia por su parte dieron frutos. Dicen que la tercera es la vencida y espero que sea cierto.
—¡Evolet! —Grita mi madre—. Te hablan por teléfono, es Samantha.
—No quiero hablar con ella.
¿Segura?
—Sí mamá, estoy segura. —Me mira confundida.
Habla con ella.
—Ay, está bien —respondo.
—No sé qué te pasa, pero toma —dice y me da el teléfono.
Se retira de la habitación para darme un poco de privacidad y respondo.
—¡Hola Evolet! —Grita Sam—. ¿Cómo estás?
—Uh, hola... Estoy bastante bien, solo que es un poco tedioso no poder salir sin vigilancia, o que mi madre me tenga que mirar desnuda todos los días para verificar que no haya más marcas.
—Ay, pero lo hace porque quiere que estés bien Ev, tu madre te quiere mucho.
—Como sea, ¿hablabas solo para saludarme?
—Claro que no, quería invitarte a salir. Al cine, hace mucho que no salimos y extraño a mi mejor amiga.
—Oh, le pediré permiso a mi madre. Claro que no prometo nada, no quiere dejarme salir sin su supervisión. ¡Es un fastidio! —Resoplo.
—Evolet, no entiendo que te pasó... ¿Dónde quedó aquella chica que se reía por todo? Aquella que siempre tenía una sonrisa en su rostro.
—Sam, reírse no implica ser feliz, al menos no en mi caso.
—Te quiero mucho Evolet, eres mi mejor amiga, en verdad. Hablaré con tu mamá, salir sería bueno para ti, le prometeré cuidarte.
—También te quiero Sam, uhm, déjalo así. Yo la convenceré, solo dime que día saldremos.
—¿Qué te parece sábado por la tarde? Tienes dos días para convencer a tu mamá.
—Vale, el sábado está perfecto. Ya me tengo que ir, fue un gusto hablar contigo, le pediré permiso a mi madre y te avisaré.
—Claro, cuídate.
Cuelgo y me levanto de la cama. Si convenzo a mi madre podría intentar de nuevo aquello que tanto espero, pero... ¿cómo?
Bajo las escaleras corriendo, busco a mi madre en el comedor y efectivamente se encuentra ahí. Inmersa en su mundo del trabajo, escribiendo a una velocidad mayor que cualquier otra persona de su edad, con los lentes cubriendo sus ojos verdes, ajena a todo lo que se encuentra en su alrededor.
—Mamá. —Hablo bajo pero claro.
Sigue escribiendo, sin percatarse de mi presencia.
—¡Madre! —Grito, apretando ligeramente los puños.
Alza la vista, se quita las gafas y me mira.
—¿Qué quieres, Evolet?
—Sam me invitó al cine, el sábado por la tarde, ¿puedo ir?
—Está bien, puedes ir, pero si se te ocurre hacer otra tontería no vuelves a salir jamás. ¿Está claro?
—Clarísimo, nunca vas a confiar en mí. —Hago una mueca.
Se queda callada y vuelve a su trabajo, por mi parte subo las escaleras y voy a mi habitación. Cierro la puerta y un sentimiento de nostalgia me invade. Rompo a llorar mientras me hago bolita en la cama, evocando todos aquellos momentos en los que alguna vez fui feliz.
Que maldita sensación, de desear volver el tiempo atrás y sin embargo no lograrlo.
De volver a ser feliz y no poder serlo.
—¡Maldita! —digo llorando.
Golpeo ligeramente la cama con mis puños, deseando sentir algo, aunque sea un poco de dolor, algo que evite recordar mi pasado. Pero el impacto es suavizado por el material acolchonado.
Espero que el sueño gane la batalla contra mis tormentosos pensamientos, para así no tardar horas en dormir.
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Más allá de las palabras
Novela JuvenilA sus tan sólo 17 años de vida Evolet ha atravesado por el intento de suicidio en dos ocasiones, ambas en un lapso de menos de seis meses. Esta vez la tercera no será la vencida, ya que en su vida aparecerá Alejandro, un chico que entorpecerá las co...