Parte 16

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El frío aire que nos susurra


Dicen que cuando una lagrima cae por tu mejilla sin razón alguna, es porque en alguna parte del mundo alguien acaba de morir

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Dicen que cuando una lagrima cae por tu mejilla sin razón alguna, es porque en alguna parte del mundo alguien acaba de morir... esto suele ser un mito entre la gente, un relato más en las historias de los abuelos, una fantasía tal vez. Nunca se sabrá la realidad sobre eso, así como tampoco se conoce la verdad de porque esas puertas se abrieron por sí solas, recuerdo los gritos desgarradores que provenían de ahí dentro, aún los escucho en mi cabeza, es como si me susurraran al oído para torturarme

-Papá está aquí-anunció Max

Me puse de pie tratando de mantenerme serena ante la situación, Archie y los demás chicos de Riverdale siguen aquí en la academia encerrados por órdenes de Zelda Spellman, que gran idea tuvo esa mujer, lo suyo si que es pensar!

-Persefone-saludó papá

Asentí con la cabeza, no quiero hablar, mucho menos tengo ganas de estar aquí, quiero dormir para relajarme de todo lo que escucho dentro de mi cabeza pero no puedo! Esto es muy irritante y demasiado cansado para mi, entramos al salón principal y de ahí fuimos directo a la oficina de Zelda, todos ahí presentes y apretados por el poco espacio de la oficina

-Armare un equipo y lo enviaré a las puertas infernales para evitar que algo salga de ahí-dijo Zelda

-¿Que pasará con ellos?-pregunto Maze señalando a los de Riverdale

-Deberán permanecer aquí unos días más, por seguridad-respondió Zelda

-No eso no!-exclamo papá-Este pelirrojo se larga hoy mismo de aquí!-

Rodé los ojos ya cansada de esa tonta y inmadura actitud de mi padre, mire a mi hermano y pude notar que él también ya está fastidiado, vi a mi papá dar un par de pasos en dirección a Archie por lo que me acerqué rápidamente y me interpuse

-Quítate Persefone-dijo papá

-No-respondí firme y segura-Quítate tú papi-

Me miro, una mirada molesta y llena de furia, pude ver ese característico brillo en sus ojos, esa mirada no me intimidara, el fuego en sus ojos apareció y se que lo hace con intención de asustarme

-Hazte a un lado Persefone!-grito

Negué con la cabeza y en ese mismo momento mi padre levantó la mano, listo para golpearme, eso si me asusto pues él jamás me a golpeado, la mano de Max se interpuso evitando que me tocara

-No te atrevas!-gritó mi hermano-A ella no le pegaras!-

-Háganse a un lado los dos!-volvió a gritar

-Para tocar a Persefone debes pasar sobre mi primero, lo sabes... papá-hablo Max con desprecio

Y entonces lo recordé, recordé aquellas veces que mi papá se molestaba con nosotros por cualquier tontería y nos regañaba y castigaba, Max al ser el mellizo mayor siempre recibía el peor castigo, los golpes, nunca permitió que papá me pusiera una mano encima, siempre aguantaba las palizas por los dos y nunca me lo echo en cara, es por eso que quiero y admiro tanto a mi hermano. Cuando se fue del infierno y nos abandonó sin decir adiós no lo culpe, mucho menos me moleste con el, yo sabía que Max necesitaba vivir su propia vida lejos de los problemas de casa, lejos de papá y de mi, siempre supe dónde encontrarlo pero nunca lo busqué, él merecía estar tranquilo y yo debía aprender a defenderme y librarme de papá sola, es por eso que ahora siento como si mi infancia se reviviera, un dejavú, ya no tengo 18 años, vuelvo a tener 7 años y soy una niña asustadiza en medio del infierno, literalmente, volví a la realidad cuando escuché a Max gritar otra vez

-Ya no tenemos 7 años papá! Tú ya no eres quien para golpearnos!-gritó Max

-Sigo siendo su padre!-se defendió

-Claro y eres el mejor-dijo Max con sarcasmo-Por eso yo me escape del infierno y Persefone prefirió buscar su propio destino SOLA y en otro pueblo-

No respondió, nadie hizo y dijo algo más, la pelea terminó ahí y mi padre salió de la oficina sin decir nada, la señora Zelda nos pidió a todos que nos retiráramos y eso hicimos, cada quien se fue a su habitación y yo entre la oscuridad y el frío de la mía seguí recordando mi pobre infancia en el infierno, esos recuerdos que aparecían en mi cabeza como un susurro del viento colándose por la ventana abierta del balcón.

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