𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐗𝐕

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"Se llama Shoto, ¿no es así?"

Abriste tus ojos. El cansancio te estaba adormeciendo el cuerpo y ciertamente querías descansar. No obstante, mientras más pasaba el tiempo de la noche, más tu mente se enpeñaba en recordar aquel suceso con Hitoshi. Dabas vueltas a la cama una y otra vez al mismo tiempo que sobre pensabas cada vez más.

"Quizás solo fue una broma" concluiste para dejar de sentir esa ansiedad que te engullía.

"¿Y cómo supo que se llamaba Shoto?" pensaste al siguiente segundo.

Tu corazón permanecía errático. Las perlas de sudor adornaban tu rostro cansado y seguías sin poder concebir el sueño. Algo en lo profundo de tu alma te decía que había que aclarar ese tema con Hitoshi. No querías que algo malo sucediera por un simple rumor sin fundamentos.

Decidida a encarar a Hitoshi, te levantaste de la cama con velocidad y te asomaste por la ventana de tu habitación. El alba se asomaba por la colina, alumbrando con sus primeros rayos de luz la silueta humilde de tu casa. Creíste que sería mejor prepararse de una vez antes de que el día soleado se hiciera más abrasador (y además que podrías poner tus pensamientos en calma de una buena vez).

Aprovechaste que Subaru estaba dormido para tomar una ducha con agua fría y cambiarte de vestido. Después, preparaste el desayuno. Justo antes de que tu hijo se despertara, habías terminado de comer. Lo bañaste con agua caliente, lo vestiste y le diste su biberón mientras tomabas un bolso y salías de tu casa.

Atravesaste el pueblo con calma. Algunos lugareños estaban sobre las sillas afuera de sus puertas, mirando detenidamente como el sol alumbraba el cielo. Los saludaste amablemente para después seguir con tu camino.

La casa del señor Aizawa estaba a orillas del bosque, del lado contrario a tu vivienda. El pueblo era grande, bastante, por lo que caminar hacia allá tardaría algunos treinta o cuarenta minutos a pie. Y considerando que traías cargando a Subaru, el cansancio apareció rápidamente.

No obstante, seguiste caminando. Dejaste salir un suspiro de felicidad cuando notaste las últimas casas a final de la calle, posteriormente tus pies se adentraron en la hierba. Habían algunos mosquitos volando alrededor de ti, pero te atresuraste en llegar a la única cabaña a orillas del bosque.

Por fin, después de caminar debajo del sol, llegaste a la cabaña del señor Aizawa.

La cabaña no era ni muy grande ni muy pequeña. A lo lejos podrías jurar que se estaba cayendo a pedazos, pero en realidad solo estaba un poco desgastada. Subiste las escaleras del pórtico mientras te acomodabas a Subaru en una posición más cómoda. Luego, finalmente golpeaste la puerta.

Esperaste alrededor de dos segundos para que la puerta se abriera y apareciera la única niña de la familia. Eri se estaba frotando los parpados, todavía algo somnolienta. Su cabello estaba atado en dos trenzas y seguía con el camisón de la pijama. Probablemente, todos ellos seguían durmiendo y te sentiste algo apenada por la situación.

- Buenos días, Eri - la saludaste.

- Buenos...días - bostezo.

- ¿Está el señor Aizawa? - preguntaste.

- Aquí estoy - murmuró una voz más grave desde el interior. El señor Aizawa salió de la oscuridad de su casa. Todavía seguía en pijama, un poco despeinado (más de lo que ya estaba) y con una mirada algo irritada -. ¿Qué se le ofrece, señorita (Nombre)?

Te sentiste apenada por la repentina intromisión, pero finalmente decidiste preguntar sobre Hitoshi.

- ¿Puedo hablar con Shinso? - cuestionaste con una pequeña sonrisa nerviosa.

Rᴇᴢᴀ ᴛᴏᴅᴏ ʟᴏ ϙᴜᴇ ϙᴜɪᴇʀᴀs; Tᴏᴅᴏʀᴏᴋɪ SʜᴏᴛᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora