𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐗𝐕𝐈

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Cuando fuiste novicia, estabas al tanto de que existía un grupo que practicaba dichas actividades sobre personas "endemoniadas". Sin embargo, nunca llegaste a tratar con ellos.

Justo ahora, hundida en la desesperación y la impaciencia, habías optado por aceptar la oferta que Hitoshi te hizo.

Iban a practicarte un exorcismo.

En parte, Hitoshi te explicó que no era algo sencillo, más considerando que tenías un hijo de Shoto. Mencionó que en el infierno, los niños engendrados y los pactos de sangre son considerados uniones demoníacas casi indistructibles, aunque existían ciertos métodos que desconocía su eficacia. Literalmente, expresó con sus propias palabras que para ver si funcionaba, tendrías que ser la prueba.

Eso te dio miedo, más que nada por lo que podía hacer. Sabías que podías morir, pero ¿quien cuidaría de Subaru? Él no tenía más familia, más que tú. No obstante, tampoco querías seguir siendo atormentada por aquel demonio.

La fecha del exorcismo cayó sobre luna nueva. Para tu suerte, Mina se había ido de luna de miel, por lo que los labores en tu trabajo seguían en pausa. Hitoshi llegó a tu casa con todo la necesario, desde el cuchillo con forma extraña hasta una bolsa con suplementos raros. Confiabas plenamente en las habilidades de las que tanto se jactaba.

Lo único que podía angustiarte eran los resultados y lo que podría sucederle a Subaru.

Hitoshi comenzó haciendo un círculo de sal fina alrededor de ti, dejó a Subaru en su propia habitación y le dio su biberón. Después comenzó a recitar algunas palabras en latín y deslizó la hoja del cuchillo sobre su palma. Las gotas de su propia sangre cayeron dentro del círculo y sacaron un poco de vapor.

Sentiste que tu cuerpo se volvía pesado y las tablas de tu casa comenzaban a moverse, simulando las olas del mar. Tu cabeza comenzó a dar vueltas. Sentías tu bilis en la garganta.

Escuchaste un rugido que te paralizó el cuerpo mientras escuchabas la voz de Shinso de fondo.

Escuchaste como rasguñaban la madera con fuerza, seguido por un zumbido en el oído que solo te lastimo. Te cubriste las orejas con las palmas de tus manos antes de que tu cuerpo empezara a doler. Las lágrimas se acunaron en tus ojos, aunque no sabías si se debía al dolor, al miedo o a la sensación palpitante en el pecho que combinaba a ambas.

Un grito resonó por toda la casa. Tus nervios se dispararon, inyectando horror en tus venas. Tu corazón latió con más fuerza y por mero instinto, te levantaste de tu lugar. Estabas demasiado exaltada como para escuchar a Shinso, el miedo era más potente que cualquier cosa.

Saliste de tu casa, sin un rumbo fijo. Corriste a través de la hierba, hundiéndote en el bosque. La oscuridad de la noche se cernía sobre las copas anaranjadas de los árboles y el crujir de las hojas debajo de tus pies. Seguiste corriendo por el bosque, siguiendo tu corazón acelerado hasta que finalmente la calma lleno tu alma y te detuviste.

Tus rodillas estaban a nada de tocar le suelo, estabas cansada por haber corrido tanto y tú respiración era el sonido más fuerte en la zona. Levantaste la mirada, un poco más tranquila. Te encontraste con un arroyo en medio del bosque.

Te acercaste con dificultad hacia el agua del arroyo. Estabas sedienta, pero casi al instante de haber metido los pies dentro del agua, una extraña picazón se hizo presente por todos los poros de tu cuerpo. Era como si millones de mosquitos te picaran al mismo tiempo, por lo que decidiste quitarte tu camisón sudoroso.

Te quedaste desnuda al mismo tiempo que tratabas de aliviar la picazón de una u otra forma. Sin embargo, eso no era suficiente. Te inclinaste un poco para poder mojar tus extremidades y al parecer eso fue suficiente para tu cuerpo.

Rᴇᴢᴀ ᴛᴏᴅᴏ ʟᴏ ϙᴜᴇ ϙᴜɪᴇʀᴀs; Tᴏᴅᴏʀᴏᴋɪ SʜᴏᴛᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora