𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐕

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— ¿Para qué quieres un niño? — preguntaste al mismo tiempo que sentías la yema de su dedo frotarse contra tu entrepierna.La humedad empezó a hacerse presente entro de tu ropa interior. El chico bicolor te dio un beso en la mejilla.

— ¿Para qué quieren los humanos un niño? — te respondió. Su pecho fornido estaba contra tu espalda y estabas sobre su regazo a su disposición. Como de costumbre, su cola estaba separando tus piernas.

Lamió tu oreja al mismo tiempo que te quitaba el camisón. Le quitó el listón que se amarraba frente a tu pecho y luego te lo fue deslizando por los brazos hasta que te lo quitó, sacándolo por los pies. Soltaste un gemido cuando empezó a masajear tus senos. 

— Tienes unos hombros muy lindos — susurró. Luego te dio un beso húmedo en aquella zona. Te dio escalofríos sentir su saliva contra tu piel. Siguió dándote besos por todo tu hombro y empezó a descender por tu espalda.

— ¿Estas cansada? — preguntó. Asentiste. El cosquilleo en tu vientre estaba haciendose más presente, eso hizo que ahogaras un gemido. Te dio un beso en la mejilla.

— Hoy seré más suave ¿te parece? — dijo en un murmullo, — Además creo que, si dejas que salgan ruidos obscenos de tu boca como usualmente, todo el mundo se enterará.

Su erección se frotó contra tu entrada, empapándose de tus jugos que escurrían por toda esa zona. Al parecer aquella situación le excitaba al chico, asi que no tardaste en sentir que su miembro comenzaba a palpitar. 

Una vez terminó de estimularse con la fricción, decidió que era hora de entrar en ti. Te elevó un poco con sus manos sosteniendo tus muslos con algo de ayuda con su cola. Posteriormente, él introdujo su pene hinchado a tu entrada. Rápidamente desapareció entre tus pliegues, te recorrió un espasmo y tu espalda se arqueó un poco. Claramente ya no dolía como las dos anteriores ocasiones, pero la sensación no cambiaba en absoluto.

El chico empezó a moverse de arriba a abajo estampándose contra tu piel. Sus manos dejaron tu pecho para posarse alrededor de tu cintura y abarzarla con fuerza mientras que su vaivén se iba intensificando. Eso provocó que el cosquilleo en tu vientre bajo comenzará a torturarte lentamente.

— ¿Te gusta? — preguntó en tu oído.

No le respondiste, estabas mordiendo tu labio con fuerza. No deseabas que nada saliera de tu boca así que solamente te dejaste caer sobre su pecho y tu mano se aferró a su cuello. Él lamió tu mejilla mientras que el sonido de las pieles chocando entre sí resonaba por las paredes de la catedral.

En un instante, él dio una estocada que dio justo en tu punto más dulce y dejaste salir un sonoro gemido. Rápidamente cerraste nuevamente la boca al darte cuenta de lo que habías hecho y te sonrojaste. El chico te sonrió, pues parecía que disfrutaba avergonzarte. 

— (Nombre) — te llamó, — ¿Qué dirán las hermanas si se enteran que su más pura e inocente paloma está disfrutando de los placeres carnales con un ser como yo?

— Yo...— no podías hablar, simplemente tu mente no estaba conectada con tu lengua. Estaba vagando en el infinito mientras tu cuerpo estaba enfocado en el efecto que provocaba el chico bicolor saliendo y entrando de ti.

— ¿Y si el padre que mandó el Vaticano nos está viendo fornicar ahora mismo? — preguntó y tú corazón dio un vuelco cuando miraste la puerta y viste la cara horrorizada del Padre Jeremías. El miedo te invadió el cuerpo automáticamente. Sin embargo, las alas del chico rapídamente te escondieron. 

 — Te dije que no había nadie — escuchaste que dijo el padre en un tono algo nervioso. Luego se escuchó el ruido de la puerta principal cerrarse, le siguió por una serie de cuchicheos y unos pasos, — Vamos Catalina.

Rᴇᴢᴀ ᴛᴏᴅᴏ ʟᴏ ϙᴜᴇ ϙᴜɪᴇʀᴀs; Tᴏᴅᴏʀᴏᴋɪ SʜᴏᴛᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora