Un simple lazo.

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Niccolo

Sabér  que era ella lo hacía todo más difícil. No era cuestión de gustos u otra cosa superficiál.

Esto no era tan simple cómo el decir: "¡Vaya!. No me agrada, lo intentaré con algúna otra".
Esto era algo así cómo: "¡Vaya!. No me agrada, ¿Qué procede?".
Si. No tenía ni la más remota idea de lo que seguía, ¿qué si me molestaba?, si. Definitívamente si; ¿que si tenía miedo?. No, no precisamente miedo.

¿A quién le molestaría ser el alma gemela de Ann Brooklyn, la chica perfécta?, a nadie que no sea yo, eso es seguro.

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Llegué a mi "hogar", pensába subir sin saludar a nadie, eso ya era costúmbre.

--¿A donde vas?- pero el múndo no estába de mi lado.
-No te importa.

Y no lo hacía, ¿Qué creía?, ¿que le pediría permiso para hacer algo o qué?.

-Soy tú padre, Niccolo. Me debes respeto- dijo el hijo de... la playa.

-No, yo no te debo nada. Dejáme en paz.

-¿Cuándo pensabás decirme sobre tú mate?- me preguntó.
Me tense, ¿Cómo diablos se había enterado?. Parecía como si se esforzára para hacerme la vida imposible.

-En realidad, no pensába decirte- traté de parecer lo más despreocupado posíble, respondiéndo con desden.

Ya era normal. Las pocas veces que lo veía, siémpre terminábamos peleando, es un dón familiar, al parecer.

-Es tu debér decirmelo, soy tu..
-Mira- lo interrumpí- tú no te metes en mis asuntos y yo sigo sin hacerte caso, ¿captas?.- lo miré, pero simplemente calló- ¡Genial!. Comenzámos a entendernos, adorable.

Me gustába burlarme y ser sarcastico, me gustába la forma en la que se irritaba. Era mi fórma de desquitarme con el.

Desidí subír a mí habitación.
Era increíble que de ún moménto a otro mi vída se volviéra tán difícil.

¿Por que élla?

Tal véz a la diósa Luna le pareció gracióso enparejárme con alguién tán irritante, difícil, odiósa y caprichósa como lo era Brooklyn.

Núnca pensé en ella de una fórma amigable, mucho menos romántica. Claro que sabía quién era ella, era imposíble no hacerlo; su cabello marron rojizo, sus ojos miel, esa piel tán blanca que parecía porcelana y sus hermosas curvas... en fin. Era imposible no saber quién era, a demás de ser de las chicas con mejór promedio- por no decír la mejór- del colegio.

Era irreal. El simple hecho de imaginarme compartiéndo mi vída con algién era extraño, peór aún si era con ella.

Visualise su rostro y de pronto, la idea de ser su otra mitad ya no me parecía tán terrible.

Pero, sabía que ésto solo era por el lazo que nos únia... y dolía.

Tú, ¿Mi mate? [Reescribiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora