Capítulo 35

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Bajé las escaleras rápidamente para llegar a la puerta principal. Traté de respirar, pues de un momento a otro sentí como me faltaba el aire. Necesitaba salir de este horrible lugar. Miré a la puerta del elevador abrirse, y mi corazón se detuvo al ver quién iba saliendo: era Oswaldo.

Mis ojos se pusieron aún más llorosos. Solo quería que se alejara de mí, pero venía, y cada paso que daba hacía que me sintiera una cobarde.

—¿Qué quieres de mí?

—Sabes lo que quiero de ti... —negué con mi cabeza rápidamente.

—Vete de aquí, Oswaldo. No quiero... —se acercó a mí y yo retrocedí.

—No me interesa lo que quieras. No me salgas con que ahora ya sabes qué decir... Todo lo que hicimos en tu cuarto, lo hicimos ambos. ¿Por qué ahora no quieres? Puedo ofrecerte más que hace años.

—Eres un gran idiota. Yo nunca quise que pasara todo eso... Era una niña, Oswaldo. Ahora no quiero porque siempre me diste asco.

—¿Asco? —comenzó a reír—. Vamos, anduviste conmigo más de un año.

—Fue el peor año de mi vida. Hiciste que me odiara más de lo que ya lo hacía...

—Yo no te obligué a andar conmigo. Fuiste tú la estúpida que aceptó. No sé por qué te alarmas; como te dije, lo hice muchas veces.

—Fue mi error, lo sé. Pero que seamos ex no significa que vas a venir y a tocarme SIN MI CONSENTIMIENTO.

—Haré lo que se me dé la puta gana —quedó frente a mí—, ¿entendiste? Si yo te quiero besar, si te quiero tocar o si quiero hacerte mía, lo haré porque no me importa lo que tú digas.

—Eres un imbécil... —murmuré y sentí como su puño golpeó mi cara.

Me agarré rápidamente, pues comenzó a doler al instante. Quería llorar, pero no podía, no enfrente de él.

—No puedes decirme así, ¿entendiste?

—¿Ashly? —Oswaldo se separó de mí y miró a la puerta, yo como pude me alejé de él, mirando igual a la puerta. Era Ángel, una parte de mí recobró vida al verlo parado.

—¿Y tú eres? —le dijo Oswaldo poniéndose frente a él.

—¿Es algo que te importa?

—Sí, veo que conoces a mi novia, y no sé si te diste cuenta, pero estás interrumpiendo algo.

—¿Novia? —me miró, lo cual yo negué rápidamente—. Sabes qué, quítate de mi camino.

—No, estamos ocupados. ¿Qué no entiendes, imbécil? Ella no quiere verte ahora. Así que vete de aquí.

—Ella irá conmigo, y ni siquiera necesita tu permiso para irse.

—No la dejaré irse contigo.

—Y yo no la dejaré aquí contigo.

Lo empujó haciendo que Oswaldo se hiciera a un lado y Ángel pudiera estar frente a mí. Él agarró mi mano y me sacó del edificio.

Lo miré unos segundos antes de acercarnos al auto de Alfredo, que estaba en el asiento del conductor.

—¿Estás bien? —dijo viéndome a lo cual negué— ¿qué fue lo que pasó? —agarró mi labio y miró su dedo que tenía sangre— ¿Ese idiota te golpeó?

—No pasa nada...

—Dime si te ha golpeado.

—No pasa nada, en verdad, quiero descansar por favor...

—Ashly, dime que es lo que te hizo ese idiota.

—Vámonos por favor... —lo miré.

—Dime.

—Te lo digo en el auto, solo vámonos.

Agarré su brazo y subimos al auto, Alfredo estaba hablando por teléfono así que no nos prestó mucha atención. Todo el camino iba en silencio.

—¿Qué hacemos aquí? Mon... a de estar en su casa —dije al ver que estábamos en la casa de Ángel.

—Aquí está Mon.

Asentí y bajamos del auto, algo dudosa los seguí hasta la puerta, pues no quería entrar a esta. Al final entre y vi a Mon en el sillón comiendo. Al verme se levantó.

—Hola —dijo con una sonrisa, pero al verme se le desapareció—, ¿Estás bien?

—Sí... yo solamente... no tuve una buena noche —dije tragando saliva.

—No me refiero tanto a eso, Ash. Tienes tu mejilla roja y sangre en tu labio. ¿Te golpeó alguien?

—No es nada importante... —sonó un celular.

—Ahorita hablamos, Ángel llévala a un cuarto por favor.

—Sí.

Ángel y yo subimos las escaleras. Me llevó a una habitación, me dio miedo entrar con él detrás de mí. Lo miré y como pude me alejé.

Miré la cama, y el rostro de Oswaldo apareció en mi mente. Una lágrima comenzó a caer al recordar que él pudo haber abusado de mí si no hubiera llegado mi hermana.

—¿Ash? —al sentir su mano en mi hombro me alejé rápidamente— tranquila... soy yo.

—Perdón es que yo...

—¿Me dirás qué está pasando?

—Nada —bajé la mirada y me abracé.

—Ven —agarró mi mano y nos sentamos en la cama—. Sé que ese sujeto te hizo algo, pero quiero saber qué fue.

—Es una estupidez...

—Si te tiene tan paranoica no lo es. Dime qué fue lo que pasó. Sabes que puedes confiar en mí.

—No quiero hablar de eso, Ángel... por favor.

—Entiendo, iré a buscar algo de comida, ¿okay? No tardo.

—Sí, muchas gracias.

Salió de la habitación y a los segundos entró Mon. Fue lo mismo con ella, solo la abracé y no dije nada. No podía hacerlo, tenía miedo a que me juzgaran por no haberme defendido o haberme quitado.

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