Temprana confesión

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4 Meses después.

Aparto los documentos impresos de su vista cansada de tanto leer, no estaba disgustado, pero tampoco contento de los resultados que habían sido recopilados con cada detalle.

Había avanzado más con el rizado y eso era algo digno de ser alabado por los de la FIFA, quienes se alegraron al ver que este comenzaba a apegarse más al argentino. Ellos únicamente querían verlos ya unidos y con algún fruto para poder pagar todo, y no tener que dar de más, eso era lo que le generaba nauseas de más.

Dejó caer su cabeza al respaldo de la silla, soltando un sonoro suspiro, llamando la atención de sus dos amigos.

El moreno arqueó la ceja, mientras ladeaba la cabeza, mirándolo fijamente, Suárez por su parte esperaba silenciosamente hasta que el argentino se dignara a contarles que tenía.

—Estoy tan harto de esto.

—¿Te harta que Memo no guste de ti? No te culpo, a mi tampoco me gustarías —comentó con sarcasmo, ganándose un codazo por parte del uruguayo, y una fulminante mirada por parte de Lionel.

—¡Que! ¡solo dije la verdad, Lionel es un asco para ligar!

—Según tú, ¿en que doy asco, pelotudo? —Tomó una postura más dominante, tratando de imponerse, ganándose una burla por parte del moreno.

—¿Quien va por la vida pensando que con solo existir, va a enamorar al mundo?

—Parece funcionar con él.

—A Memo le gusta ver como te humillas con aquella idea. —corrigió, molestando aún más a su amigo.

—¿Cómo lo conquistarías tú?

Neymar sacó la lengua, dándole a entender que no le diría.

—Mierda, siempre me pregunto porque un par de pelotudos son unos de mis mejores amigos —se quejó. Tan pronto que puedo, organizo los documentos y los guardó en un folder, para pasar a retirarse de la oficina, dejando a sus dos compañeros ahí.

—Te he dicho que no lo jodas con eso —regañó.

El brasileño torció la mirada. —Ese chico es más que una simple presa, son de los que te destrozan la mentalidad, capaces de acabar contigo.

—¿Por qué insinúas eso?

Ney ladeó la cabeza nuevamente, apoyándola sobre su palma, miraba a su compañero extrañado, como si hubiera algo que no cuadrara. —Obsérvalo, y te darás cuenta. —mostró una sonrisa ladina.

. . .

Hoy era día de entrenamiento riguroso, puesto que tenía partido al día siguiente y a él le tocaba ser portero titular, no podía estar más que feliz de aquella noticia. Obviamente quería dar lo mejor de sí, mejor de lo que había dado en el mundial, incluso cuando jugó para club América.

Cuando por fin los entrenadores lo soltaron, corrió hacia las bancas, necesitaba descansar aunque sea unos minutos, sinceramente, los entrenamientos eran otra cosa, nada comparados a los que estaba acostumbrado, sentía que en cualquier momento caería desmayado sobre el césped.

Tomó su botella, la cual había sido un regalo por parte de su amigo, Saúl, el cual se la dio porque fue la primera botella que llevó en su primera victoria, y quiso dársela para compartirle de su suerte, agradecía el gesto del pelirrojo, tardo en darle suerte, pero finalmente se la había otorgado.

Cuando sintió que había tomado la cantidad correcta de agua, apartó la botella, limpió sus labios. Miró a sus pocos compañeros que si habían asistido a los entrenamientos a lo largo de la semana, muchos faltaban puesto que tenían cosas pendientes por hacer o solamente se escapaban, como si de adolescentes se tratasen. Él, quería actuar como un adulto, aunque prácticamente era un adulto joven, pero el rizado no quería verlo de esa manera, quería actuar como alguien experto.

Ojos Abiertos |En edición| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora