El cielo se oscureció en un elegante tono dorado como muestra de que el Profeta había completado su parte en el ritual. Suaves nubes grisáceas acompañaron el paisaje, dejando caer una ligera lluvia como dulce acompañamiento a los acontecimientos que pondrían fin a esta historia.
Un delicado círculo de ceniza rodeaba el cuerpo del híbrido protagonista, quien seguía con suma obediencia las indicaciones que el Gran Hechicero Supremo le recitaba con firmeza; su cuerpo había sido rociado con los productos que Drako y Noni habían recuperado. Con los dos no-magos a distancia segura del Santuario —Noni mantenido a alta altura con ayuda de Focus para así tener en su campo visual a Spreen, Drako ayudando a Pato y Mariana a mantener mobs y aldeanos problemáticos fuera del Sactum Vergorum— y la luz verde de su padre, Juan estaba listo.
—Por precaución quiero recordarte que existe una pequeña posibilidad de que no consigamos eliminar por completo los efectos de la poción. —el mago suspiró contra sus enguantadas manos, sus manos hormigueaban pidiéndole que no hiciera ningún conjuro, el humo en su mente estaba haciendo serios desastres y eso le decía que debía darse prisa.
No sabía cuándo la poción le ganaría nuevamente al Profeta, haciendo que dejara de darle la energía que necesitaba.
Sin eso, Spreen no tenía posibilidades de tener una vida normal nuevamente.
—Lo tengo claro, gafotas. Dale con todo.
—De acuerdo... ¡DIOSES DE TODO, ¿ME OYEN?!
El sonoro sonido de los rayos impactando junto a sus pies relajó cada milímetro del cuerpo de Juan, permitiéndole crear una fina y translúcida esfera entre sus dedos. Los ojos verdosos se consumieron en un brillo casi tóxico, sus prendas y cabellos siendo agitados por un viento de origen desconocido e inexplicable.
—Bien, muy bien...
Susurros resonaron como traídos por la lluvia, el intenso agitar de unas maracas cortando la respiración del tenso híbrido, quien escuchaba y veía cosas que incluso él nunca había visto. Ni siquiera con Revil.
—¡Lo sé! —la voz de Juan opacó sin complicaciones el tronar de los relámpagos, su propia sombra creciendo bajo sus pies, retorciéndose y girando como si de un alma pecadora sufriendo en el infierno se tratara.— ¡Soy plenamente consciente de lo que significa modificar la magia de otros! ¡Pero debemos hacer esto! ¡Por el equilibrio de este universo!
El tintineo de las maracas aumentó, cada vez más, y más, hasta taladrar los sensibles tímpanos del osezno quien solo pudo aullar de dolor, su cabeza comenzaba a dar y dar más vueltas, su nariz sufriendo ante el intenso aroma de la ceniza que lo rodeaba.
—¡Suficiente! —un ágil movimiento de sus dedos, fue todo lo que Juan necesitó hacer para cesar cada sonido en el Santuario, hasta el viento había dejado de soplar, la lluvia siendo lo único que indicaba a Spreen que el tiempo seguía circulando.— ¡No es una petición, nosotros VAMOS a hacer esto! ¡Como futuro Dios del Todo, es una orden! ¡Eliminen esa maldición, AHORA!
Spreen sintió un intenso deja vú cuando su cuerpo se rodeó de un opaco humo de intenso negro color, impidiéndole ver más allá de sus propias manos; Spreen se asustó cuando dejó de sentir la lluvia caer sobre él, cuando dejó de oler la ceniza, cuando dejó de escuchar la voz de Juan. Tomó aire, recordándose a sí mismo las palabras del mago -al cual, por cierto, no podría volver a tomarse a chiste después de semejante demostración de poder.
—Muy bien Spreen, respira. —colocó sus manos sobre su pecho, imitando la exacta posición con la que en su momento había sostenido la pequeña botella de morado líquido que le había llevado a esa situación.
A tener mordiscos del Profeta en su cuello. A tener las manos de Auron marcadas en su viente. A tener sus labios cortados por los besos de Tanizen y Reborn. A tener la sensación de las alas de Focus entre sus colmillos.
A tener un nuevo padre adoptivo. A haber conversado con paz con Drako. A haber cerrado sus cuentas pendientes con Juan. A haber aclarado sus propios sentimientos.
—¡Okey, escuchen dioses de porquería, pelotudos de mierda!
En ese momento, más que nunca, Spreen se recordó que, hechizado o no, con buena o mala suerte, enamorado o asustado, él era Spreen.
El Patrón del Pueblo Naranja.
Uno de los guerreros que derrotaron a Revil en otro universo.
Un luchador a la par del Hechicero Supremo.
—¡Quiero que se metan su poción de mala suerte por el orto, no les sirvió ni para chuparme la pija! ¡Sí, me jodieron bien feo pero, adivinen! ¡Necesitan más que eso para acabar conmigo! ¡No les tengo miedo, ni a ustedes ni...! ¡Ni a ustedes, ni al futuro, ni al rechazo! ¡No me tengo miedo!
No tenía miedo.
No le tenía miedo a lo que Carrera y Robleis pudieran pensar de él. No tenía miedo, porque sabía que eran amigos y que él era más fuerte que un rechazo.
No tenía miedo, porque había visto a Auron quemarse sus propias manos para no tocarle. Porque había visto a Reborn encerrarse a sí mismo en bedrock. Porque había visto a Pato y Focus abrazarle incluso con mordiscos por las alas. Porque había visto a Noni poner patas arriba su vida para cuidarle. Porque había visto a Juan dar todo de sí por salvarle. Porque había visto al Profeta ofreciéndole sincera ayuda.
No tenía miedo. Porque no estaba solo. Tenía gente que lo quería, gente que no le abandonaría.
No tenía miedo, porque tal vez. Tal vez podía quererse un poco a sí mismo también.
—¡DIOSES DE TODO! ¡HÁGANLO, AHORA!
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Nota: ¡Llevo medio libro esperando escribir este capítulo! ¡Waaaa! Sin duda mi favorito, Juan haciendo magia todo serio, Spreen aceptando sus sentimientos... ¡Ay!
Siempre leo cada uno de sus comentarios pero los de este capítulo me hacen especial ilusión.
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Mirado por un tuerto | T!SpreenHarem
Fanfiction«Haber sido mirado por un tuerto»: Expresión que hace referencia a que una persona está padeciendo una racha de mala suerte. Spreen estaba seguro de que las cosas no podían ir a peor en el pueblo con todas las guerras y peleas, sin mencionar al Prof...