𝕰𝖘𝖕𝖆𝖉𝖆𝖘 𝖞 𝖋𝖑𝖊𝖈𝖍𝖆𝖘

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Sé que la mayor parte de Wattpad son lectoras fantasma, pero me gustaría que comentaran y dejaran sus votos, ya que es la única manera en la que puedo saber si lo que escribo es de su agrado. Si escriben o algún día comienzan a escribir, sabrán lo motivador que es leer los comentarios. No lo hagan solo con esta historia, sino también con el resto de historias en la plataforma.

La mañana en el castillo era tranquila, William despertó totalmente renovado. Se vistió y bajó al comedor, probablemente el desayuno ya había terminado. El joven príncipe abrió los ojos un poco más tarde de lo que acostumbraba.

Caminó por los pasillos, estos estaban siendo iluminados por los cálidos rayos del sol. Parecía que el día estaría despejado, algo bastante inesperado si se tomaba en cuenta que la noche anterior había nevado.

William se detuvo un momento para admirar el paisaje; el sol se filtraba a través de los árboles y la suave niebla, los tonos amarillentos salpicaban la nieve haciendo que brillase y creando una gama hermosa de colores.

Pudo ver a algunas aves y ardillas saltando entre las ramas cubiertas de nieve. Un destello de paz se incrustó en su pecho haciéndolo sonreír, continuó con su caminata y tras unos minutos estuvo en el comedor. Abrió tímidamente una de las puertas para después asomarse, para su sorpresa Ellah se encontraba desayunando.

—Buenos días.

Saludó él mientras ingresaba y tomaba asiento en la gran mesa de madera.

—Buenos días Will, ¿tú también te has levantado tarde?

—Si, pensé que tendría que comer solo. Dormí más de la cuenta.

—¡Yo también!, dormí muy bien. Padre fue a despertarme, pero me dijo que durmiera un poco más si me sentía cansada.

—¿Tú padre ya ha desayunado?

—Si, cuando me levanté él ya había terminado. Dijo que estaría entrenando un poco con Vladimir, y que luego cuidaría de Othello y Ceffyl.

—Ya veo.

En ese momento Marie entró al comedor, llevaba un cesto con pan recién horneado y cortado en trozos.

—¡Lord William!, creí que tardaría un poco más en despertar. Yo misma iba a subir su desayuno.

—Marie, no había necesidad de hacer eso. Te dije ayer que bajaría a tomar mis alimentos.

—Si, pero temí que continuara sintiéndose mal.

—Me encuentro de maravilla, me temo que el sueño me venció.

—Bueno, supongo que eso se debe al efecto de las pócimas del viejo, además de amedrentar la enfermedad hacen que el cuerpo descanse. Iré a traer su desayuno, en seguida vuelvo.

𝕰𝖑 𝖈𝖎𝖊𝖗𝖛𝖔 𝖓𝖊𝖌𝖗𝖔 (𝔥𝔞𝔫𝔫𝔦𝔤𝔯𝔞𝔪)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora