Cuando me di cuenta me separé de él y del suave agarre que había hecho para mantener el beso.
-¿Qué mierda ha sido eso? Eres un idiota.-Expresé cabreada y lo empujé. No tenía sentido como me trataba. Parecía que a veces me quería ver muerta y ahora me estaba besando. Era irónico. Si quería jugar de alguna manera conmigo, no se lo iba a permitir.
-Perdón.- Respondió en un murmuro.
Tras eso, caminé rápido hacia mi habitación. Me encerré el resto de lo que quedaba de noche. No quería cruzarme con Joe. Estaba enfurecida y a la vez confundida. Se supone que nos odiábamos, ese era nuestro juego. ¿Quién era él para cambiarlo? Además, estamos emparejados con otras personas, ¿para qué empeorar la situación? Decidí que lo mejor sería olvidarlo. Ya tenía suficiente con soportar la obsesión con la reputación que tenía mi padre. Estuve pensando un rato hasta que me dormí, había sido un día largo, largo e intenso.
Desperté e hice lo que solía hacer en mi rutina mañanera. Tenía clara una cosa, debía hablar con Joseph. Necesitábamos aclarar las cosas y estando encerrada en mi cuarto no las iba a solucionar. Me vestí a mi estilo como siempre, acostumbraba a llevar cosas de tonos oscuros. Salí por la puerta en dirección a casa de los Quinn. Estaba respectivamente cerca, así que no tardaría mucho en llegar.
Iba por la zona de los espigos de trigo, símbolo de que estaba a unos pocos metros de la casa de Joe. Darcy, la hermana menor del anteriormente mencionado estaba jugando en ese campo. Alzó la vista y rápidamente sus ojos parecían que iban a salir estallados de la cuenca.
-¡Marjorie!-Gritó y corrió hacia a mí.
-¡Hola enana!-Así la llamaba cariñosamente. Dar era muy menuda y traviesa, pero tenía unos ojos tan bonitos como los de su hermano. Espera... ¿Desde cuando me gustan los globos oculares de Joseph? No, espera, mejor pregunta, ¿Desde cuando me gusta algo de Joe?
-¿Qué haces aquí?-Preguntó con una mueca curiosa
-De hecho, buscaba a tu hermano, ¿está en casa?-Pregunté impaciente por saber la respuesta.
-No, Joe salió, creo que fue con Valerie.-Rodé los ojos.
-¿Sabes cuando volverá?-Necesitaba que me diera una respuesta afirmativa.
-Se fue hace bastante rato, no creo que tarde.-Explicó la niña y asentí.-Pero puedes quedarte conmigo hasta que él vuelva.-Me miró con sus ojos inocentes. Realmente no tenía nada más que hacer así que acepté su propuesta. Ella me abrazó emocionada.
Darcy me prestó sus muñecas y decidió que jugaríamos con ellas. No era lo que más me gustaba, pero quería mucho a esa criatura. Una pequeña ola de polvo llegó junto a un fuerte sonido de derrape de coche. Era él, había llegado. Para mi fortuna, Valerie no estaba con él así que todo sería más fácil. Igual de incómodo, pero menos difícil.
Me acerqué a él y lo saludé, él hizo lo mismo, pero de una manera más desconcertada y torpe. Apuesto que no se esperaba encontrarme enfrente de su casa esperándolo. Su hermana menor se adentró en su hogar, dejándonos a mí y al chico a solas para poder aclarar nuestras ideas.
-Explícame que se te pasó por tu loca cabecita anoche.- Empecé a hablar exigiendo respuestas.
-Te seré sincero, no lo sé, creo que solo fue la tensión del momento, un impulso. Pero olvidémoslo si quieres, sé que lo último que quieres en tu vida es más confusión.-Sus explicaciones me confundieron más todavía. ¿Un impulso? ¿Qué excusa era esa?
-Vuélveme a ser sincero entonces, ¿a caso sientes algo por mí?- Intenté quedarme seria, pero mi media sonrisa de superioridad no podía esperar a salir a la luz.
-Como yo admito las cosas y no soy como tú, te responderé con la verdad. No lo sé Margi, no tengo ni idea y eso me mata.- Respondió algo frustrado. Hubo un rápido silencio. Después de esas fuertes declaraciones, seguimos conversando hasta que cayó la noche. Estábamos tumbados mirando las estrellas, y como de costumbre mi impulsividad hizo que mi boca se abriera para que mi voz se manifestara en modo de pregunta.
-¿Y por Valerie? ¿Sientes algo por ella?- Dije en un tono bajo sin pensarlo demasiado. El joven tardó en responder, pero lo hizo.
-No lo creo. No lo sé. Mi confusión crece cada día. No la veo siendo la madre de mis hijos, pero supongo que no me queda otra opción que aceptar un destino que ya han escrito por mí.
-Por suerte hay una cosa llamada goma de borrar. Escribe tú lo que quieras hacer. No es fácil pero es posible.-De repente mi poeta interior se hizo presente.
-¿Desde cuando eres la positiva de los dos?- Dijo mirándome con una sonrisa.
-A veces hay que serlo para evitar suicidios colectivos, supongo.- Le seguí la broma y reímos los dos. De repente una voz femenina irrumpió nuestras más sinceras risas.
-¿Joe qué haces con ella?-Preguntó una voz alterada.
