Esto nada más me pasa a mí ©

Los Van Bokhoven

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El viaje al aeropuerto transcurre sin más novedades, al parecer Henry si está por aquellos papeles que tomó del asiento delantero, sólo los ha abandonado para responder unas llamadas que ignoro de que van porque habló en otro idioma, y finalmente cuando Simón se estaciona frente a un edificio apartado del resto de instalaciones del aeropuerto.

Ignoro donde estamos porque jamás había visto aquel sitio, pero no me atrevo a preguntar porque de la nada aparecen dos personas, una de ellas es una mujer, no creo que tenga cincuenta años, saluda a Henry en cuanto desciende del Rover, igual hace el sujeto que la acompaña, aunque este último, y sin pérdida de tiempo, se dirige al maletero, recoge el equipaje y luego se aleja con todo al interior de las instalaciones.

Henry abre la puerta del lado donde está la sillita de Ainoa, la coge en brazos, yo me apresuro a salir por donde lo ha hecho él y ya fuera, veo a Simón. Ha abandonado el vehículo casi al mismo tiempo que todos, me mira, debe ser que cree que no me fijé que se ha pasado todo el viaje burlándose de mí y hasta que tuvo la desfachatez de seguirme hasta mi casa para luego irle con el chisme a su jefe, pero está bien pelao (equivocado). De hecho, pienso decírselo, pero justo cuando me decido Henry me pide que me acerque, le obedezco, su móvil empieza a sonar, él me entrega a Ainoa y se aleja para contestar.

Desconozco lo que dice porque vuelve a contestar en el mismo idioma que en el coche, habla muy rápido, parece preocupado, pero poco después le cambia la expresión. A mi lado se ha quedado la mujer, es muy seria, no tiene ni una sola arruga en la cara, seguro que, porque no suele hacer gestos de ningún tipo, aunque desmonta mi teoría cuando Henry deja el teléfono, se aproxima, le dice que soy Marni y que los acompañaré a Madrid. La mujer asiente con una media sonrisa. Luego me invita a seguirles dentro del edificio.

Camino casi pisándole los talones a Henry, la mujer nos guía por un pasillo, nos insta a pasar a una sala que hay al fondo, se aparta para que yo camine delante, a leguas se nota que es una zona de espera, él me pide que me siente, la mujer pregunta si me apetece algo, pero le respondo que no. Estoy perfectamente, tengo a Ainoa sobre mis piernas, creo que tiene sueño porque se ha acurruca en mi pecho, Henry la ve, se muestra preocupado, se acerca, le acaricia la cabecita y murmura que en breve abordaremos. Levanto la mirada y susurro:

—¿Dónde?

Me señala la aeronave que aparece en el horizonte. Es un Cessna Citation con las iniciales VB Corporation que diez minutos más tarde nos llevan a abordar. Permanezco en silencio nada más llegar al pie de la escalera de la aeronave. Jamás había visto una, salvo en televisión.

¡Coño Marni, Kim no va creerse esta vaina! Henry no viaja en primera clase, viaja como Donald Trump. No si al final va resultar que eso de que vende droga es cierto.

Henry saluda al capitán que nos da la bienvenida.

—Henry me alegra verte de nuevo —responde el sujeto estrechándole la mano—. Siento el retraso.

—Está puntual capitán Stein —confiesa Henry—. Hoy sólo volaremos a Madrid.

—Y por lo visto en buena compañía —mira a Ainoa y luego a mí.

Henry aprovecha y me presenta. Poco después abordamos el avión, no creo que sea necesario describir la sobriedad que registra el aparato porque con decir que los asientos son de piel y con espacio suficiente para sentarse, estirarse y hasta echarse a dormir, con eso ya queda todo explicado.

Entonces Henry me insta a tomar asiento a la derecha, es una sección con cuatro sillones encarados, en uno hay una bolsa de viaje que debe ser de Ainoa por el color y la serigrafía, ignoro de dónde salió porque nunca la había visto, en casa de los Palau no estaba, en el ático tampoco, pero Henry dice que no lo hice porque estaba en su armario y que contiene todo lo que Ainoa necesita. Le observo. Él me pide que la abra. Apenas puedo creer lo que ven mis ojos.