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—¡Kiiiiim! —grito hasta tres veces a la espera de que me oiga.
Estoy frente a la puerta de nuestro departamento, se supone que no volvería sin ponerla al corriente ni que necesitaría que estuviera en casa porque tengo mis llaves, pero al llegar a Barcelona, previo haberme subido en un bus y luego hacer trasbordo en Valencia, he recordado que mis cosas se quedaron en Madrid. He conseguido entrar en el edificio porque un vecino salía cuando yo llegaba.
¡Dios Kim, si estás ábreme! ¡Por favor!
El ruido del cerrojo me hace respirar aliviada. Las casi siete horas que me ha tocado viajar para poder volver las he hecho llorando a mares. En el trayecto de Madrid a Valencia una pareja se interesó por mí, luego una mujer se tomó la molestia de comprarme una botella de agua y finalmente una chica se quedó conmigo hasta que pude subir al bus con destino a Barcelona. Kim expande los ojos al verme plantada en la puerta. Sospecho que lo hace por las fachas en que voy y porque las manchas en mi camisa, aunque estén secas, son de sangre. Me le echo en brazos.
—¡Marni, por todos los cielos! —se espanta—. ¿Pero qué te ha pasado?
Sacudo la cabeza. Me gustaría decirle algo, pero es que al verla no he podido evitar venirme abajo. Entonces me ayuda a entrar al departamento porque estoy paralizada, cierra la puerta, me acompaña hasta el sofacito y ya ahí, se arrodilla en el suelo y me toma de las mejillas.
—No debí ir Kim —sollozo—. Tenías razón cuando me advertiste.
—Tranquilízate —me abraza—. Sea lo que sea ya ha pasado. Ahora estás en casa y aquí nada te va pasar.
Agito la cabeza. Lo sé. Empero, no puedo evitar seguir llorando ni acordarme de lo que pasó. Ella vuelve a sujetarme la cara. Trago al cruzarme con sus ojos.
—Debí llamarte —me paso el brazo por la nariz—. Debí contarte que volvería, pero no pude porque tuve que venirme en bus.
—¿Qué estás diciendo? —se estira un poco, coge un rollo de papel que hay sobre la mesa, arranca una hoja y me la da—. ¿Cómo que has tenido que volver en autobús? ¿Qué ha pasado? ¿Y dónde diablos está tu prótesis?
Sacudo nuevamente la cabeza. Ella expande los ojos. Inmediatamente después pregunta si ha sido Henry quien me ha hecho eso. Vuelvo a negar.
—Ha sido ella —limpio mi nariz—. Se apareció en Madrid, me insultó, me llamó meuca y no se lo consentí.
—¿A ella te refieres a la mujer del tal Henry? —frunce el ceño.
—Sí —confirmo—. Se presentó en casa de los Van Bokhoven, dijo que tenía carta blanca para entrar y hasta confesó tener una llave.
Kim resopla. Ha pasado de preocupada a enfadada y no me extraña. Ya se había quedado tocada con lo del accidente y la forma cómo Cristina me trató en el hospital, pero conocer que sigue en contacto con la familia de Henry eso la ha convencido de que no son más que caimanes del mismo pozo.
—Sabía que algo así acabaría sucediendo —se sienta a mi lado y me abraza—. No puedes esperar nada bueno de quienes tratan a una niñita con la indiferencia con la que la tratan. Lo que no comprendo es para qué ese hijo de puta del catire te hizo ir a Madrid. ¡Coño que está claro que él y la ex siguen teniendo algo!
—Lo tienen —le doy la razón—. La prueba es que ella entró en aquella casa como si nada.
—¡Por todos los cielos, Marni! —bufa—. Todas esas gentes son de lo peor. Apuesto lo que sea que están acostumbrados a estos brollos. ¡No si ya tu misma viste como son los Palau! No sé cómo no pensaste que los otros también eran iguales. ¡Uy no Marni, que Dios te libre de volver a toparte con ninguno de ellos!
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Esto nada más me pasa a mí ©
ChickLitElla sólo fue a hacer una entrevista de trabajo. Él sólo intentó ayudarla. Romántica - Divertida - Emotiva Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso del autor. Cualquier infracción de los derechos an...