Capítulo 09| Mutos

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Mike Wheeler| La junga

La fogata se encontraba en medio  de los chicos, la noche estaba por caer y la cueva comenzaba a sentirse fría.

Mike de pronto sacó de su mochila una iguana de tamaño medio (la cual había conseguido lanzándole un cuchillo) la colocó en un palo y, a modo de brocheta, comenzó a azarla.

Will, por su parte, colocó la cantidad apropiada de Yodo en su propia botella y comenzó a esperar el tiempo indicado. Byers se abrazó a sus piernas en la espera y clavó su vista en el fuego.

El azabache no podía evitar darle pequeñas miradas al ojiverde, se había arriesgado salvandole y no sabía porque no había sido capaz de decirle que se fuera cuando le siguio, tal vez una parte de él quería seguir cuidándole.

— Come — Sentencio Mike extendiéndole la brocheta de iguana frente a sus ojos.

— ¿Por qué?

Byers hizo aún lado la brocheta y Mike insistió tomando su mano y colocándola en ella — ¿Cuando fue la última vez que comiste? Si los profesionales nos persiguen lo mejor será tener energía...

— No me refiero a eso, quiero decir ¿Por qué me ayudas?

Siendo sinceros, ni Mike lo sabía, era como si su instinto protector se hubiese activado al escuchar los gritos y cuando vio a Will siendo sometido y a punto de ser asesinado... solo actuó.

— No te hagas ilusiones — Dijo Mike con el tono más rudo que pudo expulsar, aunque por dentro no quisiese sonar así — no lo hago por ti, fue por... lo que le hiciste a Evangeline, quería agradecerte por defenderla aquella vez.

Will miró sus ojos nuevamente, tal vez había aprendido a leerlos, en el fondo sabía que esa no era la única razón, tal vez Mike era experto en mentirle a los demás, pero Will tenía la intuición de que con solo ver sus ojos podía saber exactamente lo que quiere decir.

Will estaba por dejar la conversación ahí, pero Mike parecía no querer callarse.

— Solo estoy aquí por ella — Espetó — Mañana, cuando sea el momento, te abandonaré.

El ojiverde tomó la brocheta, sintiéndose ofendido, y dio un par de bocados.

— Puedes dormir cuando termines, yo haré la primera guardia.

Mike apagó la fogata y se dirigió hacia la entrada de la cueva. Después de un rato noto de reojo como Will se acomodó para quedarse dormido.

El ojiverde parecía estar soñando que corría de algo, pues cada cierto tiempo movía los pies. Mike no pudo evitar soltar una risita por aquella imagen tan tierna del chico.

El himno de Panem sonó de pronto y Mike fijo su vista en el cielo, el chico del 9 y luego la tributo femenino del 11. Esos fueron los únicos muertos.

— Once — Se dijo Mike contando las muertes con las del día anterior.

La noche siguió transcurriendo y cuando la luna parecía estar en su punto más alto, de pronto se oscureció más de lo debido.

Mike podía ver a Will desde su posición antes de que la luna pareciera haberse esfumado, pero después de eso ya no podía ver el interior de la cueva.

El azabache decidió que lo mejor era ir adentro, le inquietaba un poco no poder ver al ojiverde.

— ¿Will? — Susurro al adentrarse a la cueva.

No podía ver ni si quiera sus manos frente a su cara y el hecho de que el chico no le contestara le ponía los pelos de punta.

Buscó entre su mochila un palo que envolvió con un par de lianas (su patético intento de crear una trampa para conseguir más comida) y sacó cerillas, encendió una y luego la acercó al palo para así crear una especie de antorcha improvisada.

Los Juegos Del Hambre | BylerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora