8 "Muriel"

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Pasaron veinte minutos en los que Joseph y Daniel, sentados en el sofá del living de la casona, esperaron a la mujer llamada Marta, quien estaba en la cocina haciendo una cazuela de pollo.

Cuando volvió con ellos, traía dos tazas de té.

Daniel se empeñó en explicar lo mejor posible a la señora Marta su versión de los hechos y lo que habían desencadenado. Joseph intervino en las partes en las que fue partícipe. Cuando terminaron, Daniel se sentía en parte aliviado, ya que le gustó tener los acontecimientos bien claros.

—¿Puedo verla? —preguntó Marta—, la marca.

Daniel asintió y se quitó el zapato y calcetín izquierdo. Al ver la marca, la señora Marta cerró los ojos y arqueó las cejas. Una expresión que hizo a Daniel enrojecer.

—Sí, es —suspiró—. La flor de narciso, seis pétalos... La marca de nuestra familia.

Daniel se encogió en su lugar. La sensación de entrar en una casa ajena sin previa invitación no había sido agradable. Ahora, penetrar en el núcleo de la familia, indeseable.

—No conozco a su hijo ni a la otra loba que estaba esa noche. Yo no tuve ninguna intención de atacarlos y creo... que ahora al menos él debería hablar conmigo. Por favor... Por favor señora Marta.

A Joseph le pareció ridículo que Daniel estuviera prácticamente rogando a la familia atenerse a las consecuencias. Sintió rabia y no entendía por qué ese "cobarde" se estaba escondiendo.

Y tampoco comprendía por qué no podía sentirlo.

—No estás entendiendo... —habló Marta a Daniel. Tragó saliva y con la voz cortada pero firme, continuó—: Mi hijo falleció... esa misma noche. Está enterrado en el patio. Su... su carne aún debe estar fresca.

Daniel no supo qué decir. Solo atinó a agachar la cabeza e intentar mostrarse más triste que totalmente shockeado.

—No sabía, perdón... Mil disculpas —habló bajito.

—Tú y yo somos las únicas personas que pueden seguir sintiéndolo. Estamos vinculados. Yo lo marqué a él. Él te marcó a ti.

Daniel asintió, comprendiendo. 

—Tú lo mataste, cuando lo mordiste le fracturaste el cogote. —Marta miró a Joseph con los ojos cargados de lágrimas y los dientes apretados.

—Señora Marta le aseguro que yo no fui quien lo mató. Recuerdo bien cómo fueron los hechos. La única sangre que se derramó aquella noche en la tierra fue la del perro... Daniel. Yo lo único que hice fue derribarlos, pero solo para espantarlos de mi territorio.

Marta sabía que era verdad. Sin embargo el rechazo que ella y su manada le tenían a Joseph la consumía. La verdad es que aunque lo conocía, nunca había visto a su vecino. Y ahora que lo hacía, no podía desaprovechar la oportunidad para mirarlo feo. Y claro está, necesitaba aún justicia por su hijo, un culpable, un culpable que se hiciera responsable de su muerte.

Aunque ella tuviera más que claro quién era ese culpable en realidad.

Enjugó una lágrima y se recompuso con firmeza.

—Debes quedarte aquí —ordenó a Daniel después de reflexionar un rato.

El joven subió la vista.

—Es lo único que puedo hacer por ti. Lo único que nuestra familia te puede ofrecer. Así el proceso será menos duro pa' ti... Y puede que... —La señora Marta tragó saliva y sobó sus muslos cubiertos por una falda larga con ambas manos—. Puede que pasen un par de meses más antes de que...

CAPU - La Mordida De MurielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora