Capítulo IX

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Saori se hallaba preocupada. Hasta el momento no habían recibido información importante, todo lo que tenían eran experiencias en carne propia que apuntaban al Santuario, alguien estaba manipulándolo, la pregunta era quién y por qué.

El tiempo siguió avanzando de manera inevitable. Cuando se pensó que podrían darse un respiro, los problemas aparecieron de nuevo. Según los informes, un barco de la Fundación Graad había sido secuestrado por una pandilla de piratas, la condición para su liberación era obvia: la presencia de los cinco caballeros a su disposición y el casco de oro, con tal de salvar las vidas humanas a bordo y el mismo ecosistema marino, pues amenazaron estallar la embarcación de negarse a su pedido.

La señorita Kido se sentía demasiado apenada por pedirle a los chicos que tomaran esa misión. Las consecuencias para ellos eran claras, acabarlos por proteger un fragmento valioso encontrado por su abuelo. Seiya y los demás no hicieron objeción alguna y estuvierom de acuerdo en ir. La misma tarde los cinco abordaron un helicóptero con dirección a los océanos donde tenían apresada a toda una tripulación.

Hinata miró a través de la ventana la mayoría del viaje, no hacía falta adivinar que estaba preocupada. De hecho, todos sabían que estaban yendo directo a una trampa. Las horas pasaron, el sol bajó y fue entonces que el barco petrolero se cruzó al frente. El helicóptero quedó encima de la cubierta, Seiya fue el primero en bajar luego de oír las órdenes impuestas por los hombres, los cuales también poseían armaduras un poco diferentes. Uno tras otro fueron aterrizando, Nat fue la última en llegar y cuando esto pasó, el piloto del vehículo se retiró.

A continuación, lo que llegó a ojos de la chica le dio un escalofrío, parte de la tripulación del barco se hallaba ahí, estaban encadenados y muchos dedicaban miradas de auxilio. Dos caballeros yacían al frente de los trabajadores.

—¿Quién de ustedes es el santo de Pegaso? —preguntó uno, Seiya dio un paso adelante con el casco en manos —Muy bien, deja el casco en el suelo— el chico obedeció.

—Quisiera saber si ustedes tienen más partes de la armadura de Sagitario aquí —dijo él.

—Nosotros hacemos las preguntas, mocoso —respondió de mala gana el segundo caballero.

—Oh, vamos ¿qué les cuesta decirnos?—comenzó a sonreír —Oh, ya sé, ustedes son como Dócrates, las marionetas del responsable de esta niñería.

“Basta, Seiya... Lo último que queremos es provocarlos.” Pensó Hinata.

¡Silencio! Una palabra más y haremos estallar el barco. —los hombres detrás comenzaron a suplicar a Pegaso que no hablara, con mucha razón de por medio, así que lo hizo. Éste caballero se fue un momento para no tardar en volver con cuatro grilletes que arrojó al suelo —Pon esto a tus compañeros.

Seiya observó las piezas con obvio disgusto, tomó uno y se dio la vuelta, puso los ojos en blanco para después acercarse a Shun para ponerle esa cosa. Continuó hasta terminar con la rubia, cuya pieza le quedaba demasiado grande pero se las arreglaron para disimular ese detalle. Cuando se completó el pedido, les ordenaron arrodillarse, así que lo hicieron. Pegaso que ahora el único en libertad, fue obligado a pelear con los dos tipos.

Los demás se dieron una mirada donde se decían que era momento de actuar. Shun forzó una de sus cadenas para que saliera detrás a una dirección desconocida, la otra le ayudaba a liberarse. Hyōga y Shiryū usaron el poder de su cosmos para debilitar el metal que los detenía. Hinata sólo aflojó el suyo pero igual alzó su energía preparándose para defenderse. La ventaja ahí era que los caballeros estaban tan ocupados encargándose de Pegaso que no se dieron cuenta de la inmensa cantidad de cosmos que amenazaba el barco ahora.

|| 𝐌𝐈 𝐒𝐀𝐍𝐆𝐑𝐄 || 𝚂𝙰𝙸𝙽𝚃 𝚂𝙴𝙸𝚈𝙰 || 𝙰𝚃𝙷𝙴𝙽𝙰 || 𝙿𝚝 𝙸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora