Capítulo XV

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Cuando la carta de Grulla llegó, presintió que algo más grave estaba sucediendo. Los cercanos a ella pudieron notar que esa valentía y ese coraje que mostró aquel día estaban descargándose. Si no fuera suficiente, la maestra de Hinata no era la única involucrada.

Hyōga colocó su mano en la espalda de la rubia, quien seguía con aquella hoja en manos leyendo por quinta vez lo que decía para terminar de asimilar lo escrito o hallar una pista con suerte.

—Agh... —soltó la chica, dejó la hoja en la mesita de centro y se cubrió la cara con ambas manos.

—No te preocupes— dijo su hermano en un intento de animarla— Estoy seguro de que Mónica tiene todo bajo control. Sabrá cómo cuidarse.

—Eso lo sé pero no puedo dejar de pensar en que Arles irá tras su búsqueda también. Primero Marín, ahora ella. Tengo miedo que logre encontrarlas y las mate a las dos.

—Eso no pasará. Sabrán lidiar con ello si son atrapadas.— Hyōga dió una mirada rápida al santo de Pegaso que los veía a una distancia corta pero sin interrumpirles, como si de alguna manera buscara algún ánimo para la chica al mostrar inquietud incluso por la santa del Águila.

—Es cierto, Marín y Mónica estarán bien. Son muy listas, aunque no se llevan del todo bien...— habló Seiya al captar el mensaje.

Hinata alzó la mirada pensando en eso último, ambas mujeres eran astutas, sus problemas del pasado unicamente complicarían su situación, por lo tanto era algo que las dos iban a evitar. Por ese lado al menos podría estar tranquila. En ese momento, Saori y Shun entraron a la sala de estar.

—Está hecho— soltó Saori Kido— partimos mañana a primera hora.

No había vuelta atrás, finalmente la fecha tan esperada para el encuentro final estaba confirmada. Aunque no pareciera, todos tenían por lo menos una pizca de angustia. ¿Qué tan bien les iría? Sólo existía una forma de saberlo. Lo único confortable era que tenían dos aliados más, casi les costó la vida pero lo importante fue el resultado.

Delfín a penas podía estarse quieta. Durante la tarde ella y su hermano permanecieron en la biblioteca, pero era más el tiempo que se quedaba divagando mirando las letras que en enforcarse en lo que decían. ¿Y si fallaban? Sólo eran cinco por desgracia, que si Shiryu o Ikki les ayudarían seguía siendo un misterio.

La noche cayó. La santa se negó a cenar y subió a su habitación. No deseaba que nadie la viera en ese estado. Pegó la espalda a la puerta, viendo de frente la caja que protegía su armadura; el viento nocturno entró por las ventanas y éste agitó las cortinas. Soltó un suspiro, su corazón no conseguía paz.

Malditos nervios”

Se encargó de cerrar los vidrios pero dejó que la poca luz de la luna se quedara.

“Espero que esta pesadilla se termine pronto para que pueda regresar a Siberia y no volver en mucho tiempo”

Sólo le quedaba una cosa por hacer, tal vez así encontraría algo de calma. Hinata se acercó a su cama y se arrodilló en el suelo, sus codos se apoyaron en el colchón, luego sus manos se juntaron para comenzar con la oración que cada noche recitaba sin falta.

Nunca sintió apego ni interés por la religión cristiana o católica sin embargo, sentía que los dioses de su madre y el alma de ella misma, de alguna manera la protegían; desde niña tenía esa costumbre y aunque las normas de Grecia le prohibían adorar a otra deidad que no fuera Athena, ella siguió pues a veces se sentía más segura.

|| 𝐌𝐈 𝐒𝐀𝐍𝐆𝐑𝐄 || 𝚂𝙰𝙸𝙽𝚃 𝚂𝙴𝙸𝚈𝙰 || 𝙰𝚃𝙷𝙴𝙽𝙰 || 𝙿𝚝 𝙸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora