Capítulo XIV

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Tercer Acto
Athena en peligro; la
batalla de las doce casas

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Además de adolorido, se mostraba preocupado. Nunca pensó que Hinata saldría de sus cabos para comportarse de esa manera, ella mantenía que la violencia era únicamente necesaria para proteger y ayudar a los débiles, no para usarla con fines absurdos como esa estúpida ley de la máscara. Jamás entendió al cien esa regla ¿Por qué era tan necesaria? Shaina y Hinata sabían algo que él no, asimismo todos los santos femeninos del Santuario. Las mujeres eran misteriosas y muy complicadas, creía que su amiga era un libro abierto, sin embargo, tenía bien guardados sus secretos.

Las dos santas peleaban frente a sus ojos, usaban sus cuerpos en lugar de sus poderes cósmicos, aunque estaba seguro de que eso podría cambiar. Se levantó de inmediato, el ardor en su zona íntima lo atacó y pensó que de todos los golpes que le dieron en combates anteriores, ninguno fue tan doloroso como el que Delfín le soltó.

—¡Por favor, chicas!— exclamó — ¡Deténganse ahora! ¡No vale la pena continuar! ¡Nat!

—¡No interrumpas, Seiya!— respondió la rubia mientras daba una patada.

—¡Tranquilo que en poco tiempo derribaré a tu amor!— añadió Shaina con una sensación de asco y furia.— ¡Garra del Trueno!

Hinata gritó al recibir la descarga en su cuerpo. Pegaso corrió enseguida a auxiliarla pero Ofiuco lo impidió con un rayo de cosmos muy similar, después caminó para evitar que volviera a acercarse.

—Yo soy una mujer que cumple su palabra, así que apártate, Seiya.

—¿Por qué te empeñas tanto en esto, Shaina?

—Porque tú al ver mi verdadero ser me has insultado y no seguiré el mismo camino de esa debilucha que se hace llamar caballero de Athena.

La santa de Delfín levantó su torso, apoyándose con sus brazos polvorientos, alzó la cabeza con varios mechones bloqueando su vista.

—Seiya, vete de aquí...— pidió, su voz se cortaba con cada jadeo que salía de sus labios.

—Esto es ridículo, Nat. ¿No traes armadura y piensas en continuar?

—La armadura es sólo metal...— agregó Ofiuco— Si de verdad es una santa no la necesitará para vencerme.

De nuevo, la atención de Pegaso se enfocó en las mujercitas. Hinata volvió a ponerse de pie y Shaina a darle cara, cuando menos se lo esperó la rubia arrojó su técnica principal, logrando empujar a su contraria. Luego de, abalanzó su cuerpo hacia ella con la intención de derribarla.

Ahora las dos estaban en el suelo, Ofiuco debajo de Delfín intentando quitársela de encima mirando a la vez sus ojos que se arrepentían de lo que estaba haciendo. Sostuvo sus brazos y se dió la vuelta para invertir los papeles; con las rodillas sobre la tierra, Shaina llevó rápidamente sus manos al cuello de la rubia y comenzó a ejercer presión para ahorcarla.

—¡Shaina, ya basta!— exclamó Pegaso desesperado.

Fue donde la mujer de plata para quitarla de una vez. Apartó uno de sus brazos y recibió un arañazo de la mano contraria de Shaina, liberando así a Hinata de sus garras; enseguida, aquella tomó fuerzas y asumió el control de la situación. Esta ocasión, era ella quien dominaba a esa serpiente venenosa con la fuerza de sus manos.

—¡Ríndete, Shaina!— suplicó la santa de bronce. Con el rostro amarañado, el pelo enredado y una respiración débil.

—Primero muerta...— gruñó, buscó liberar sus manos puesto que las rodillas de Hinata las apresaban. En pocos segundos logró hacerlo con la derecha, misma que dirigió a la cabeza de aquella mujer para jalar algunos mechones de cabello.— Ríndete tú, ahora...

|| 𝐌𝐈 𝐒𝐀𝐍𝐆𝐑𝐄 || 𝚂𝙰𝙸𝙽𝚃 𝚂𝙴𝙸𝚈𝙰 || 𝙰𝚃𝙷𝙴𝙽𝙰 || 𝙿𝚝 𝙸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora