Capítulo 2

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— ¿Puedes verme? — preguntó. Seguía encima de mí y me miraba con asombro, con los ojos muy abiertos y la boca entreabierta.

— ¿Vez que uso gafas? — ironicé, molesta con él por tirarme al suelo y no molestarse en preguntar si estaba bien —. Claro que puedo verte.

— ¿Estás bien?

Quité los ojos del chico que seguía con todo su peso sobre mí estómago para encontrarme con el hombre que se encargó de llamar a emergencias. Tenía el cabello negro, cubierto por una gorra que, al igual que todo lo que llevaba puesto, era del mismo color de su cabello, y que hacía que su piel blanca palideciera aún más. De cerca parecía más joven, como de unos treinta y pocos, y sentí que lo había visto antes, en algún sitio, pero no recordaba donde.

— Estoy bien — alcancé a decir. Era la segunda vez en la tarde que decía eso. Intercalé la mirada entre el hombre parado a mi lado y el chico de ojos azules sobre mí.

— ¿Te ayudo? — preguntó el de cabello negro, sonaba más como una afirmación que como una pregunta.

El chico sobre mí comenzó a moverse para apartarse. Hice una mueca de dolor y luego de alivio cuando se retiró, pero hice el esfuerzo por disimularla un poco para que el otro no creyera que yo estaba como una cabra.

El de pelo negro, ahora lo llamaré así, me tendió su mano y yo, con una sonrisita que expresaba un silencioso «gracias», se la tomé y me levanté del suelo. Comencé a sacudir mi ropa con las manos, mientras ojeaba por el rabillo del ojo al de los ojos azules.

— Te ves un poco pálida — comentó el de cabello negro. Regresé mis ojos a él —, como si hubieras visto un fantasma — bromeó y se rió suavemente. Regresé la vista al de ojos azules, quien había cruzado los brazos y nos miraba como si estuviera a la espera de algo —. Trabajo en la cafetería de ahí — movió la cabeza a un lado, señalando el local —, creo que si te tomas un café bien cargado se te pasará.

Sonreí dulcemente a su ofrecimiento pero, antes de que pudiera negarme, él salió corriendo hacia la puerta de la cafetería, situada a sus espaldas.

Me quedé mirándolo mientras corría, esperando a que estuviera lo suficientemente lejos como para no escucharme cuando le gritara al ojiazul por tirarme al suelo.

— ¿Aún me ves?

Pegué un salto por el susto y me giré para responderle de frente.

— Sí, por desgracia — rodé los ojos.

— Creo que merezco un poquito de respeto... — me mostró sus dedos índice y pulgar, separados solo por pocos centímetros —... solo por ser lo que ahora soy.

— ¿Y qué eres? — cuestioné, cruzando los brazos y enarcando una ceja.

— Creo que acabo de morir, así que supongo que soy un fantasma — se encogió de hombros.

— Claro — respondí sarcástica —. Y yo soy una bruja...

— Teniendo en cuenta que solo tú puedes verme, yo diría que s...

—... ¿Sabes que creo? Que tú...— señalé su pecho con mi índice y luego señalé la puerta de la cafetería con el pulgar —... y tu amigo quieren jugarme una broma. Pero no voy a caer.

— Ni siquiera sé quién es — se excusó.

— ¿Y yo debo creerte? — él asintió. Rodé los ojos y seguí —: Si fueras un fantasma... — alargué el brazo y lo golpeé en el pecho con los dedos.

— Auch.

—... me habrías atravesado cuando chocamos hace un rato y lo hubieras vuelto a hacer ahora. — él contuvo una risita y enarcó una ceja —. ¿A parte de fantasma, eres un pervertido?

No respondió, se dedicó a mirar algo detrás de mí.

— ¿Con quien... hablas? — preguntó el qué hace un rato se había ido a buscar un café.

Me di la vuelta para mirarlo.

— Con nadie — agité la mano para restarle importancia —, solo pensaba en voz alta.

— Okay... — miró detrás de mí, parecía poco convencido. Quizá un poco asustado — Traje esto para ti — me regaló una sonrisa y me tendió un vaso mediano y lleno hasta arriba de un líquido negro que esperaba que fuera café y no alguna droga para dejarme inconsciente, secuestrarme y luego... —. Me llamo Jessie, por cierto.

— Soy Jade — le tendí la mano a modo de saludo y agité la suya con energía.

—Yo me llamo Axel — susurró Ojos Azules cerca de mi oído, su aliento frío chocó contra mi piel y un escalofrío me recorrió la espalda —. Y voy a probarte que no miento. Estoy muerto.

Escucharlo decir eso hizo que se me pusiera la piel de gallina. Seguía sosteniendo la mano de Jessie, quien luego de ver la cara de loca que de seguro estaba poniendo, se safó de mí agarre.

— Ha sido un placer, Jade — me dijo, haciendo que volviera a cerntrame en él y en el mundo real.

Entreabrí los labios para responder pero, al percibir movimiento a mis espaldas, puse más atención a lo que hacía Axel que en hablar. Ojos Azules, ahora también conocido como Axel, avanzaba al frente.

— I-igualmente — le respondí a Jessie con la mejor sonrisa que pude improvisar.

— Ya debo irme... Hasta luego — y se dio la vuelta.

Antes de alejarse, volvió a mirarme para despedirse agitando la mano. Axel había caminado hasta estar parado justo en medio del camino de Jessie. Cuando este último se acercaba a él, levantó la mano y agitó los dedos a modo de despedida. Jessie pasó a través de su cuerpo. Me quedé atónita. Una persona acababa de atravesar a otro. La sonrisa arrogante de Axel se había desvanecido en el aire, como si se tratara de una gran nube de humo que era desintegrada por la más suave de las brisas.

Escuché el sonido de las sirenas de un auto acercándose y me di la vuelta para comprobar que Jessie si había llamado a una ambulancia. Observé la escena detalladamente. Vi como los paramédicos salían del interior de la ambulancia. Uno de ellos corrió hacia el auto destrozado, para encargarse del accidentado, mientras que los otros dos bajaban la camilla y corrían hacia él para ayudar. Los tres hombres me parecían familiares, al igual que Jessie.

Vi salir el cuerpo accidentado de un joven, que encajaba perfectamente con el cuerpo/espectro/lo que fuera que yo acababa de ver. Pero, si Axel se había acercado hasta mí, ¿Como es posible que también estuviera allí?

— Tarde o temprano sabrás que no miento — susurró una voz en mi oído.

Un escalofrío me recorrió el cuerpo y se me puso la piel de gallina. Me di la vuelta para ver quien lo había dicho. Mis labios se entreabrieron en sorpresa; no había nadie detrás de mí.

El fantasma de AxelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora