Capítulo 4

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— Jade, solo soy yo — repitió.

Puse los ojos como platos.

— ¡Abril! — chillé. Tomé uno de los cojines mullidos del sofá y la golpeé en un costado — ¡Me has asustado!

Respiré profundo, mi corazón latía a toda velocidad.

— ¿Estás bien? — preguntó Abril con preocupación, ignorando que la había golpeado.

Respiré profundo.

— Sí, es que... — miré a todos lados —... le temo a la oscuridad. — me excusé, encogiendome de hombros. Me levanté del sofá y Abril siguió mis movimientos con los ojos —. Voy a darme una ducha. Necesito cambiarme de ropa — tomé mis tenis entre los dedos —, antes de que pille un resfriado — reí con nerviosismo y corrí hacia las escaleras.

— Okay — murmuró.

Otro rayo iluminó la casa mientras subía las escaleras y la sombra volvió a proyectarse en la pared. Subí las escalones dando saltos, a toda velocidad y con una idea clara en la cabeza: Me está siguiendo.

Había comenzado a temblar una vez más para cuando llegué a la planta superior.

Corrí por el largo pasillo y entré en mi habitación. Toqueteé la pared con manos temblorosas en busca del interruptor. La oscuridad me provocaba una sensación de pánico en estos momentos, miedo a que algo saliera de las sombras y me arrastrara a la oscuridad junto a ellas. Las luces se prendieron y arrojé los zapatos a una esquina. Suspiré aliviada al ver mi habitación vacía y traté de calmarme un poco.

«Debería redecorar este lugar — pensé, recorriendo con la vista las paredes y sábanas de colores pálidos de mi habitación —, parece habitación de hospital».

Abrí las puertas del closet y saqué el vestido que usaría después de ducharme. Mi madre solía decir que una ducha caliente siempre me haría sentir mejor y confiaba en que tuviera razón. Caminé con lentitud por el pasillo oscuro, mirando cada rincón ensombrecido, con un nudo en la garganta por el temor que me causaba una sombra que se reflejaba de vez en cuando en la pared. Tragué con dificultad al llegar al final del pasillo.

La puerta blanca estaba entreabierta y las sombras escapaban de ella y recorrían el suelo del pasillo. Un vez más, desde fuera, toqueteé la pared en busca del interruptor que encendía las luces. Pasé mi peso de una pierna a la otra, esperando que las luces se encendiera mientras me mordía las uñas.

Escuché como el suelo de madera crujía a mis espaldas, como si alguien caminara por ahí, y me giré sin pensarlo. Estaba temblando. Había algo ahí detrás, puedo jurarlo, pero una luz iluminó la estancia y la posible sombra se esfumó.

— Déjame en paz — murmuré a la nada.

Una brisa fría me recorrió el cuerpo y la puerta del baño crujió, abriéndose un poco más. Era oficial: no tenía ganas de ducharme ahí. Pero lo hice de todas formas.

Unos minutos después, extendía el brazo fuera de la mampara del baño para tomar la toalla. Envolví mi cuerpo en ella y puse los pies en la alfombrilla. Vi mi reflejo borroso en el espejo, el vapor del agua caliente había empañado el cristal y me acerqué a él para limpiarlo.

Antes de que mi mano llegara a limpiar el cristal una línea en diagonal se dibujó en él y poco a poco se formó una A. Di un paso atrás, presionando la toalla contra mi pecho y con la boca entreabierta por la impresión y el miedo. Las luces parpadearon y observé todo el lugar con desespero mientras más letras seguían apareciendo en el cristal, como si alguien las dibujara. Contuve un grito en la garganta cuando leí lo que ponía en el espejo: «Ayúdame».

El fantasma de AxelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora