Sophie
Habíamos quedado todos a las nueve de la mañana para irnos de excursión. Íbamos a hacer una ruta por la montaña de Honolulu hasta llegar a una cueva que tenia una gran cascada que daba a un precioso lago. La descubrieron ellos el año pasado y no me podía perder algo así.
Decidimos vernos en frente de mi casa. Jay se quedó a dormir conmigo. Después de ir a hacer surf a las cinco de la mañana, le dije que podía quedarse, así no tenía que hacer trayectos de ida y vuelta absurdos. Habíamos dormido muchas veces juntos, así que no era nada del otro mundo. Incluso a veces dormíamos abrazados. Parece extraño, pero nuestra confianza y amistad es especial.
Cuando desperté, vi que el otro lado estaba vacío. Me cambié de ropa y bajé a la cocina. Y efectivamente ahí estaba el rey de Roma. Jay estaba sentado en el taburete de la isla de la cocina comiendo unas tortitas mientras charlaba con mamá.
—...Sí, el año pasado me contrataron y desde entonces ahí estoy.
—Me alegro de que te vaya bien entonces Jackie—Mi madre se dio cuenta de que ya me había despertado y me sonrió—¡Buenos días cielito! Llegas justo a tiempo, he preparado tortitas. Aquí tienes cariño, con mermelada de frambuesa, como a ti te gustan.
—Gracias mamá—Le dije mientras le daba un beso en la mejilla. Que suerte tenía de tenerla conmigo. Miré a mi alrededor y no había nadie más. Supongo que Lily y Mindy estarían durmiendo aún. Si, tengo dos hermanas. Las dos son pequeñas, de cinco años. Son gemelas y son adorables. Aunque también son unos diablitos con patas.
—Buenos días Soph. No quería despertarte—Me dijo Jay moviendo el taburete de al lado para que pudiera sentarme.
—¿A él no le vas a dar un beso de buenos días? No seas maleducada cielo.
—Ay mamá déjame—Le dije.
Jay se rio y me miró divertido—¿No me vas a dar un besito de buenos días?—Imitó con carita de pena. Le pegué un empujón y le di un beso en la mejilla. Justo después rodeó sus brazos por mi cintura y me dio un abrazo.
Después de desayunar, las dos diablillas bajaron a la cocina. Cuando vieron a Jay fueron corriendo a saltarle encima.
—¡Jaaaaay te hemos echado de menos!—Gritaron las dos entusiasmadas.
—Hola petardas, cuanto habéis crecido, ya sois unas princesas muy mayores—Les dijo dándoles un beso a las dos. Jay no solía ser muy afín a los críos. Pero Lily y Mindy eran como sus hermanitas. Eran una excepción. Me encantaba la manera en que las trataba y las hablaba. Era muy tierno.
Las peques estuvieron jugando con él hasta que finalmente a las nueve se tuvieron que despedir. Este las subió a las dos a la vez en brazos y les dió un beso en la mejilla.
Que fuerte estaba. Madre mía.
—Portaros bien eh petardas. Volveré más tarde a vigilaros—Les dijo divertido.
Se despidió también de mamá que esta le dio un beso en la mejilla y salimos a la entrada de casa, donde habíamos quedado con el resto. Nos sentamos en los escalones a esperarlos. Minutos después aparecieron Pril y Cony. Me dirigí hacia ella que me sonrió dulcemente. Justo después saludé a Cony que este me miraba con una sonrisa divertida. Unos instantes después aparecieron Chris y Logan. Ellos estaban con una resaca enorme. Se veía a kilómetros que estaban reventados.
—No me quiero ni imaginar dónde acabasteis ayer—Les dije riendo mientras les abrazaba.
—Si lo supiéramos te lo diríamos—Respondió Logan medio dormido.
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Ojalá fuera más que un amor de verano
RomanceSophie, o como la suelen llamar sus amigos, Soph, es una adolescente que esta estudiando arte dramático en Los Angeles con su mejor amiga, April. Soph hace dos años que no pisa Honolulu, un pequeño rincón de Hawaii, su tierra, la que un día se conv...