𝙴𝚕 𝚗𝚞𝚖𝚎𝚛𝚘 𝚍𝚎𝚕 𝚌𝚊𝚗𝚝𝚒𝚗𝚎𝚛𝚘

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Fergus Crowley miraba su lujoso reloj de muñeca, parado en la esquina del nuevo y moderno bar al estilo texano en la ciudad.

Sus amigos llegaban tarde, pero eso era moneda corriente con esos dos cabezas huecas.

Doblando la esquina se encontró con su amigo Benny, el corpulento hombre de ojos azules como dos bloques de hielo y ese aspecto desgarbado, propio de un mecánico con miles de manias...

Se saludaron con una inclinación de cabeza y un apretón de manos

—Llegas tarde, Laffite.-

—Demandame.- se burló

—He demandado a gente por menos, pero tú taller mecánico no está en mi mira, así que estás a salvo.-

—Que alivio.- Benny rió con sorna

—¿Dónde está Novak?.- Crowley preguntó alzando una ceja

—Aqui.-

Los dos hombres se giraron sorprendidos por la repentina aparición del tercer amigo

—Cristo.- Benny jadeó llevando una mano a su propio pecho

—No, soy Castiel.- respondió ladeando su rostro y entrecerrando los ojos, cómo cuando normalmente no comprende algo...

—No nos digas. ¿Por qué llegaste tarde?.- Crowley ironizó, pero hizo un gesto con su mano para que entraran al bar

Los otros dos pasaron primero y se sentaron en una mesa de tres, cerca de la ventana

—Estaba terminando una pintura.- Castiel respondió, mientras dejaba de lado su gabardina

—Espero que sea la mía, te pedí una para mí oficina hace tres días.- Crowley lo miró acusatoriamente

—No lo terminé aún. Retratar tu esencia de rey del infierno, es ciertamente más complicado de lo que pensé en sus inicios.- comentó con total apatía, pero sin maldad.

Benny rió mientras Crowley hacia una mueca de descontento

—Es un buen concepto de lo que hace un manager corporativo.- Benny le guiñó el ojo en complicidad a su amigo pintor.

—Ustedes dos me pintan como el diablo, y ese es el imbécil del presidente de la corporación. Yo solo soy gerente de gerentes, eso quiere decir que nací para mandar, pero me aburre tener que lidiar todo el tiempo con la plebe y el trabajo extra.-

Los tres rieron ante los comentarios que iban y venían

A falta de personal debido a que el lugar estaba lleno, el cantinero se acercó a ellos para pedirles la orden

—Hola caballeros, ¿Qué les sirvo?.- el sujeto les preguntó en un tono casual y amigable

Los tres alzaron la mirada y se encontraron con la sonrisa coqueta y amistosa de un sujeto, de cabello rubio avellana tostado, corte militar, ojos brillantes verde oliva, pestañas largas, rasgos bonitos para ser un hombre, que contrastaba con su postura y actitud, denotando que no tenía nada de delicado en su comportamiento y forma de ser.

Llevaba una camisa roja borgoña, abierta, debajo traía una camiseta cuello redondo lisa, negra, y las tiritas negras de un colgante que llevaba por dentro, tenía jeans rectos de un tono oscuro desgastada de las rodillas. Traía atado un delantal blanco a la cadera, y un trapo al hombro, propio de lo que normalmente llevaban los cantineros para limpiar la barra.

Los tres se quedaron brevemente en silencio, simplemente contemplandolo, el tipo era un sueño.

El cantinero alzó ambas cejas un poco sorprendido por el prolongado silencio...

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