40. El fin de fiesta

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Tras la interrupción de Lourdes, en el peor de los momentos, mientras ella estaba con Luisita encerradas en aquel cubículo teniendo sexo desenfrenado. Amelia, por fin, consiguió lavarse las manos lo más rápido que pudo, pues el néctar de Luisita, el que no había restregado en la mano de Lourdes, seguía allí. Intentó no tardar, pues sabía que la rubia seguía en el cubículo de aquel baño, esperando a salir.

Lourdes le presentó a varias personas y ella de vez en cuando buscaba con la mirada a la rubia, ¿Habría escuchado la conversación del servicio? Estaba casi segura de que así había sido, y una parte de ella estaba nerviosa.

Luisita esperó el tiempo que consideró suficiente y salió de allí, al volver al local vio que Amelia hablaba con unos señores y no quiso interrumpir. Daba vueltas por aquel sitio, mirando la hora, Amelia hablaba un rato con unos señores, al nada con otros, Lourdes la iba guiando hasta un montón de gente y ella por un momento no sabía que pintaba allí.

Tras tanta vuelta, se acercó a la barra a tomar algo, después de tanto calor y esfuerzo, estaba sedienta. Intentaba llamar a la camarera pero sus intentos se veían frustrados cada vez que alguien se acercaba a pedir.

¿Duraría mucho esa fiesta? Ella únicamente podía pensar en llegar al hotel con Amelia y poder terminar lo que habían empezado, solo de pensarlo sentía que la humedad volvía de nuevo a su entrepierna. Era la primera vez que se había atrevido a hacer algo así, aunque empezaba a asimilar que el deseo que Amelia despertaba dentro de ella era tal, que le era imposible contenerse, tener tan cerca su cuerpo era sinónimo de peligro porque sus manos cobraban vida propia.

La parte racional, y emocional, le hacía pensar también en el momento en el que Amelia viera esa segunda parte de su sorpresa, lo que le daba más ganas de acelerar la aguja del reloj para que terminase antes aquella noche. Aunque se venían curvas, y presentía que se le haría larga, cuando vio que una voz femenina irrumpía sus pensamientos.

- Julia, pon otras dos. - Sin darse cuenta, tenía una pareja pegada a ella. Las miraba y alucinaba, se dio cuenta de que la chica de su lado tenía una mano metida por la apertura de su vestido apretándole el glúteo, dejándolo expuesto prácticamente entero a la vista de la gente, pero no parecía importarle lo más mínimo.

Por un momento sintió pudor, y luego pensó que tal vez, ella, con sus deseos tan pasionales por Amelia y un par de copas encima, sería capaz de hacer lo mismo. Luisita intentó llamar a la camarera, y entonces la chica del culo apretado se giró a mirarla, dándose cuenta de su presencia.

- ¿Luisita verdad? ¿Quieres algo de beber? - Al mirarla se dio cuenta de que era Beatriz, ante la sorpresa de que conociera su nombre, tan solo pudo asentir.

- Julia disculpa, pon tres, no dos, gracias. - Decía la mayor de la pareja acercándose a ella con una gran sonrisa, era oír su voz y la camarera volaba. - Así que... Luisita, interesante.

La rubia se limitó a sonreír, las reconocía perfectamente, las había visto bailar con Amelia y luego comerse entre ellas de aquella manera. Era la pareja a la que había escuchado tener sexo en el lavabo, no tenía ninguna duda, pues sus ojos, aún, desprendían fuego. La camarera sirvió tres copas y antes de que se fuese, la mayor volvió a hablar.

- Pon tres chupitos también, por favor.

- Gracias pero yo no quiero beber mucho, no hace falta. - Decía Luisita.

- Tranquila rubia, la hidratación es esencial y tú te ves un poco falta de ello en este momento. No nos han presentado, mi nombre es Amanda - Se quedó por un momento pensando - Discúlpame, te daría la mano, pero después de haberos escuchado a Amelia y a ti, y, estoy segura de que vosotras a nosotras también, sería como una especie de orgía, y a mi estas cosas no me gustan, no sin conocernos un poquito antes, no te ofendas.

El ApagónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora